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Capítulo I
Características de las violaciones de los Derechos Humanos en América Latina
1.1. Antecedentes históricos. (1)
La mayoría de las personas provenientes de diversas disciplinas médicas, psicológicas, jurídicas, sociales e incluso políticas, que trabajaron y continúan trabajando en el campo de los Derechos Humanos, han tenido que ir elaborando -desde el asombro y perplejidad iniciales producidos por el golpe de Estado- diversas e innumerables estrategias tanto para comprender los orígenes y las causas de los crímenes y de su impunidad, como para responder lo más coherentemente posible a sus consecuencias y repercusiones en la persona y en la sociedad.
Conocer antecedentes sobre la violencia en América Latina, particularmente en Chile, obliga a revisar el contexto global bajo el cual se realizaron las violaciones de los Derechos Humanos y, específicamente, las torturas, ejecuciones y desaparición de personas, es decir, la violación del derecho a la vida.
Desde la ocupación de América por los españoles en el año 1492, la situación de desigualdad humana se acentuó en el continente. Desde su llegada, los pueblos originarios fueron sometidos a la muerte, a la tortura, a la expropiación, a la explotación, a la marginación y al despojo de toda dignidad humana. La violencia de los españoles, movida por afanes de posesión y lucro, se plasmó en desaparición y extinción progresiva de los habitantes.
Los primeros registros del uso de la violencia con fines de dominación se remontan pues, a la llegada de los conquistadores. Desde entonces, la historia de América ha estado plagada de sucesos de violencia, siendo la más atroz y oprobiosa aquella originada desde el poder.
Tras el establecimiento de las repúblicas americanas independientes, los grupos dominantes han utilizado la agresión para garantizar un modelo político y económico que sirviera a sus intereses. Ello provocó desigualdades y privaciones, dando lugar a lo que se conoce como violencia desde abajo o violencia estructural.
Marginación, despojo y violencia han dejado una impronta en la cultura, en el modo de ser, en el carácter, en la forma de establecer relaciones humanas, en el modo de comunicar, de hablar o de guardar silencio entre los sectores más desposeídos de este continente. Temor y desconfianza que se han acentuado en grado extremo en las personas con las cuales hemos trabajado. Igualmente, en aquellos sectores que detentan el poder y la propiedad, se han configurado rasgos de superioridad, modos de ser y formas de comunicarse que les son características.
Extensos y profundos estallidos sociales se han producido en diferentes épocas y países americanos, expresión de la lucha de los sectores más pobres y desposeídos por alcanzar un mínimo nivel de igualdad. Estas confrontaciones y movilizaciones sociales tuvieron históricamente como respuesta una sucesión de regímenes autoritarios, cuyo instrumento de dominación fue la violencia ejercida desde el poder.
En su forma y estructura, las situaciones de violencia han cambiado durante las últimas décadas en América Latina. En 1945, el mundo alcanza la paz, pero paradójicamente queda dividido en dos campos dominantes hegemónicos enemigos entre sí. El continente americano queda incluido en el sector occidental y, casi sin saberlo, sus habitantes entran de lleno en esta contienda.
Estados Unidos, país hegemónico del mundo capitalista, durante el gobierno del presidente Harry Truman acuña el concepto de Guerra Fría y en torno a él se elaboran tácticas y estrategias para derrotar a este nuevo enemigo. En esta Guerra Fría, a diferencia de las dos grandes guerras mundiales de la primera mitad del siglo, no se realizarían contiendas abiertas y visibles, ni se sentiría el fragor de las batallas. Muy por el contrario, sería el ocultamiento, la manipulación ideológica, el espionaje, la guerra psicológica, la preparación silenciosa en técnicas específicas para contrarrestar al adversario, lo que comenzaría a dominar las relaciones entre estos dos campos, entre los países, entre los gobiernos y los ciudadanos. Y entre las propias personas de cada país.
Los dos adversarios entran en esta dinámica y para los Estados Unidos, durante los 43 años que duró la Guerra Fría, el enemigo total era el comunismo. A la idea de Guerra Revolucionaria, engendrada según los norteamericanos como una táctica del comunismo para alcanzar el poder, ellos contrapusieron dentro de la gran matriz de la Guerra Fría el concepto y la práctica de la Guerra Antisubversiva.
Durante todos estos años el concepto mismo de guerra cambió, no sólo en cuanto a su significado, "de conflagración abierta", sino también en cuanto a la distribución geográfica que habitualmente tiene la guerra, es decir, entre dos o más países: ahora la guerra se sitúa en el interior mismo de cada país, en su propio territorio.
Lo más significativo de este nuevo concepto es que el enemigo ya no se encuentra más allá de las fronteras, no es un extranjero, un desconocido, sino que muy por el contrario, el contrincante es un ciudadano del mismo país, que hasta ese entonces había sido un conciudadano, un igual, un compatriota. Así fueron divididos los grupos y las familias con las cuales hemos trabajado.
En este contexto de Guerra Fría o de posibles Guerras Revolucionarias, América Latina vive su propia historia de enfrentamientos políticos, ideológicos y también de golpes de Estado, de guerras internas, con persecución y muerte. Abundante literatura europea, norteamericana y latinoamericana informa sobre la enseñanza y aplicación de la Doctrina de Seguridad Nacional y la llamada Estrategia de Contraisurgencia.
Durante años los militares de los diversos países latinoamericanos fueron formados en la Escuela de las Américas, situada en el territorio norteamericano de la zona del canal de Panamá. La principal vivencia o representación mental que internalizaron fue la existencia de un enemigo interno al que había que neutralizar, destruir, eliminar, matar y si era necesario hacer desaparecer para siempre.
Nosotros queremos señalar sólo tres de sus principales objetivos y consecuencias, que permiten comprender el origen y la magnitud de los Crímenes de Lesa Humanidad sufridos por la población con que hemos trabajado y la consiguiente Impunidad existente hoy en el continente.
Desde hace algunos años, y concretamente ahora, ha quedado en evidencia pública el material de enseñanza y adiestramiento utilizado para la "formación" de seiscientos militares chilenos en Doctrina de Seguridad Nacional y en prácticas de tortura y muerte propias de la contrainsurgencia.
El convencimiento de que existía un enemigo interno, en este caso el comunista, era para ellos real, especialmente luego del triunfo de la Revolución Cubana que había despertado grandes esperanzas en la juventud, no sólo de América Latina, sino de todo el mundo.
De hecho, varios grupos "revolucionarios" se crearon a partir de la década del 60 en distintos países de América Latina, y a pesar de que algunos de ellos proclamaron la lucha armada, no existen hasta ahora registros fundamentados sobre un accionar violatorio de los Derechos Humanos.
Al enemigo se le deshumaniza, se le considera perverso, demoníaco, de tal forma que su eliminación, en lugar de ser un crimen, constituyó para los militares más bien un logro, un triunfo.
La formación ideológica rígida, la deshumanización del otro, el pacto de impunidad y la sobrevaloración de su función como militares, fueron las líneas directrices que paulatinamente conformaron la mentalidad de los ejércitos latinoamericanos, y muy significativamente del chileno.
El segundo concepto o idea fue la internalización de una imagen del sí mismo: los militares eran los salvadores de la patria, la reserva moral de la Humanidad. Revestidos de un poder y de un mandato superior, se sienten los garantes de la paz y del orden.
La tercera idea postulaba que, una vez derrotado el enemigo, el modelo económico capitalista debía imponerse. Es así como los propios gobiernos militares, como en el caso de Chile, han sido los gestores y garantes de la economía de libre mercado actualmente en aplicación en A. Latina.
El aprendizaje de las técnicas de la Guerra Antisubversiva, los cursos sobre como debe realizarse una Guerra Psicológica, el adiestramiento sobre técnicas para interrogar y torturar, la elaboración de nuevas maniobras para eliminar al contrincante sin dejar huellas -como es el secuestro y la desaparición forzada de personas-, el pacto para negar, ocultar y protegerse frente a posibles investigaciones sobre su actuar, es el contexto en el cual hemos vivido.
A partir de la década de 1950, los países del continente sufrieron sucesivamente golpes militares cuando un clima creciente de reivindicaciones y movilizaciones podía conducir a cambios sociales profundos. Tras esos golpes militares se instalaron dictaduras que utilizaron la violencia de Estado como arma implacable para destruir al enemigo y someter a la población.
Estos golpes de Estado y las dictaduras que les siguieron se diferenciaron de los regímenes anteriores a la segunda guerra mundial porque ya no desembarcaron los Marines Norteamericanos sino que fueron los propios ejércitos de cada país los que intervinieron.
Durante estas últimas décadas América Latina muestra un cuadro particularmente grave de violaciones de los Derechos Humanos, no sólo del derecho a la vida sino también un desconocimiento de los mínimos logros alcanzados en materia de derechos económicos, sociales y culturales. Durante este período se vivirá un clima de terror permanente, de amedrentamiento, de falsos mensajes mediante la manipulación informativa que intenta el control de los sentimientos y de los diferentes mecanismos del miedo.
Simultáneamente, se dictaron leyes de amnistía o de punto final respecto de los responsables de los crímenes, las que mediante Tribunales Militares o Tribunales Ordinarios, carentes de independencia e imparcialidad, aseguran hasta hoy la impunidad en América Latina.
I. 2. El caso de Chile
El 11 de Septiembre de 1973 fue derrocado el gobierno constitucional del Presidente socialista Salvador Allende. Este hecho provocó un profundo quiebre institucional, que significó la destrucción del Estado de Derecho existente, junto a graves consecuencias políticas, individuales y sociales.
La Junta Militar de Gobierno, encabezada por el Comandante en Jefe del Ejército General Augusto Pinochet Ugarte e integrada por los Comandantes en Jefe de la Fuerza Aérea, de la Armada y el Director Nacional de Carabineros, asumieron el ejercicio total de los poderes constituyentes, legislativo y ejecutivo y la normativa que se impuso fue la dictación de Decretos Leyes.
El Decreto Ley Nº 1 denominado "Acta de Constitución de la Junta de Gobierno", devela lo que anteriormente hemos indicado, al señalar:
"con esta fecha se constituyen en Junta de Gobierno y asumen el Mando Supremo de la Nación, con el patriótico compromiso de restaurar la chilenidad, la justicia, y la institucionalidad quebrantada, conscientes de que ésta es la única forma de ser fieles a las tradiciones nacionales, al legado de los Padres de la Patria y a la Historia de Chile, y de permitir que la evolución y el progreso del país se encaucen vigorosamente por los caminos que la dinámica de los tiempos actuales exigen a Chile en el concierto de la comunidad internacional de que forma parte".
La Constitución vigente hasta ese momento quedó derogada tácitamente por las normas impuestas por la Junta Militar. El Poder Judicial si bien no fue intervenido, abdicó de sus funciones de velar por el respeto de los Derechos Humanos y en los hechos se subordinó a la normativa impuesta por la Junta de Gobierno.
Mediante otro decreto ley que aparece en el Diario Oficial del 22 de septiembre del mismo año se declara "que el Estado de Sitio que se había impuesto el 11 de septiembre debe entenderse como Estado o Tiempo de Guerra". Esta figura fue la base mediante la cual se sostiene la idea de la existencia de un enemigo al interior del país, al cual hay que combatir mediante una guerra irregular.
Asimismo, al ser derrocado el presidente de la República y disolverse el Congreso Nacional, dejaron de funcionar las instituciones políticas fundamentales de la democracia representativa que existía en el país. Mediante un decreto especial del 13 de Octubre de 1973, la Junta declaró "disueltos, prohibidos y considerados asociaciones ilícitas, a los partidos políticos, entidades, agrupaciones, facciones o movimientos que sustenten la doctrina marxista".
Caducaron todos los registros electorales, los que fueron incinerados por la Dirección del Registro Electoral (Decreto Ley ?130). Además, la Junta declaró la cesación de funciones de los alcaldes y regidores, procediendo en lo sucesivo a designar a los alcaldes, quienes pasaron a ser de su exclusiva confianza.
Desde el 12 de septiembre de 1973 y por el D.L. N° 6, el personal de la Administración del Estado, excluido el del Poder Judicial y de la Contraloría General de la República, quedó en calidad de interino. Posteriormente, el D.L. N° 98 declaró en reorganización todos los servicios públicos.
Mediante estos decretos y los actos de terrorismo de Estado iniciados el mismo 11 de septiembre, el poder quedó íntegramente en manos de las Fuerzas Armadas. Se inician así diecisiete años de dictadura, la cual no se diferenció mayormente de otras impuestas en América Latina durante la segunda mitad de este siglo.
Nota:1. El contenido de este capítulo se complementa con la primera parte del libro "Más Allá de las Fronteras", Serie Verdad y Justicia. Volumen V. CODEPU-DITT, Chile, 1996.