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14ago06
Cómo lograron desbaratar el complot terrorista contra los vuelos en Londres.
El llamado que el guardaespaldas de Mati-ur-Rehman, el jefe operativo de Al Qaeda en Pakistán, hizo desde Karachi a Londres aceleró todo. El hombre decía que habían arrestado al contacto de la red terrorista con Gran Bretaña, Rashid Rauf, y que había que ejecutar el plan lo antes posible. El MI5, el servicio secreto británico, interceptó la llamada y lanzó el alarma general. El "plan" ya se conocía desde hacía unos días. Iban a lanzar al menos a 20 kamikazes que con triperóxido de triacetona (TATP), un explosivo líquido más conocido como "la madre de Satán", harían explotar aviones en vuelo entre Gran Bretaña y Estados Unidos. Un espía en la comunidad musulmana de Londres estaba al tanto de que varios jóvenes británicos de origen paquistaní se preparaban para morir en los atentados y llevarse con ellos a los pasajeros de al menos 10 aeronaves, unas 3.000 personas. Planeaban un atentado tan grande como el 11/S.
De acuerdo al relato de un portavoz del servicio secreto interno británico, el informe del Foreign Office (cancillería británica) para la prensa extranjera y detalles ventilados por la prensa británica y paquistaní, Clarín pudo reconstruir cómo se descubrió el complot.
Eran las cinco de la tarde del miércoles 9 de agosto cuando el MI5 mandó la primera unidad a pararse sobre la Queens Road de Walthamstow, en el East London, uno de los barrios del área conocida como el "Londonistán", donde vive un millón de musulmanes. Vigilaban la casa de Waheed Zaman, un joven estudiante de bioquímica, miembro del Consejo Universitario de la Universidad Metropolitana de Londres. La camioneta desde donde los espías seguían los movimientos de Zaman se paró justo frente a la mezquita Masjid-e-Umer, asociada a la organización Tablighi Jamaat, que supuestamente está dedicada a la caridad pero que desde hace años viene siendo señalada como pantalla financiera de gente asociada a Al Qaeda. Varios de sus miembros fueron detenidos e interrogados en Tandil, en la Argentina, hace unos meses.
Esa mañana del 9 de agosto, el primer ministro Tony Blair tuvo que tomar la decisión de irse o no a sus vacaciones planeadas en Barbados con toda la familia. Si se quedaba, todos sospecharían que había una crisis demasiado importante. Decidió viajar y dejar todo en manos de John Reid, el Home Secretary, el equivalente al ministro del Interior, un hombre controvertido y famoso por su mano dura. Antes de partir, Blair hizo el primer llamado al presidente de Estados Unidos George W. Bush a su rancho de Crawford, Texas.
Rashid Rauf, el hombre que se considera como ejecutor del plan y discípulo de Mati-ur-Rehman, había sido arrestado una semana antes por el SIS, el servicio secreto paquistaní, en Karachi, aunque otros dicen que sucedió en Waziristán, en la frontera con Afganistán, donde se cree que puede estar escondido desde hace cinco años Osama bin Laden, el líder de Al Qaeda. Los agentes paquistaníes seguían a Rauf por ser parte de la organización Lashkar-i-Jhangvi, considerada la responsable del asesinato del periodista Daniel Pearl del Wall Street Journal, secuestrado en Pakistán en 2002. Su hermano, Tayib Rauf había estado detenido y luego sobreseído por falta de pruebas, en conexión con el atentado del 7-J en el que tres jóvenes británicos se hicieron explotar en el subte londinense matando a 52 personas. Ambos estaban bajo vigilancia por haber recibido una transferencia de miles de dólares de una organización que juntaba fondos en Gran Bretaña para ayudar a las víctimas del último gran terremoto en Pakistán. Aparentemente, era el dinero que iban a usar para comprar los explosivos líquidos y el transporte de al menos dos británicos que iban a ser parte de la operación y que también fueron detenidos por la unidad antiterrorista de Karachi.
A las ocho de la noche, los celulares de todos los miembros del gabinete del gobierno de Blair comienzan a sonar. Tenían que regresar de urgencia y reunirse en el Cabinet Office Briefing Room A, más conocido como COBRA. El secretario de Transporte, Douglas Alexander, fue traído de urgencia en un helicóptero de la RAF (la aviación real) desde la isla escocesa de Mull donde estaba de vacaciones. Gordon Brown, el Chancellor, el encargado de la economía, monitoreó todo por teléfono mientras cuidaba a su hijo recién nacido.
A las diez y media de la noche comenzó la primera reunión presidida por John Reid quien explicó la situación y dijo que de acuerdo a la información que manejaban los servicios secretos MI5 y MI6, el complot estaba en marcha y los kamikazes podrían atacar en las próximas 48 horas. A la una y media de la mañana se dio la orden a la Policía de comenzar con los arrestos. Fueron 24 en total, entre Walthamstown, High Wycombe, Hackney (todos sectores del Londonistán) y Birmingham, entre ellos una pareja con la mujer embarazada, dos hermanos que tenían una concesionaria de venta de autos, varios taxistas, un repartidor de pizzas, el estudiante brillante y dos ingleses blancos convertidos al islamismo. Uno de estos últimos es Don Stewart-Whyte, de 28 años, quien se convirtió hace apenas seis meses y es medio hermano de la famosa modelo Heather Stewart-Whyte. Todos británicos de la inmensa comunidad musulmana de este país. Una comunidad que ve todo esto con sospecha y que acusa a la política exterior del gobierno de Blair como la verdadera culpable de que estos muchachos decidan suicidarse.
A las dos de la mañana del jueves 10, fueron puestos todos los aeropuertos británicos y estadounidenses en alerta máxima y comenzaron a aplicarse las nuevas normas de seguridad en busca de explosivos líquidos. Poco antes de las siete, un somnoliento John Reid, el ministro a cargo del gobierno británico, salió a hablar con la prensa en la puerta de su oficina. "Hemos desbaratado un complot que podría haber producido una tragedia enorme", dijo ante las cámaras. El mundo se conmocionaba.
A esa hora, Tony Blair volvió a llamar a Bush desde Barbados para darle los últimos detalles. Quedaron que el texano iba a leer un comunicado por la tarde felicitando a los servicios de inteligencia británicos por el trabajo. En tanto, en Karachi se interrogaba sin descanso a Rashid Rauf y se ponía una recompensa de 10 millones de rupias (unos 120.000 dólares) por la cabeza de Mati-ur-Rehman. El MI5 y el MI6 elaboran desde entonces toda la información que se les sacó a los detenidos. Y tanto desde Pakistán como desde Gran Bretaña se asegura que todavía no se logró desentrañar toda la maraña. Creen que aún es posible que haya alguna célula tratando de derribar aviones antes del 11 de setiembre, cuando se cumplan los cinco años de los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York. El alerta máximo permanece en vigencia para toda la aeronavegación del mundo.
[Fuente: Clarin, Bs As, Arg, 14ago06]
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