EQUIPO NIZKOR |
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19feb07
Por la dignidad de las víctimas, no a los criminales impunes.
En otros países, a las víctimas de graves violaciones de derechos humanos les piden perdón y se adoptan medidas para repararles el daño sufrido; acá, el poder las ignora y las desprecia. En otros países se investiga, enjuicia y castiga a los responsables de esos terribles actos; acá, el poder los premia.
En otros países como Alemania, Rusia e Irak derribaron las efigies de esos criminales; en El Salvador –quince años después de la guerra– quieren presentar a genocidas como héroes y pretenden terminar de sellar el blindaje de impunidad que los protege, con homenajes insultantes y provocadores.
Hasta el año pasado lo habían hecho con menos descaro. En el cementerio, cantando beligerantes ante la tumba del principal responsable del magnicidio de monseñor Romero y padre de los escuadrones de la muerte, tal como lo señaló la Comisión de la Verdad; o erigiéndole una estatua en la sede de su partido. Pero hoy, ya no se conforman con el culto privado. Sin vergüenza alguna, salieron de las penumbras a bautizar espacios públicos con el nombre de Roberto D’Abuisson Arrieta.
No contentos con eso, en la Asamblea Legislativa pretendieron –el pasado jueves 15 de febrero– declarar "hijos meritísimos" de El Salvador al mayor "escuadronero" y a quien, durante años, presidió un régimen responsable de masacres tales como las de El Mozote y El Sumpul.
Ni D’Abuisson ni José Napoleón Duarte merecen serlo, porque sus nombres están manchados con la sangre de un pueblo cuyos mártires son quienes deben ser consagrados como lo mejor de nuestra sufrida patria.
Por eso, las víctimas y sus familiares junto a los organismos sociales de derechos humanos que las acompañan nos pronunciamos contra semejante barbaridad con energía y convicción, sabiendo que la razón y la justicia están de nuestro lado. Así se frenó la iniciativa de quienes, creyendo que también podían realizar ese agravio con total impunidad, han comenzado a conocer el rechazo activo de un pueblo valiente y decido a no permitir que se mancille lo más valioso que posee: su dignidad.
¿Vamos a consentir que intenten de nuevo pisotearla? ¿Vamos a admitir que la obscenidad del poder económico y político vuelva a la carga? No es posible que el sacrificio de tantas víctimas haya sido en vano. No podemos permitirlo. Su sangre y el dolor de sus familiares reclaman verdad y justicia, sin obtenerlas aún. Esos cimientos de la verdadera paz, no existen acá; por eso, la violencia en sus diversas manifestaciones sigue siendo uno de los mayores obstáculos para democratizar el país, garantizar el respeto irrestricto de los derechos humanos y alcanzar la (re)conciliación.
Hasta ahora, ese poder económico y político ha protegido a los dirigentes y ejecutores de la "guerra sucia" y la "tierra arrasada"; para colmo, los idolatra en público. Eso ha ocurrido porque la construcción del poder ciudadano, nacido de la lucha por el respeto de los derechos humanos, es una tarea pendiente.
Pero no es una empresa imposible. La prueba está el jueves 15 de febrero, cuando dieron marcha atrás los insolentes diputados que promovieron el "reconocimiento" a D’Abuisson y Duarte; pero sobre todo, cuando la decencia hecha pueblo se plantó dentro y fuera del Órgano estatal para impedir semejante ultraje.
Ese es el camino por el que debemos continuar. La dignidad de las víctimas del pasado y el presente, la situación de las mayorías excluidas en lo económico y social, el peligro de que ocurra otra tragedia nacional similar a la que finalizó hace quince años y la legítima aspiración de vivir en una sociedad en paz, nos deben motivar a trabajar por articular ese poder.
No se trata de una carrera de cien metros; es un maratón. La salida se dio ya con ese meritorio acto de justa rebeldía ante la infamia. Pero hay que seguir adelante hasta alcanzar –más temprano que tarde– la meta de una sociedad distinta, incluyente y sin privilegios para nadie más que las víctimas de cualquier situación injusta.
Por eso, PROPONEMOS:
- 1. No bajar la guardia y seguir pendientes de lo que ocurra en la Asamblea Legislativa, porque de seguro intentarán de nuevo aprobar el inaceptable y escandaloso "reconocimiento" a D’Abuisson, a Duarte y más adelante –quizás– a algunos miembros de "la tandona" u otros criminales.
- 2. Desconocer públicamente como representantes del pueblo salvadoreño a los responsables de esa, hasta hoy, fallida iniciativa.
- 3. Impulsar una campaña internacional solicitando presión sobre la Asamblea Legisltativa para que no se concrete esa ofensa, porque no sería digno para empresas y personas de otras naciones venir a invertir o a hacer turismo en un país donde la muerte se pasea por todos lados y se le rinde culto a sus responsables, tanto los del pasado como los del presente.
- 4. Iniciar una campaña para hacer realidad dos propuestas de la Comisión de la Verdad. Se trata de crear la Fundación de la Verdad y entregar los archivos de dicha Comisión, hasta ahora secretos, a quien legítimamente le pertenecen: las víctimas.
- 5. Organizar de manera progresiva una red nacional solidaria de víctimas y organismos sociales que las acompañan.
- 6. Apoyar decidida y activamente a quienes reclaman justicia en los casos de Ramón Mauricio García Prieto Giralt, Katya Miranda, los hermanos Carías, el mayor Adrián Meléndez Quijano y otros en los que –por su valiente lucha, precisamente– son víctimas de amenazas y otros actos intimidatorios.
San Salvador, lunes 19 de febrero del 2007.
[Fuente: Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas", 19feb07]
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