EQUIPO NIZKOR |
|
13feb03
Una campaña de… ¿altura?.
Que la realidad siempre supera a la ficción, es una afirmación ya conocida. Sin embargo, cuando se inicia una contienda proselitista cualquier persona espera -y se prepara para ello- que salgan a la luz pública los más bajos instintos; desde las acusaciones más infundadas hasta las reacciones más extravagantes. Pero, lo "prodigioso" de nuestro país sucede cuando el bloque hegemónico empresarial quiere seguir conservando el poder político. En ese caso: todo es posible y todo vale. Y para demostrar que realidad y ficción pueden ser superadas en un país tan "chiquito", nos es suficiente con poner de ejemplo algunas de las "anécdotas" de la campaña electoral, que actualmente padecemos.
El constante monitoreo de la realidad nacional nos permitió prever, unos meses atrás -y desde este nuestro espacio-, situaciones que podrían llegar a suceder, cuando diera inicio la campaña electoral para la elección de alcaldes y de diputados de la Asamblea Legislativa. Pero lo que no nos imaginábamos es que, también, fueran a superar nuestras propias expectativas. Como señalábamos, cuando de permanecer en el poder se trata, la poderosa maquinaria del binomio ANEP-ARENA recarga muy pronto sus baterías. Para alcanzar este objetivo, y como viene siendo habitual, ordenó a todos sus "empleados" colocarse el respectivo uniforme de trabajo. La tarea promete ser dura, las situaciones difíciles y, además, cuentan con un incentivo extra: la renovación de su contrato laboral.
Uno de los recursos más utilizados por los "actores" políticos es la promoción de su imagen pública. Antes se recurría a fotografiar a los candidatos chineando algún cipote, pretendiendo mostrar su "verdadero" rostro humano. Pero ya nadie cree en semejantes ejercicios paternalistas. Ahora la última tendencia es la de fotografiarse con algún personaje "famoso", buscando alcanzar cierto carisma popular que no poseen. Obviamente, se presume cierto olfato, puesto que hay que ser prudente en el momento de la elección, tanto del triunfador con el que fotografiarse, como del lugar y el momento apropiados. En busca de ese objetivo se lanzaron Francisco Flores y ARENA. La intención, dentro la permanente campaña publicitaria de la administración Flores, era relanzar su desgastada imagen. El conflicto de salud y los recientes despidos suscritos por el Ministerio de Gobernación necesitaban un "golpe directo" de populismo, más impactante que los habituales.
Quien pega primero, pega dos veces. Eso debieron decirle los asesores de imagen al presidente de la República, cuando le recomendaron apoyar al boxeador Carlos "El Famoso" Hernández, en su combate por el título mundial. Es más, probablemente, Flores comprendió mal cuando le dijeron que debía de fotografiarse con Hernández, porque… de inmediato preparó maletas y fue al extranjero. Al parecer, no bastaba con que el presidente de la República ofreciera una recepción de gala en casa presidencial al flamante campeón, como es habitual en cualquier otro país. No. Flores, poseído por el populismo y las presiones de su partido, asistió a la velada boxística en la ciudad estadounidense de Las Vegas. Conocida precisamente por sus casinos, juegos de azar y por los oscuros personajes que los regentan.
Sin embargo, la vergüenza que nos hizo pasar no quedó ahí. Lo que nadie esperaba es lo que ocurrió instantes después de la merecida victoria del boxeador salvadoreño, residente en Estados Unidos de América, por cierto. En un hecho insólito en la historia de nuestro país, el presidente de la República de El Salvador subió hasta el cuadrilátero para, alzando el brazo del púgil en señal de victoria, ser fotografiado. Tan rápido corrió Flores que Hernández no tuvo tiempo ni de celebrar la victoria con su esposa. La "famosa" instantánea del deportista -acompañado por "nuestro" presidente- magullado por la golpiza, recuperando el aliento tras el esfuerzo y con el escudo de la República bordado en la parte delantera de su calzón, ha dado la vuelta al país.
Presos por el pánico electoral, los partidos de conciliación y oposición lanzaron sus propuestas proselitistas. Se trataba de seguir el mismo modelo iniciado por ARENA y que tan buenos resultados les estaba dando. Pero, el revés vino cuando todos cayeron en la cuenta de que el boxeo es un deporte minoritario en el país. Siendo el fútbol el deporte estrella, su embajador por excelencia, Jorge "El Mago" González, necesitaba también del mismo reconocimiento. Para sorpresa de oportunistas y políticos, ambos deportistas reconocieron que el éxito no es de ellos ni de las instituciones, sino de todas aquellas personas que de verdad trabajan por el país. Por el momento, los intentos por inaugurar los palacios y estadios de deporte nacional rebautizados con el nombre de atletas han quedado tan sólo en el intento.
No obstante, la actualidad de la campaña electoral no se estanca en los eventos deportivos. Pese a los "pactos de caballeros" por ofrecer una contienda proselitista dentro de ciertos límites -¿éticos?- los legales distan mucho de poder cumplirse. Entre otras cosas, todavía esperamos la decisión de la Corte Suprema de Justicia respecto a la constitucionalidad o no del artículo 13 del código electoral. La derogación de éste equivaldría a una reforma profunda de nuestro sistema electoral, lo cual en estos momentos se les antoja algo arriesgado a los miembros de la Corte. Al parecer, los magistrados del más alto tribunal siguen sin querer demostrar su independencia política, sobre todo cuando se acercan las elecciones para renovar la CSJ, en junio próximo.
Pero, además, el primer poder del Estado -el económico- demuestra conocer muy bien qué piezas hay que tocar para perpetuarse en el poder político. Por un lado, está el maquillaje institucional. Pero, por el otro, está el que le permite dominar de hecho y de derecho los órganos de control establecidos por la constitución, garantizando con ello su definitiva permanencia. Entre estos últimos objetivos se encuentran: el Tribunal Supremo Electoral, la Fiscalía General y la Corte de Cuentas de la República. Para el caso del TSE las denuncias llegan demasiado tarde. Así, Roberto Edmundo Viera, magistrado del mencionado tribunal, admitió recientemente a un diario matutino que "ninguna de las elecciones anteriores ni la próxima tienen algún grado de transparencia". No nos sorprenden ya este tipo de declaraciones, sino que frente a un problema estructural como es éste "lo único que están haciendo es aplicar medidas de seguridad para minimizarlos", reconoce Julio Hernández, también magistrado.
Como ellos mismos reconocen "el problema se origina en que el TSE ha venido trabajando desde hace años con el mismo registro electoral y éste no puede ser depurado por las excesivas deficiencias que tiene. La única opción que queda -admite Viera- es eliminarlo y crear otro con base en los datos del documento únido de identidad". Dentro de los problemas detectados, se encuentran: la retención de fichas que impiden entregar el carnet electoral, violándose con ellos el ejercicio del derecho al voto; la duplicidad en el padrón, permitiendo votar dos veces a una misma persona; la inscripción de menores de edad, los cuales no tienen reconocido este derecho; el mantenimiento en las listas electorales de más de cincuenta mil fallecidos; el inicio tácito de la campaña electoral, sin que desde el TSE se tomen medidas para impedirlo; y la falta de medios materiales para cumplir los objetivos planteados para estas elecciones. Si a este coctel le añadimos una participación de tan sólo el 40% de la población, en las pasadas elecciones ¿Quién va a creer hoy en el proceso electoral como herramienta para el ejercicio de la soberanía popular?
Pero hablemos también de la FGR y de la Corte de Cuentas. Lo que hace poco era un secreto a voces en nuestro país ha salido a la luz pública: la corrupción, la apropiación de dinero público para fines particulares y enriquecimientos ilícitos e injustos, ha aparecido. El reciente escándalo destapado por uno de los diarios de mayor difusión -por fraude en una licitación de revisiones vehiculares y en la construcción de un reservorio- ha puesto en boca de todos el "jugoso" negocio que un empresario español realizó a costa del dinero que a todos nos pertenece. El caso, como muchos otros, cumple con una serie de características que no lo hacen muy distinto: Un empresario, obstinado en hacer el máximo dinero, con el mínimo esfuerzo y en el tiempo más breve posible; su socio, compañero en esta y otras aventuras anteriores, que se ofrecerá como intermediario para dar "el golpe"; y una licitación pública, a la que la empresa creada especialmente por ambos, consigue accesar, pese a no cumplir con una o varias de las condiciones exigidas en un primer momento. Después, una vez conseguido el dinero, desaparecen.
Sin embargo, este fraude pasaría "desapercibido" entre otros más, si no fuera por la persistente campaña mantenida por el mencionado diario. Y es que lo que está en juego no son únicamente "unos cuantos millones de dólares", sino también la imagen que el gobierno de "nuestro" presidente ha promocionado en el exterior. El maquillaje institucional que presenta a un El Salvador nuevo y distinto, alejado de los grandes escándalos de corrupción como los de Guatemala o Nicaragua, se borra ante un suceso de dimensiones internacionales, como es este. De ahí la terquedad periodística en querer presentarnos, como únicos responsables, a los dos ciudadanos españoles.
No hay que llevarse a engaños, para ganarse una porción tan grande del pastel es necesario conocer y ser conocido. Y si de círculos empresariales hablamos, nadie regala sin recibir algo a cambio. Para el caso que nos ocupa, una imagen vale más que mil palabras. La reciente publicación de unas fotografías en las que apareció el mencionado empresario, junto con el ahora expresidente de ANDA y Francisco Flores hablan por sí solas. Y han sustituido, además, a las que captaron al mandatario en la justa deportiva. Por ello, los grandes medios de difusión del país se han puesto a trabajar duro, ante la posibilidad de que los tribunales españoles conozcan el caso y las investigaciones hagan públicas las verdaderas cantidades de dinero cobradas por unos y otros, las ilegalidades cometidas, así como los nombres de todos los que participaron. Porque a nadie se le puede ocurrir que para cometer semejante fraude no contaron con ayuda de funcionarios públicos o altos cargos políticos de nuestro país.
De los ríos de tinta gastados y de todo lo que se ha dicho en relación al entramado fraudulento sorprende lo que ni se menciona ni se exige: ¿Dónde está el Fiscal General para investigar debidamente casos de corrupción como este y poner a sus responsables ante la justicia? ¿Y la Corte de Cuentas? ¿Acaso no es la institución responsable de poner en orden las cuentas públicas y de vigilar los posibles fraudes que sucedan en licitaciones públicas? ¿Por qué el Fiscal General de la República y la Corte de Cuentas no actúan conforme a lo que la Constitución y la ley les ordena que hagan? ¿Será esto también consecuencia de la campaña electoral?
Casos de desnaturalización de las instituciones, de corrupción y fraude los hemos sufrido, por desgracia, recientemente. La realidad del país nos demuestra que éstos no serán los últimos que sucedan en El Salvador. Sin embargo, sigue sin existir un compromiso gubernamental para hacerlos frente y para ofrecer unas elecciones que inciten a la participación ciudadana. Para evitarlo, es necesario exigir que las instituciones y las leyes responsables de controlar y perseguir este tipo de acciones cumplan con lo que la Constitución establece.
Por el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana (IDHUCA)
Este documento ha sido publicado el 13feb03 por el Equipo Nizkor y Derechos Human Rights