La Gran Mentira
La Gran Mentira

Capítulo Sexto
Qué pasó con los familiares

Los familiares de estas 119 personas junto a otras familias de detenidos desaparecidos, concurrían diariamente a la calle Santa Mónica, sede del Comité de Cooperación para la Paz. Allí, gracias a su propio trabajo y con el apoyo de abogados y personas solidarias, el 28 de mayo de 1975 habían presentado uno de los primeros recursos conjuntos ante la Corte de Apelaciones, y el 8 de julio, por primera vez, habían hecho lo mismo ante la Corte Suprema.

« Los abajo firmantes somos familiares de ciudadanos chilenos, la mayoría de los cuales nos consta que fueron arrestados por agentes de los servicios de seguridad y. posteriormente, sumidos a una incomunicación indefinida...».

¿Qué pasó con estos familiares al ver el nombre de sus hijos, cónyuges, compañeros, hermanos y leer la historia que sobre ellos se decía, al «conocer» detalles y circunstancias de sus muertes?

Perplejidad, incredulidad. Confusión, que pudo llegar a un estado crepuscular. Desorientación tempo-espacial, hipermnesias, exaltación incoercible de la evocación de los recuerdos.

Trastornos de la atención y de la concentración psíquica. Trastornos en la construcción del pensamiento por incapacidad de estructurar esquemas lógicos o esquemas ideo-verbales; por imposibilidad de seguir un razonamiento. Esta incapacidad de razonar se debía a veces a la imposibilidad de procesar ni siquiera el nombre que se leía, el que pronunciado una y otra vez, silabeado y repetido, no era sin embargo, integrado ni asumido. Y si finalmente lograba registrarse no llegaba a unirse a la persona ni a su imagen. Todo estaba disociado.

El impacto psicológico fue agudo y brutal. Todos estos síntomas y estados iniciales nos han sido relatados.

Y a pesar de que la mayoría de los familiares luego del trauma pensaron: «Que todo era falso», « que esas listas eran una mentira», « que lo que ahí se decía era imposible ». « que era una forma de amenazarlos, de amedrentarlos ». « que era tal vez, una forma de decirnos que no los buscáramos mas, porque estaban muertos». Surgieron las dudas, las contradicciones, las imaginerías angustiosas y la ambivalencia de escoger entre la vida y la muerte, persiste hasta hoy día.

Una madre recuerda los primeros momentos « Me encerré en el baño, ahí en el Comité, lloraba y lloraba. Luego me levanté y, sin poder contenerme, gritaba mientras me golpeaba la cabeza contra las paredes de un lado a otro. No podía ser...».

Y otra nos cuenta:« Cuando vi los titulares iba en un tren para Buenos Aires. No supe más, vomitaba, lloraba. Luego me vino diarrea y de ahí ya no recuerdo».

Además de estos cuadros de agitación angustiosa aguda, con importantes componentes neurovegetativos y perturbación de conciencia; muchos presentaron cuadros depresivos ansiosos intensos: trastornos del sueño, pérdida del apetito, falta de impulso vital.

Sin embargo, y a pesar de ello, todos incluso algunos que no habían ido antes al Comité de Cooperación para la Paz, siguieron trabajando para saber la verdad. Escribieron cartas a las autoridades, a los tribunales, a la Cruz Roja Internacional. Viajaron a Argentina a buscar, a enterarse por sí mismos. Realizaron campañas internacionales para informar. Hicieron nuevas presentaciones ante los tribunales:

«Si llegamos hasta tan alto Tribunal lo hacemos llenos de confianza o imbuidos del derecho que nos asiste de obtener una respuesta clara y definitiva a este agobiante problema que afecta a nuestros hogares con una indecible crueldad». (1)

Entretanto 95 presos políticos que se encontraban detenidos en el campo de prisioneros de «Melinka», en Puchuncaví, iniciaban una Huelga de Hambre indefinida. Ellos habían sido testigos de que los 119 estuvieron con ellos, entre ellos, en las casas secretas de la DINA.

A medida que pasaban los días y los meses y el ofrecimiento de investigar por parte del gobierno tampoco se cumplía; a medida, que pasaron los años y nunca nadie explicó ni respondió, los pilares de la impunidad: la falta de verdad y justicia, empezaron a provocar alteraciones en el acontecer psíquico.

Sin índices claros de referencia, sin poder discernir entre lo real y lo inventado; sin conocer los parámetros de la realidad, la exterioridad está distorsionada, alterada. « El mundo circundante, además de ser amenazante se volvió falso, extraño, incierto» (2)

¿Cuál era la verdad? ¿Estaban muertos, estaban vivos? ¿Dónde estaban? ¿Los estaban torturando? ¿Cómo estaban?

La duda, la desconfianza, la incertidumbre.

Si la verdad no existe no es posible construir un mundo interior estable. El sí mismo se llena de contradicciones casi imposibles de resolver.

¿Están muertos? ¿y si no? ¿Y si acepto que está muerto, soy yo quien lo maté? ¿cómo?, ¿dónde está?

La culpa, la rabia, la autodestrucción.

Paulatinamente, en muchos familiares el universo de la subjetividad se desestructuró. La vida, su vida, nunca más fue la misma. « Nunca más volví a ser lo que yo era».

Así también las relaciones humanas se trastocaron. El mundo social se restringió y las nuevas relaciones se llenaron de temor, de desconfianza.

Sin embargo, a pesar de la falta de verdad, los familiares siguieron exigiendo justicia. Con dignidad, con firmeza.

¿Qué significa para ellos esa fecha ? ¿Qué significa el 23 y 24 de julio de 1975 ?

Para algunos es una fecha « muy dolorosa». Para otros es una fecha que «no podemos olvidar». Para una madre « es el día de la mentira, de la gran mentira y no representa nada más que eso». Para otra: « Ese día se consumó la burla de la dictadura, su terrible crueldad.»

Desde entonces, cada 23 ó 24 de julio, en el país un pequeño grupo de familiares se juntan con las fotos de los 119, con sus nombres, y vuelven a preguntar ¿Dónde están?

¿Por qué la conmemoran?

La respuesta es unánime: «Para exigir la verdad»;« Para que nos respondan»;

« Para no dejar jamás de exigir justicia «.

Sin justicia no hay igualdad. Y aún más grave es esta ausencia cuando la necesidad de ella es para tener respuesta sobre la vida o la muerte. Sobre el destino de lo que se ama. Cuando la ambivalencia está planteada sobre la vida o la muerte de un ser querido, la agresión intrapsíquica es inconmensurable.

Pero no fue sólo esto lo que provocó sobre los familiares esta maniobra de guerra psicológica. Pues no sólo sembró la duda, la desconfianza, la incertidumbre, también que degradó la imagen del que a través de la prensa asesinaron.

De este modo, la impunidad absoluta en el caso de los 119 transformó al trauma inicial en un proceso continuo de duelo y de luchas, de derrotas y exigencias por parte de los familiares y de inmoralidades y rechazos por parte de la dictadura.

Para los que idearon y ejecutaron la Operación Colombo, ella se transformó en triunfo, en un ocultamiento perfecto. Y hasta hoy, en olvido quizás para siempre.

¿Olvidaron los torturadores, los asesinos, los ideólogos del engaño y del silencio? Ellos siguen guardando silencio.

Gran parte de la sociedad olvidó. ¿Qué es ésto?, ¿qué 119?

Pero, que duda cabe, todos internalizamos el miedo, la incertidumbre, las imágenes, las figuras de terror.

La Operación Colombo cumplió así su doble objetivo: dar una respuesta sobre los detenidos desaparecidos y actuar profunda y subrepticiamente en el mundo interior de las personas, en sus representaciones y pensamientos.


Notas:

1. De la solicitud de los familiares de los detenidos desaparecidos para el nombramiento de un de Ministro en Visita, fechado el 5 de septiembre de 1975.

2. Ver Paz Rojas, «Psicopatología de la Impunidad». Documento Tortura 10. Edición DIT-T.

CODEPU.


Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor- Derechos Human Rights el 05feb02
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