Información
Equipo Nizkor
        Tienda | Donaciones online
Derechos | Equipo Nizkor       

10jun13

English


Construyendo los Estados Unidos en un estado de vigilancia secreta


"En Dios confiamos", así empieza una vieja broma de la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos que sigue "al resto los monitoreamos".

A la luz de las revelaciones de la semana pasada acerca de las actividades de espionaje de la NSA dentro de Estados Unidos, el dicho está más cerca de la profecía que de la broma.

Primero, el Guardian ofreció detalles acerca de una redada teléfónica dentro del país en la que Verizon se vio obligada a suministrar a la NSA los detalles de todas las llamadas domésticas, incluso las de carácter local. A continuación el Guardian y The Washington Post revelaron otro programa de vigilancia masivo de la NSA, llamado Prisma, en cuyo marco se requiere a las grandes compañías de internet del país que transmitan secretamente a la NSA todo tipo de datos, incluidos correo electrónico, fotos, videos, servicios de chat, transferencia de archivos, datos almacenados, logins y datos de video conferencia.

Mientras que el Gobierno de Obama y los miembros del comité de inteligencia del Senado defienden el espionaje como algo crucial en la lucha contra el terrorismo, esto es sólo el último capítulo en el casi un siglo de presión sobre las empresas de telecomunicaciones para que colaboren en secreto con la NSA y sus predecesores. Como quiera que los impresionantes avances tecnológicos permiten que cada vez pase más información personal a través de dichos enlaces, crece exponencialmente el peligro de que los Estados Unidos se conviertan en donde la interceptación secreta y masiva de comunicaciones sea la norma.

El incremento en la dotación presupuestaria que siguió al 11 de septiembre de 2001 se tradujo en tantos miles de millones de dólares para la NSA que ésta entró en un desenfrenado crecimiento y también amplió su capacidad de escucha enormemente. Se habilitaron cuartos secretos en las instalaciones de los gigantes de las telecomunicaciones, como el "switch" de 10 pisos de la AT&T en San Francisco. Allí, copias espejo de los datos de entrada y los cables telefónicos son direccionadas hacia habitaciones repletas de equipos especiales de hard y software de filtrado de correo electrónico y llamadas telefónicas para su transmisión a la NSA para su análisis.

Se lanzaron nuevos satélites espía y se construyeron nuevos puestos de escucha, como el centro de operaciones recién inaugurado cerca de Augusta, Georgia. Diseñado para acoger más de 4.000 puestos de escucha, es la mayor base de espionaje electrónico del mundo.

Mientras tanto, en el Laboratorio Nacional de Oak Ridge en Tennessee, donde se realizó un trabajo de alto secreto sobre la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial, la NSA está construyendo en secreto el ordenador más rápido y potente del mundo. Diseñado para funcionar a una velocidad exaflop y ejecutar así un trillón de operaciones por segundo, será capaz de procesar y filtrar enormes cantidades de datos, por ejemplo, todos los números de teléfono marcados en los Estados Unidos a diario.

Hoy la NSA es la organización de espionaje más grande del mundo; tiene decenas de miles de empleados y su sede ocupa un complejo del tamaño de una ciudad en Fort Meade, en Maryland. Sin embargo, en 1920, su primer antecesor, conocido como la Cámara Negra (Black Chamber), cabía en una angosta casa situada en el 37 de East Street, en Manhattan.

La Primera Guerra Mundial había terminado hacía poco, así como la censura oficial, y, la Ley de Radio Comunicación de 1912 estaba de nuevo en vigor. Esta legislación garantizaba el secreto de las comunicaciones electrónicas e imponía duras sanciones a los empleados de las compañías telegráficas que divulgaran el contenido de un mensaje. Para la Black Chamber, sin embargo, la norma representaba un gran obstáculo a superar, incluso ilegalmente si fuera necesario.

De este modo, el jefe de la Black Chamber, Herbert O. Yardley, y su superior en Washington, el general Marlborough Churchill, jefe de la División de Inteligencia Militar, realizaron una visita al 195 de Broadway, en el centro de Manhattan, sede de la Western Union. Ésta era la mayor compañía de telegramas de la nación, el correo electrónico de entonces.

Los dos funcionarios del gobierno tomaron el ascensor hasta el piso 24 para reunirse en secreto con el presidente de la Western Union, Newcomb Carlton. Su objetivo era convencerle de que les concediera acceso secreto a las comunicaciones privadas a través de los cables de su compañía.

Resultó más fácil de lo que Yardley había imaginado. "Después de que los hombres hubieran puesto todas las cartas sobre la mesa", Yardley describía más tarde, "El presidente Carlton parecía ansioso por hacer cuanto pudiera por nosotros. '"

A lo largo de las últimas décadas este patrón se ha repetido una y otra vez. La NSA, o un precursor, llegó a acuerdos secretos con las principales compañías de telecomunicaciones del país y obtuvo acceso ilegalmente a las comunicaciones privadas de los estadounidenses.

En un episodio muy citado, el influyente estadista republicano Henry L. Stimson aparecía profundamente ofendido por la noción misma de fisgoneo en las comunicaciones privadas de las personas. Como nuevo secretario de Estado en 1929, Stimson cerró la Black Chamber con la frase ahora inmortal de "Los caballeros no leen entre ellos su correo".

No obstante, cuando el presidente Franklin D. Roosevelt nombró posteriormente a Stimson Ministro de Guerra durante la Segunda Guerra Mundial, Stimson cambió de opinión. Quería escuchar secretamente cuanta comunicación fuera posible, especialmente si ésta venía de los alemanes y los japoneses.

Una vez acalladas las armas de la Segunda Guerra Mundial, las legislación sobre privacidad en las comunicaciones entró de nuevo en vigor. De este modo, el general de brigada W. Preston Corderman, jefe del Servicio de Inteligencia de Señales (SIS) - otra iteración anterior a la NSA - se encontró con el mismo dilema que Yardley enfrentó después de la Primera Guerra Mundial: la falta de acceso a los cables que entran, salen o circulan por el país.

Así, una vez más, se llegó a acuerdos con las principales compañías de telégrafo - los proveedores de Internet de la época - para garantizar al SIS (y más tarde a la NSA) el acceso secreto a sus comunicaciones.

En base a la operación codificada como "Operación Shamrock", los agentes llegaban en horas de la medianoche a la puerta trasera de cada una de las sedes de las empresas de telecomunicación de Nueva York; recogían todo el tráfico telegráfico de ese día y lo llevaban a una oficina tapadera que aparentaba ser una empresa de procesamiento de cintas de televisión. Allí utilizaban una máquina para el duplicado de todas las cintas de computadora en que estaban almacenados los telegramas y, horas después, devolvían las cintas originales a la compañía.

El acuerdo secreto se mantuvo por 30 años. No se le puso fin hasta 1975, cuando la nación se vio conmocionada por una serie de sorprendentes revelaciones de inteligencia descubiertas por una investigación del Congreso encabezada por el senador Frank Church.

La ilegalidad y la gran amplitud de esta operación sorprendió tanto a la izquierda como a la derecha, a republicanos y demócratas. Los partidos se pusieron de acuerdo en una nueva ley para garantizar que algo así no volviera nunca a ocurrir. Conocida como la Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera (Foreign Intelligence Surveillance Act), esta legislación supuso la creación de un tribunal secreto, el Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Extranjera, para asegurar que la NSA sólo escuchaba clandestinamente a los estadounidenses cuando había causa probable para sospechar que estaban involucrados en graves delitos contra la seguridad nacional, tales como espionaje o terrorismo.

Durante más de un cuarto de siglo, la NSA obedeció esta ley. La agencia de inteligencia orientó sus gigantes orejas hacia el exterior, lejos de la vida cotidiana de los estadounidenses. Pero todo eso cambió poco después del 11 de septiembre de 2001, cuando la administración Bush comenzó su programa de interceptaciones telefónicas sin orden judicial.

Una vez más, el director de la NSA solicitó la cooperación secreta de la industria de las telecomunicaciones de la nación para tener acceso a sus canales de comunicación y enlaces. Una vez más, a pesar de la violación de las leyes y de la privacidad de sus decenas de millones de clientes, las compañías dieron su aquiescencia. Finalmente, cuando se descubrió la operación, varios grupos presentaron demandas contra las empresas y el Congreso aprobó una ley para concederles inmunidad.

Así, durante unos 100 años, cada vez que el gobierno ha llamado a la puerta de la industria de las telecomunicaciones y les ha pedido que violen la ley y le entreguen millones y millones de comunicaciones privadas, las empresas de telecomunicaciones se han replegado a la petición. Por qué no, si sabían que nada les ocurriría en caso de violar la ley.

Ahora, como resultado de estas nuevas revelaciones, parece que la NSA ha ido de nuevo a Verizon y a otras compañías telefónicas, así como a muchas de las grandes compañías de Internet, y ha obtenido acceso secreto a millones, si no a miles de millones, de comunicaciones privadas. Todavía hay muchas preguntas sobre qué se utilizó como justificación legal, si es que se ha usado alguna.

Sin embargo, a diferencia de Yardley y la Black Chamber, los peligros actuales de la cooperación secreta entre la industria de las telecomunicaciones y de Internet y la NSA son incomparables. Los únicos datos que la tecnología de aquel entonces podía poner en manos del Gobierno eran los telegramas, que, como promedio, eran enviados o recibidos por poca gente.

En cambio en la actualidad, el acceso a los registros telefónicos y la actividad en Internet de una persona puede proporcionar un cuadro muy íntimo de su vida.

Los datos de las comunicaciones telefónicas revelan a quién se llama, adónde se llama, la frecuencia con que se llama a alguien, desde dónde se llama y el tiempo que se habla con cada persona. Los datos de Internet ofrecen el contenido del correo electrónico, búsquedas de Google, imágenes e información personal y financiera.

Vivimos en una era en la que el acceso a la cuenta de correo electrónico de alguien y a sus búsquedas en la web pueden dibujar un cuadro más detallado de su vida que el más personal de los diarios. En una democracia no debieran permitirse los acuerdos secretos entre las agencias de inteligencia y las compañías de comunicación. Hay demasiado en riesgo.

En un polvoriento rincón de Utah, la NSA está ultimando la construcción de un nuevo edificio gigantesco, un almacén de datos de un millón de pies cuadrados para almacenar los miles de millones de comunicaciones que está interceptando. Si se sigue continuando con la centenaria costumbre de acuerdos secretos entre bambalinas entre la NSA y las compañías de telecomunicaciones, podemos todos terminar digitalmente allí.

Contrariamente a lo que Simpson pudo haber afirmado, los caballeros (y las señoras) si leen entre ellos su correo, al menos si trabajan para la Agencia de Seguridad Nacional.

Y en el futuro, dado el incontenible impulso de la NSA en materia de tecnologías avanzadas, la agencia también puede ser capaz de leer nuestros pensamientos, así como nuestro correo electrónico.

[Fuente: James Bamford, Reuters, 10jun13. Traducción al castellano de la versión original en inglés realizada por el Equipo Nizkor el 20jun13]

Tienda de Libros Radio Nizkor On-Line Donations

Privacy and counterintelligence
small logoThis document has been published on 29Jul13 by the Equipo Nizkor and Derechos Human Rights. In accordance with Title 17 U.S.C. Section 107, this material is distributed without profit to those who have expressed a prior interest in receiving the included information for research and educational purposes.