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10ene16
Un año de desesperanzas y futuro sombrío en Ucrania
El año 2015 significó para el Estado de Ucrania y toda la institucionalidad del país un período de un extenso letargo de desesperanza y miseria.
Basta remitirse al nivel de desempleo entre la juventud, la principal fuerza laboral de cualquier nación, superior al 20 por ciento, en tanto se disparó la cifra de trabajadores migrantes ilegales hasta un 41 por ciento. Unido a ello, ocurre un proceso de desindustrialización.
Es lamentable constatar que cientos de miles de ucranianos están prestos a buscar un sustento digno en cualquier país, ante la primera posibilidad.
Asimismo, más de dos millones de connacionales se convirtieron en refugiados o desplazados internos a causa del conflicto armado. La mayoría procede del Donbass (sureste de Ucrania), donde continúa la confrontación, pese a que las autoridades oficiales de Kiev achacan tal situación a "la agresión rusa", cuando el grueso de los ucranianos huye de las penurias económicas precisamente hacia Rusia.
De acuerdo con el Servicio Federal de Migración de Rusia, en territorio de la Federación se encuentran cerca de dos millones 500 mil ciudadanos de Ucrania, de los cuales un millón son originarios del Donbass -las regiones de Donetsk y Lugansk, "tradicionalmente pro rusas".
El resto, que representa un universo de un millón 500 mil personas, son refugiados de otras regiones de Ucrania, incluidos hombres jóvenes que huyen de las oleadas de alistamiento en el Ejército, en la mayoría de los casos hacia los territorios en conflicto.
La campaña propagandística del gobierno ucraniano apoyada en eslóganes patrióticos y el falso mito de que "el enemigo está a las puertas" y "Hora de levantarse en defensa de la Patria", es totalmente un fracaso.
El llamado al servicio militar sigue siendo una movilización forzosa. No existen prácticamente voluntarios deseosos de dar la vida y su salud por una inclusión violenta del Donbass dentro de Ucrania. Al mismo tiempo, en las repúblicas autoproclamadas independientes el alistamiento es voluntario.
Para inicios de 2016, el Ministerio de Defensa de Ucrania planea llevar a cabo la séptima oleada de movilización desde que estalló la operación a gran escala del ejército regular, en abril de 2014, para sofocar la resistencia en el sureste del país.
Como regla, son movilizados muchos de quienes fueron alistados al Donbass durante las tres primeras concentraciones, en la etapa de mayor beligerancia.
El Ejército nacional, empero, exhibe un bajo nivel de preparación militar y organización. De acuerdo con un informe del Ministerio de Defensa, las pérdidas fuera de combate dentro de las tropas ucranianas en las zonas de conflicto durante 2014 y 2015 ascendieron a 597.
De esa cifra, 171 soldados cometieron suicidios y 90 fueron víctimas de asesinatos premeditados (64 por colegas de filas); 39 por envenenamiento; 119 en accidentes de tránsito y 66 a causa de descuidos en el manejo de armas.
Engrosan las estadísticas, de otro lado, las bajas en combate. El ministerio castrense estima las pérdidas en dos años de guerra en dos mil 27 efectivos muertos, número que no se corresponde con la realidad sobre el teatro de operaciones.
Durante el verano y el otoño de 2014, el ejército ucraniano sufrió una serie de derrotas demoledoras. Hubo innumerables ocasiones en que los soldados cruzaron hacia territorio ruso en procura de protección, al huir de los golpes de los milicianos.
Informaciones transmitidas por la televisión local dieron cuenta sobre el destino de los oficiales que permitieron a la soldadesca huir a Rusia y fueron llevados a los tribunales por Kiev, tras su retorno al país.
Como constatan los hechos "in situ", las autoridades ucranianas modificaron su táctica en el Donbass, al pasar de acciones militares de gran escala a "una guerra diversionista".
En apenas medio año fueron asesinados varios reconocidos comandantes del Ejército de la autodeclarada República Popular de Lugansk. Los cálculos de Kiev son errados y muy poco servirá la eliminación física de dirigentes populares.
Deberían proponer a la población algo más a cambio. En lugar de proyectos para el desarrollo socio-económico y la constitución política de las regiones, como estipulan los acuerdos de Minsk, de febrero de 2015, Kiev amenaza al Donbass con la prolongación de la guerra, para lo cual carece de recursos.
Al mismo tiempo, el Ejército ha quedado desmoralizado por las disputas internas entre los eslabones del Gobierno, como es el caso del escándalo entre el ministro de Interior, Arsen Avakov, artífice de la operación de limpieza en el Donbass, y el gobernador de Odessa y expresidente georgiano, Mijail Saakashvili, reclamado en su país por varios delitos graves y despojado de la ciudadanía.
La enconada discordia, que ocupó grandes titulares de la prensa, no solo local, y reportajes de televisión, puso al desnudo la gravedad de las contradicciones en las altas esferas del poder en Ucrania.
Vale aclarar que por fortuna ni Avakov ni Saakashvili gozan de autoridad entre los ciudadanos de a pie. El primero fue sospechoso en algún momento de delitos económicos y estuvo prófugo de la policía; mientras el segundo fracasó como presidente con la aventura militarista en 2008 contra Osetia del Sur, apoyándose en la ayuda militar del régimen pro-estadounidense del entonces mandatario ucraniano Víktor Yúschenko.
Todo 2015, en Ucrania, transcurrió bajo el signo de una enconada lucha política: los conflictos del presidente Petro Poroshenko y el gobernador de la región de Dniepropetrovsk, Igor Kolomoiski, de éste y el líder del Partido Radical, Oleg Lyashko, y otros escándalos.
El país ingresa en 2016 en situación de debilidad económica y política. Los expertos intentan adivinar si Kiev continuará la guerra en el Donbass. Me arriesgo a suponer que no habrá acciones militares de la envergadura de las realizadas en el verano de 2014.
Mas, la guerra tendrá un carácter prolongado, lento y agotador. Tal formato resulta ventajoso para el principal patrocinador de Kiev, Washington. Cabe recordar que el conflicto en el Donbass fue la respuesta de Estados Unidos al proyecto ruso de integración euroasiática.
Al no aceptar a un concurrente cerca de su esfera de influencia, Washington organizó el golpe de Estado en Kiev (el 22 de febrero de 2014) y llevó al poder a los políticos pro-fascistas.
Con las manos de esos políticos, el gobierno estadounidense resolvió el problema de la propagación en Occidente de la ideología de la integración euroasiática. Y por otra parte, no cabe hablar de una incorporación de Ucrania a la Unión Económica Euroasiática, conformada por Rusia, Belarús y Kazajstán como la troika fundadora, y ampliada luego con Armenia y Kirguistán.
De esa manera, la locomotora de la integración euroasiática (en el espacio postsoviético) recibió un duro golpe, al punto de ralentizar su desarrollo.
Es probado el interés de Estados Unidos de convertir el conflicto en el Donbass en una herida siempre abierta para Rusia, que le cause desvío de recursos diplomáticos, políticos, económicos y militares, al tiempo que impida a Moscú centrarse en dar continuidad al proyecto de integración euroasiática.
Por ello, 2016 significará para el Donbass un año de guerra de baja intensidad en el trasfondo de la histeria antirrusa de Kiev.
La prensa occidental apoya esa histeria, pese a las repetidas mentiras conque las autoridades ucranianas asustaban al mundo con historias sobre una supuesta invasión rusa, y diplomáticos norteamericanos y europeos fingían que en realidad el ejército ruso combatía en el sureste ucraniano.
Lo cierto es que en más de año y medio de guerra, ni los periodistas ucranianos ni los extranjeros captaron en sus cámaras y lentes fotográficos presuntas caravanas de tanques rusos ni brigadas de tropas regulares.
A Ucrania, sin embargo, le esperan oleadas de descontento social en el transcurso de 2016, lo cual agudizará la inestabilidad interna y conducirá inexorablemente al debilitamiento de la institucionalidad estatal.
Unido a ello, la alarmante concentración y tenencia de armas en el país y la salida a la escena de la alta política de agrupaciones neofascistas convertirá esos problemas en amenazas permanentes irresueltas.
Vladislav Gulevich es un politólogo ucraniano, colaborador de Prensa Latina. El trabajo fue traducido por Odalys Buscarón Ochoa, corresponsal jefa de PL en Rusia.
[Fuente: Por Vladislav Gulevich, Prensa Latina, Kiev, 10ene16]
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