Este personal era personal médico. Sin la asesoría, la
ayuda administrativa y técnica, y la participación directa de médicos y
enfermeros, estos crímenes no hubieran sido posibles.
Fue un comité de especialistas médicos el que decidió sobre la técnica más
eficiente del asesinato: la cámara de gas. Y lo hicieron voluntariamente.
Hitler, ante el temor del escándalo, había asegurado que nadie estaría
obligado a participar en las acciones de la campaña siniestra de "eutanasía".[8]
Y de hecho, no se sabe de ningún acto represivo del régimen contra los pocos
médicos o psiquiatras que se negaron a participar en los actos del exterminio.
Simplemente fueron alejados de los grupos de planificación de los crímenes.[9]
Pero no fueron aquellos médicos que habían mantenido intacta su conciencia
humana y la vigencia de las normas éticas de su profesión, quienes dominaron
el discurso profesional después de la derrota del nacionalsocialismo, ni
mucho menos llegaron a posiciones claves en sus gremios respectivos.
Mientras fue callado el informe de Mitscherlich sobre el proceso de
Nuremberg - que de ninguna manera era agresivo sino marcado de una
búsqueda a veces bordando la empatía, de comprender lo que había pasado -,
entre la gran mayoría de los médicos reinaba un compañerismo y un espíritu
de cuerpo en que la ética y la justicia no tenían lugar, y menos la conciencia
y la consideración de las víctimas.
La "anestesia moral" frente a los sufrimientos de las víctimas de los
experimentos y de la eutanasía que Víctor v. Weizsäcker diagnosticó en 1947
para los médicos que colaboraban con los nazis, se perpetuó después de la
guerra a través de la complicidad con los culpables, inclusive con algunos
criminales de primer rango. Baste un solo ejemplo: El profesor Werner
Heyde, psiquiatra y funcionario de la SS, era uno de los organizadores de la
matanza de personas "indignas de vivir". Personalmente dispuso el asesinato
de varios miles de pacientes de distintas clínicas y de internos de campos de
concentración. Detenido después de la guerra, escapó en un traslado de
prisioneros, para instalarse nuevamente, a partir de 1950, como
psiquiatra, con el apellido de "Dr. Sawade". En los próximos nueve años
trabajó como perito psiquiátrico, elaborando unos 6.000 peritajes para el
instituto (público) de seguridad social. Como es natural, y se ha establecido
ahora, la identidad de "Dr Sawade" era conocida por sus superiores y colegas
directos, y por un gran número de médicos de la región. Ninguno decidió
denunciarlo ante las autoridades judiciales o gremiales, hasta que fue
descubierto a raíz de un conflicto privado con un colega.[10] "Nadie quería, por
espíritu profesional y por decencia, entregar a un colega y conciudadano a la
autoridad de los ocupadores."[11]
Hasta hoy, los altos funcionarios de los gremios médicos alemanes son muy
reticentes a aceptar la culpa de los colaboradores médicos del régimen nazi. A
la carta que en 1987 una estudiante de medicina escribió al presidente del
Colegio Nacional de Médicos, el Dr. Karsten Vilmar, preguntándole cómo era
posible que ese gremio permitió el ejercicio de la profesión durante más de
40 años a algunos asesinos responsables de la muerte de miles de enfermos,
Vilmar replicó, que le parecía que la estudiante no entendía los principios
básicos de un estado de derecho, que no le permitían sanciones "arbitrarias"
contra personas que no han sido condenadas por la justicia.[12]
Apoyándose mutuamente, las autoridades judiciales y gremiales médicas
lograron evitar una condena por lo menos moral de aquellos que partíciparon
en la liquidación de miles de personas. "Decencia y espíritu profesional"
hicieron de los asesinos presuntas víctimas de "discriminación arbitraria",
mientras que las verdaderas víctimas quedaron puestas al lado del olvido.
Cuando los hechos ya no se podían negar, continuó la negación de la culpa.
Frente a los sucios y cobardes asesinatos de personas en estado extremo de
indefensa, algunos insistieron en hablar del "honor".
Pero no todos quisieron participar de tal perversión de valores. La estudiante
mencionada no fue la única que escribió cartas. Y una nueva generación de
médicos, inspirada por personas excepcionales de la vieja generación tal
como Mitscherlich, Richter y otros, se dedicó al estudio sistemático de la
complicidad médica con los crímenes nazis. La bibliografía acumulada en los
ú ltimos años sobre el tema es impresionante. Y no quedaron solo en la
investigación del pasado. Buscaron sacar las enseñanzas de las culpas del
pasado para el presente. La memoria de las atrocidades de los nazis fue un
incentivo para enfrentar los crímenes de la actualidad, no sólo para la
generación de los sobrevivientes.
El Dr. Christian Pross quien investigó detalladamente las insuficiencias de
los tímidos intentos oficiales de indemnización y reparación de las víctimas
de los nazis[13], fue cofundador, en 1992, del importante Centro de
Rehabilitación de Víctimas de la Tortura de Berlín, el centro más grande de
Alemania. Sus estudios históricos y sociológicos sobre el efecto de la falta de
verdadera reparación en las víctimas, le ayudan a entender los efectos de la
tortura como síntoma de una enfermedad que se llama impunidad. "Cada
absolución de un perpetrador me cuesta dos semanas de sueño", le decía uno
de sus pacientes en el Centro de Berlín.[14]
En el mismo salón en que hace más de 50 años habían sido presentados los
resultados "científicos" de los experimentos mortales sobre la baja presión
del Dr. Rascher, el congreso internacional que la IPPNW organizó en
Nuremberg, el tema de los "médicos sin conciencia" fue un punto de partida
para un amplio debate de los problemas actuales de la profesión médica.
"Medicina y Conciencia", el lema del congreso, nos quiso recordar que estos
dos conceptos son inseparables. Quiso recordar que la responsabilidad del
médico no termina ante el poder político. Los médicos reunidos en Nuremberg
dieron así pautas para un debate que de ninguna manera es exclusivo de la
profesión médica.
Si la historia de la profesión médica alemana muestra tristemente hasta que
grado sus miembros compartían culpas en los crímenes de lesa humanidad de
los nazis, lo mismo vale para muchas otras profesiones. Basta estudiar las
investigaciones pioneras de Ernst Klee respecto al comportamiento de los
profesores, juristas y, hay que decirlo, teólogos.[15] El panorama en todos los
sectores profesionales de la sociedad civil, y son ellos quienes articulan más
que otros esa sociedad civil, se parece de manera alarmante. No sólo la
inteligencia y la sabiduría no impiden la participación en los crímenes más
horrendos. La capacidad de los gremios representativos de los profesionales
de velar por la conciencia del ejercicio de la profesión, y de rectificar
comportamientos incompatibles con los principios éticos a los cuales todos se
suscriben, muchas veces resulta insuficiente.
Lo sucedido en la Alemania post-nazi nos enseña, entre otras muchas cosas,
que el mundo de la sociedad civil y el de la justicia penal no son separados. La
impunidad de crímenes de lesa humanidad ante la justicia penal, con
frecuencia viene precedida, o acompañada, de una falta de conciencia ética en
los sectores de la sociedad de donde provienen los perpetradores. El
compañerismo gremial resulta muchas veces coadjuvante en la negación de
justicia ante las cortes. Los que reclamamos justicia ante el poder judicial,
no podemos lavarnos las manos en la sociedad civil. La condena moral que la
sociedad no pronuncia, difícilmente se transformará en sentencia judicial. La
impunidad, en fin, en la democracia no es más que el síntoma de una sociedad
sin conciencia.
NOTAS:
(1) Un buen resumen y análisis de la participación de los médicos en los
crímenes nazis, así como del proceso contra ellos en Nuremberg, se
encuentra en el libro de Horacio Riquelme: "Entre la obediencia y la
oposición. Los médicos y la ética profesional bajo la dictadura militar",
Caracas 1995; como indica el título del libro, el capítulo sobre la medicina
nazi forma parte de un análisis global sobre los problemas éticos de la
medicina en dictaduras, especialmente de América Latina.
(2)Alexander Mitscherlich/Fred Mielke (eds.): Medizin ohne
Menschlichkeit. Dokumente des Nürnberger Ärzteprozesses, Frankfurt
1960, p. 183s.
(3) Alexander Mitscherlich/Fred Mielke (eds.): Medizin ohne
Menschlichkeit. Dokumente des Nürnberger Ärzteprozesses, Frankfurt
1960, p. 19
(4) Médicos Internacionales por la Prevención de la Guerra Atómica
(5) Brasil: Nunca Mais, Petrópolis 1985, pp. 230-238
(6) Sergio Pesutiç: "Los profesionales de la salud y la tortura:
Responsabilidades, riesgos y exigencias", en: CODEPU: "Persona, Estado,
Poder. Estudios sobre Salud Mental", vol. II, Santiago de Chile 1996, pp.
87-100
(7) Ernst Klee: "'Den Hahn aufzudrehen war ja keine große Sache.'
Vergasungsärzte während der NS-Zeit und danach", en: Dachauer Hefte 4,
München 1988, pág.1
(8) Ernst Klee: "'Den Hahn aufzudrehen war ja keine große Sache.'
Vergasungsärzte während der NS-Zeit und danach", en: Dachauer Hefte 4,
München 1988, pág. 5
(9) cf. Alexander Mitscherlich/Fred Mielke (eds.): Medizin ohne
Menschlichkeit. Dokumente des Nürnberger Ärzteprozesses, Frankfurt
1960, p. 375; Horst-Eberhard Richter: Medizin und Gewissen, discurso de
apertura en el congreso "Medizin und Gewissen", Nuremberg 25 de octubre,
1996, p. 6 del manuscrito.
(10)Horst-Eberhard Richter: Medizin und Gewissen, discurso de apertura
en el congreso "Medizin und Gewissen", Nuremberg 25 de octubre, 1996, p.
7/8 del manuscrito.
(11) Testimonio judicial del profesor de psiquiatría Gerhard Kloos, citado
por Ernst Klee: "'Den Hahn aufzudrehen war ja keine große Sache.'
Vergasungsärzte während der NS-Zeit und danach", en: Dachauer Hefte 4,
München 1988, p. 20.
(12)Ernst Klee: "'Den Hahn aufzudrehen war ja keine große Sache.'
Vergasungsärzte während der NS-Zeit und danach", en: Dachauer Hefte 4,
München 1988, p. 19.
(13)Christian Pross: Wiedergutmachung, Frankfurt 1988
(14)Christian Pross: "'Jeder Freispruch eines Täters kostet mich zwei
Wochen Schlaf.' Gesellschaftliche und individuelle Bewältigung des Traumas
am Beispiel der DDR", en: Sepp Graesner, Norbert Gurris, Christian Pross
(eds.): Folter. An der Seite der Überlebenden Unterstützung und Therapien,
München 1996, p. 168
(15)Ernst Klee: Was sie taten - Was sie wurden, Frankfurt 1986