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Algunas reflexiones sobre los efectos de la sociedad represiva en la salud mental (1)
Existen innumerables definiciones del concepto de salud mental. En todos ellos destaca como elemento esencial, el alcanzar en el curso de la vida una personalidad bien integrada. Ella resulta de una organización dinámica y armónica de los aspectos intelectuales, afectivos, volitivos, psicológicos y morfológicos del individuo. En la actualidad sabemos que para alcanzar estos requisitos no sólo necesitamos una estructura biológico-hereditaria suficiente, sino que es indispensable la existencia de una sociedad sana y de un medio ambiente estimulante, creador, estable y motivador para obtener el pleno desenvolvimiento de las capacidades humanas. En efecto, sabemos que los factores socio-culturales son fuerzas tanto o más poderosas que las biológicas para moldear al hombre. De este modo, individuo y ambiente social deben ser tomados como un todo, para comprender por qué una determinada persona ha llegado a ser como es, como piensa, como siente, como actúa.
La importancia del medio es tan grande en el aparato psíquico del hombre, que la Psicología actual atribuye el máximo valor a las interrelaciones humanas del individuo con el medio socio económico y cultural en el cual se desarrolla. En efecto, el hombre posee, a diferencia de los animales, el lenguaje, la memoria y la conciencia, funciones mentales superiores que se han ido creando en el curso de la historia de la humanidad. Es el cerebro humano el órgano que nos relaciona con el exterior, que percibe, que experimenta y que nos entrega la realidad, pero no como un simple reflejo, sino como una elaboración, una comprensión, un aprendizaje continuo que va creándose sucesivamente en un íntimo proceso de acción del medio y reacción del hombre. De creación del hombre y cambio del medio.
De este modo. entender lo que ha sucedido a cada individuo o a la sociedad chilena como un todo, durante estos 10 años, significa no sólo comprender la intimidad del daño en el sujeto mismo, sino el cambio total ocurrido en la estructura del país, conocer y evaluar las acciones que el nuevo sistema ha implementado a todo nivel, así como los efectos que estas han tenido no sólo sobre la población opositora, sino sobre sus mismos partidarios.
Esta concepción que analiza en una interrelación dinámica, intercambiable y dialéctica al hombre y a la sociedad política y civil es un producto al cual hemos llegado luego de atender médica y psiquiátricamente, durante ya ' casi 10 años, a numerosas víctimas del sistema represivo.
En este cambio hemos comprobado que, con el fin de entender la patología, así como para diagnosticar y tratar tenemos no sólo que conocer a nuestro enfermo en sus aspectos íntimos biológicos, psicopatológicos e ideológicos, sino que también tenemos que entender, conocer y diagnosticar la realidad en que este determinado individuo vive en ese determinado tiempo histórico, ya que a menudo la alteración es producto directo de un medio ambiente extremadamente mórbido (patógeno o generador de trastornos en el individuo o en el grupo).
Desde antes del golpe militar del 11 de Septiembre de 1973 e incluso, desde antes de la elección de Allende, se aprecia la aparición de un singular método de condicionamiento de la población civil: la manipulación psico-ideológica. Es este un procedimiento mediante el cual se crean, se distorsionan o se exacerban sentimientos básicos del hombre con el fin de provocar en él respuestas primarias que han sido previamente planificadas. Nos referiremos a la guerra psicológica aplicada por la clase dominante cuando se encuentra en situación de crisis o de peligro. Para realizada utiliza todos los recursos que están en sus manos: instituciones del Estado pero, por sobre todo, medios de comunicación de masas, eligiendo deliberadamente los contenidos que pueden alterar más profundamente al individuo, desde el punto de vista psicológico, y seleccionando planificadamente el lenguaje. Se trató de crear una reacción primaria de miedo. Para ello, en esa época, se definió el estímulo provocador de este sentimiento: "el marxismo", adjetivándolo valóricamente como peligroso, violento, intrínsecamente perverso, productor del caos, de muerte, de pérdida, de desorden, de violencia, etc. Para transmitir estos conceptos se utilizaron y se siguen utilizando, estímulos visuales, auditivos, biológicos, afectivos, que actuando en forma simultánea y permanente provocan, en gran parte de la población, una reacción bio-psico-ideológica primaria de terror, de pánico (en algunos casos se implementan acciones de carácter violento para refrendar los estímulos o se distorsiona la información). Ellos saben que un hombre dominado por estos sentimientos carece de capacidad de análisis y por tanto, de razonamiento lógico; en suma. de objetividad. Dicha alteración lo lleva fácilmente a un nivel básico de angustia, que desencadena en él la búsqueda de mecanismos primarios de defensa. El fenómeno psicológico generado es por tanto, doble, ya que junto al temor y al miedo, nace además la necesidad de sentirse protegido, la necesidad de buscar seguridad. Así, el miedo provocado por los valores rechazados es acompañado de la aceptación de proposiciones (golpe militar, represión, etc.) destinadas a combatir a los agentes sustentadores de esos valores.
En este periodo se produjo un proceso psico-ideológico en el cual gran parte de la población, no sólo no efectuó un proceso normal de análisis de la realidad, sino que públicamente solicitó la muerte del régimen y de sus sustentadores, entregando así gran parte, sino toda su libertad como individuo y sociedad. El golpe militar fue visualizado por parte de la población como la fórmula que los salvaría del totalitarismo marxista.
Se aceptó entonces el bombardeo de La Moneda, la persecución, el asesinato, la detención, la relegación y el exilio de gran parte de la población civil. Estos hechos públicamente conocidos por quien quisiera realmente saberlo, desencadenaron secundariamente nuevos mecanismos de defensa; entre otros, la búsqueda de justificación por haber participado o patrocinado estos acontecimientos, la necesidad de presentar a las víctimas como victimarios, culpándolos de haber posibilitado el golpe militar, con lo que se acentuó la división entre los habitantes, enmarcando claramente a los "culpables".
Para desligarla propia responsabilidad de los hechos, aparece un mecanismo de negación y de olvido: en forma brusca todos los valores que la sociedad decía defender, entre ellos, el libre juego democrático, la libertad, la justicia, fueron temporalmente, por no decir definitivamente, hipotecados. Se permitió que otros tomaran las decisiones por ellos, que otros gobernaran, transformándose así de actores de la historia en un público pacífico deseoso de obedecer y de someterse al nuevo régimen que lo había salvado. De este modo, un pueblo que hasta ese momento podía, en alguna forma, organizarse, analizar, discutir y elegir, fue destruido como sujeto político. Pero desgraciadamente no sólo se llegó a esto, a la renuncia, a la hipoteca, al olvido, a los mecanismos de trastocación de los hechos, sino que aparece un nuevo fenómeno que cabe dentro de la categoría delictual, en el terreno de lo ético: la delación. Parte de la población aceptó el llamado que hacía el nuevo régimen para informar y entregar a quienes eran sus opositores, transformándose en población delatora. Aparece un nuevo hombre en la sociedad chilena: aquel que fue y sigue siendo capaz de señalar con el dedo a quien debe encarcelarse y, en muchos casos, eliminarse; o en menor grado, el que cree que una parte de la población debe excluirse definitivamente de la vida civil.
Este tipo de pensamiento excluyente de un grupo de ciudadanos de una determinada nación, unido al sometimiento a la autoridad, constituye la base en que se funda el pensamiento fascista, pensamiento básicamente contradictorio en Chile, pues la mayoría de estos ciudadanos afirman tener ideas democráticas. La ambivalencia crea sentimientos de inseguridad, duda, desconcierto, sentimientos que en aquellos que no tienen capacidad de auto-análisis pueden llevar, tarde o temprano, a un nivel de incertidumbre vital sobre su verdadera concepción del hombre y del mundo. Defendiéndose de una hipotética dictadura marxista, aceptan sin vacilar una dictadura militar y contradicen los propios valores que creen defender.
Pero el golpe militar no significó, como muchos sobrepasados por su propia insuficiencia democrática lo deseaban, sólo el derrocamiento del antiguo régimen, sino la instalación de los militares, la construcción de una dictadura con la transformación de la estructura completa de la sociedad. Es decir, un plan inicial meramente avalado por "la necesidad de salvar al país del peligro marxista" es transformado en un proyecto global, político, económico, represivo, ideológico, un proyecto basado en la Doctrina de la Seguridad Nacional.
Este hecho representa la aparición de un fenómeno inédito, hasta entonces desconocido en la sociedad chilena. En efecto, ella empieza a ser gobernada mediante^n plan elaborado sin su conocimiento, sin su participación, sin su consentimiento. Más aún, este plan no es específico para Chile, sino que nace de una doctrina elaborada a partir de 1960 fuera del país, por otros gobiernos. Se cae así en una especie de enajenación, de automatización, de programación del individuo y de la sociedad que no se sabe programada, diagnosticada y dirigida. Se inicia entonces, un proceso de alteración de la realidad, de desconcierto, pero por sobre todo, de inseguridad. En el individuo el conflicto está planteado entre lo que llegó a ser y creer a través de su biografía y lo que sucede bajo el nuevo régimen que le toca vivir. En él no puede reconocer nada de lo que había aprendido: el respeto al prójimo, la igualdad, el derecho a opinar, a decidir, a elegir, y cada individuo, piedra fundamental del proceso social se siente ahora definitivamente marcando, clasificado, encasillado.
En efecto, la sociedad dictatorial necesita para mantenerse y validarse asignar a su población civil un rol, una categoría definida. La sociedad se divide en partidarios y oponentes y a estos últimos hay que darles un calificativo no sólo de inferioridad, sino de peligrosidad, al tiempo que a los partidarios se les conceden solamente valores positivos o, por así llamarlos, rasgos de superioridad. Tal sucedió en Alemania durante el hitlerismo. El ario era el grupo dominante, el superior. El judío era el grupo a destruir. En América Latina, "el enemigo interno" es aquel que se opone al sistema. Y el nombre del régimen se podría definir tal vez, en una frase: aquel que cree que Chile es, en verdad, "una obra suya".
En esta fase, el hombre ha borrado la memoria, el pasado no existe, o existe como algo negativo que es necesario olvidar. Es decir, se utiliza un mecanismo represivo o de bloqueo sobre el curso natural de la evocación y por tanto, se distorsiona el razonamiento que no cuenta con elementos previos para un análisis objetivo.
Este hombre nuevo triunfa y se destaca fundamentalmente en el terreno de lo material, de la adquisición de bienes de consumo. Allí encuentra su seguridad como individuo: el poseer le da prestigio como persona. Este cambio es facilitado por el Proyecto Económico que conlleva junto con la necesidad de represión directa, el lento proceso de transformación de valores al interior de la estructura de la sociedad.
Surge así, el hombre protegido, el que puede actuar porque tiene las armas que lo defienden, el que puede opinar porque su contrincante será encarcelado, el que puede actuar porque día y noche la ciudad está vigilada. Frente a él existe el otro ser humano, "el enemigo interno", contra él se decreta un estado de guerra permanente, ¿Qué significa psicológicamente este cambio tan brutal y categórico? ¿Qué representa para cada uno de estos grupos civiles el establecimiento de estas diferencias impuestas en forma tan esquemática? Sin duda, representa en ambos grupos un daño inmenso, diametralmente opuesto si se quiere, pero igualmente profundo.
En este nuevo régimen cada hombre ha sido modificado en esencia y el cambio individual significa un cambio total en la sociedad, ya que el hombre es la estructura básica en que ella se funda.
Pero el proceso aquí no es unidireccional, desde el hombre a la estructura social, sino que es también de la dictadura que actúa y daña, hacia el hombre; la pirámide de la sociedad ha sido invertida. Para entender estas interrelaciones hay que entender como el nuevo gobierno programa, ejecuta y actúa.
Desborda el marco de esta comunicación referimos a cada una de las acciones represivas directas, de las cuales conocemos a numerosas víctimas. En cuanto a la represión indirecta, vemos a diario su ola de despidos, cesantía, miseria, mano de obra barata, comercialización de la salud, la enseñanza, de la construcción, etc. El ser humano de esta sociedad ha sido dañado en todos su ámbitos: biológico (subdesarrollo y hambre), psicológico e ideológico. Pero nuevamente aquí no es sólo el hombre el que está enfermo, es la sociedad entera la que se ha transformado profundamente y devenido patógena.
¿Cómo han respondido íntimamente los hombres de esta nueva sociedad dictatorial? ¿Qué mecanismos los han fortalecido? ¿Qué acciones represivas los han destruido? ¿Qué sentimientos internos han prevalecido? ¿Qué mecanismo de defensa les ha permitido permanecer ? ¿Cómo cada uno ha logrado, en esta situación límite de todo o nada, de blanco o negro, de triunfo o de derrota, de vida o muerte: sobrevivir?
El grupo que fue estigmatizado sufrió todas las acciones jamás imaginadas hasta entonces por la sociedad chilena. Bruscamente sus ideas, su proyecto de vida, sus anhelos de cambios fueron transformados en malignos, perversos, violentos. Su práctica diaria, su sistema de valores, su ideología, su modo de concebir el mundo, adquirido a lo largo de su vida, de acuerdo a sus sentimientos y conocimientos, se transformó súbitamente en algo que debía desaparecer, que debía morir. No sólo hubo confusión, derrota, dolor, también la violencia desatada contra él desencadenó en algunos el miedo, el temor, y, en la mayoría, la perplejidad. Fueron transformados en parias de la sociedad. Muchos de ellos no lo aceptaron y fueron, lentamente, siendo eliminados: la persecución, la prisión, el campo de concentración, el desaparecimiento. La tortura como destrucción, como delación, como enseñanza por desobedecer. El exilio luego del campo de concentración, o aún antes, cuando se deseaba sobrevivir.
Este hombre se encerró en sí mismo, bajó su voz, llegó al silencio, pero se llenó de asco e indignación. Siguió siendo perseguido, amedrentado, violentado y, las más de las veces, debió callar. La inseguridad nació en él de la muerte real, de la prisión, de la tortura conocida, y el miedo fue una consecuencia lógica, una reacción normal. El y su familia, él y sus amigos estaban continuamente amenazados. Lo habían convertido en el enemigo interno y el discurso de guerra estaba presente para eliminarlo.
Pero este hombre acorralado, silencioso, amedrentado, marginado, a pesar de sufrir la violencia y enfrentar el miedo real, a pesar de enfermar tras la tortura o del desaparecimiento de un familiar, no perdió su capacidad de razonar, no congeló la memoria y ha elaborado técnicas de sobrevivencia y ha creado y recreado íntimamente, cada día más, su libertad interior. La libertad del hombre existe cuando éste piensa y decide por sí, cuando es capaz de analizarlos verdaderos indicadores de la realidad, objetivarlos y actuar en consecuencia; cuando es capaz de defender limpiamente sus derechos y sus creencias, y sobre todo, cuando éstas le han acompañado a través de todas las etapas represivas que le ha tocado vivir, sin apelar a ninguna fuerza extraña para que lo salve de su íntima inseguridad. El otro grupo I de seres humanos aceptó la violencia como forma de sobrepasar la encrucijada, de la cual no fueron capaces de salir por los medios habituales conocidos por la sociedad chilena. Pero no sólo propiciaron el golpe, sino que además, debieron trasgredir principios éticos fundamentales. Debieron delatar, colaborar, callar, otorgar, olvidar, pero además, debieron escamotear, inventar, para marginar al "enemigo". Para mantener, de algún modo, su conciencia tranquila, cualquier explicación del gobierno es válida y rápidamente aceptada, así se mantendrá "la tranquilidad". De este modo, esos ciudadanos asumieron la estrategia autoritaria que requiere del conformismo y de la sumisión que exige el no pensar, el no analizar, el callar y esencialmente, exige negar la realidad. De este modo, ese grupo reprimió lo que es propio del hombre, sus intereses humanos y su voluntad y dejó que otros decidieran por él, actuaran por él. La razón individual fue reemplazada por la razón del Estado. La mentalidad autoritaria avasalló las ideas libertarias.
El discurso de guerra fue acompañado por algo que psicológicamente atrae al hombre: el poder material, y el tener, triunfó sobre el ser. La sociedad de consumo desplegada ayudó a apaciguar a algunas conciencias todavía no bien sometidas. La persona total fue parcelada, entregó principios a cambio del orden, aceptó la autoridad a cambio de privilegios y, en pos de la tranquilidad, no quiso saber de campos de concentración, de tortura, de muerte, de desaparecimientos.
¿Qué ha ocurrido en esta parte de la sociedad? ¿Cómo volverá el individuo a encontrarse a sí mismo? ¿Cómo iniciará la sociedad entera el largo camino para la recreación del hombre?
1. Inédito. Santiago de Chile. 1983.