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27abr18
"No habrá más guerra en la Península de Corea"
En la histórica cumbre celebrada este viernes en su frontera del Paralelo 38, las dos Coreas se han comprometido a la «completa desnuclearización» de la Península y a firmar un tratado de paz que ponga fin a la guerra que ambos países libraron hace más de seis décadas, que terminó solo con un armisticio.
«No habrá más guerra en la Península de Corea, hemos empezado una era de paz», declaró con satisfacción el presidente surcoreano, Moon Jae-in, tras haberse reunido durante todo el día con el dictador del Norte, Kim Jong-un, en el puesto fronterizo de Panmunjom. Ambos comparecieron ante las cámaras de la televisión nacional bajo las escalinatas de la Casa de la Paz, el edificio de este complejo militar que ha albergado sus encuentros durante la mañana y la tarde. «Hoy, el presidente Kim y yo hemos afirmado que conseguir una Península Coreana no nuclear es nuestro objetivo común», señaló Moon, quien dejó claro que «el Sur y el Norte colaborarán más estrechamente para lograr la completa desnuclearización».
A su lado, Kim Jong-un asentía enfundado en un traje «tipo Mao» de color negro en la que era su primera intervención en directo en televisión, ya que todas sus apariciones y discursos en Corea del Norte están grabados. «Nos hemos llevado mucho tiempo reunirnos a las dos Coreas», comenzó diciendo con su característica voz ronca, de la que se le escapaba un ligero resuello que denotaba cierto cansancio. «Somos la misma gente y tenemos la misma sangre, que no pueden separarse. Espero que podamos vivir en paz muy pronto», confió tras indicar que había empezado «una nueva era», el lema de esta cumbre.
En la Declaración de Panmunjom, que ambos habían firmado instantes antes, «los dos líderes declararon solemnemente ante las 80 millones de personas de nuestra nación y el mundo entero que no habrá más guerra en la Península Coreana y que ha comenzado una nueva era de paz». Tal y como recoge el comunicado, «el Sur y el Norte reafirmaron su acuerdo de no agresión y que no usarán ninguna forma de fuerza contra el otro». Una declaración de intenciones encaminada a rebajar la tensión militar que han vivido las dos Coreas durante los últimos años por los ensayos nucleares y de misiles del régimen estalinista de Pyongyang. Con el fin de que no vuelvan a repetirse, «el Sur y el Norte acordaron conseguir la reducción gradual de sus armas cuando sus tensiones militares hayan sido eliminadas y la confianza prácticamente establecida».
Tras firmar la declaración conjunta, ambos se fundieron en un abrazo, otro sorprendente gesto de esta cumbre que ha estado plagada de símbolos y momentos de especial trascendencia. El más significativo fue el paseo que ambos dirigentes emprendieron alrededor de Panmunjom tras plantar un árbol, un pino que había brotado el año que acabó la guerra, como metáfora de paz y prosperidad. Durante una media hora, Kim Jong-un y Moon Jae-in se sentaron ante una mesa de una pasarela de madera para beber té y charlar a solas, sin asesores a su lado. Una «charla privada», como la definía la televisión, pero que se estaba viendo en directo en toda Corea del Sur y en el centro de prensa, donde se han acreditado más de 2.800 periodistas. Entre explicaciones, gestos con las manos y rostros serios salpicados por alguna sonrisa, los dos hombres hablaron frente a frente en un clima de mucha cercanía. Más allá de las declaraciones oficiales y los comunicados conjuntos, el futuro de Corea dependerá de dicha conversación bajo el piar de los pájaros de Panmunjom.
En juego está la cumbre que, a finales de mayo o principios de junio, Kim Jong-un celebrará con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Su encuentro será decisivo para el periodo de distensión que se ha abierto entre las dos Coreas, cuyos acuerdos de este viernes no dejan de ser una mera declaración de intenciones con poca efectividad práctica.
Aunque sus dirigentes se han comprometido a desnuclearizar la Península, Kim Jong-un no renunciará a sus armas atómicas, o a parte de ellas, sin antes asegurarse de que Washington le garantice que no intentará derrocar su régimen. Y lo mismo puede decirse de su intención de lograr el tratado de paz que concluya la guerra librada entre 1950 y 1953, que deberán firmar los otros dos países combatientes que sellaron el armisticio: EE.UU. y China.
Al margen de estas dificultades, la cumbre abre un nuevo capítulo de acercamiento entre las dos Coreas, que persiguen mejorar sus relaciones bilaterales. Entre los aspectos más concretos, acordaron retomar las reuniones de las familias separadas por la guerra el próximo 15 de agosto, coincidiendo con el Día de la Liberación de la ocupación japonesa. Este es uno de los dramas más sensibles de la división coreana, ya que miles de familias del Norte y el Sur quedaron separadas tras el fin de la guerra y no han vuelto a verse desde entonces.
Otro de los puntos más importantes de la declaración conjunta, pero también más difíciles, es la conexión ferroviaria entre las dos Coreas, que lleva pendiente desde hace más de una década. Para estrechar sus contactos, ambos mandatarios estarán conectados por una telefónica directa y, en otoño, el presidente surcoreano, Moon Jae-in, visitará a Kim Jong-un en Pyongyang, en otra cumbre que también será histórica. De lo que no dijeron ni una sola palabra fue de mejorar la situación de los derechos humanos en Corea del Norte, el régimen más represivo del mundo y donde decenas de miles de presos languidecen en sus campos de trabajos por motivos políticos.
[Fuente: Por Pablo M. Diez, ABC, Madrid, 27abr18]
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