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02jun03


La Comisión Garatea no es una buena idea.

por Carlos Basombrío Iglesias.


Saber la verdad sobre los sucesos de Puno, escuchar a todos los involucrados, -incluidos los militares y los estudiantes - y establecer lo que pasó y las eventuales responsabilidades suena, en teoría, bastante bien; pero hay algunos problemas de fondo que el gobierno no ha contemplado y que indicarían más bien que algo va a fallar.

Nadie puede poner en duda la sensibilidad frente al dolor humano, la credibilidad y la independencia del padre Gastón Garatea, por lo demás miembro de la Comisión de la Verdad y Reconciliación Nacional. Sin embargo no estamos ante la Comisión Vargas Llosa integrada por personas reconocidas e independientes del gobierno, encargada por el presidente Belaúnde en 1983 de averiguar lo que pasó en Uchuraccay. Ahora sus miembros son básicamente ministros de Estado, congresistas oficialistas o altos funcionarios del gobierno. En eso se parece más bien a la Comisión que fue a Arequipa a dialogar en medio de la tormenta en junio del año pasado, en la que varios ministros participaban bajo la presidencia formal del obispo emérito de la ciudad blanca.

Al ser un híbrido entre un grupo independiente y una comisión de gobierno, la Comisión Garatea está en aprietos y pondrá a en ellos al gobierno inevitablemente. En la medida en que Puno y el país están profundamente polarizados, las verdades que se espera no están precisamente en el análisis desapasionado de lo que ocurrió, sino en a quién la Comisión Garatea de la razón.

Si la Comisión Garatea llega al convencimiento de que, detalles más detalles menos, la versión que dio el Ministro de Defensa y las Fuerzas Armadas coincide con la realidad y se actuó en legítima defensa cuando ya no cabía otra opción, la inmensa mayoría en Puno -y muchísimos en el resto del país- dirán que se trata de una comisión encubridora y su mayoritaria composición gobiernista parecerá corroborarlo. La herida seguirá igual de abierta y la credibilidad del gobierno aún peor. De paso esto tendría un efecto pernicioso para la propia credibilidad de la Comisión de la Verdad, con uno de sus miembros destacados envuelto en el apasionado debate público del momento.

Si por el contrario la Comisión Garatea llegara a la conclusión contraria, a saber, que hubo uso excesivo de la fuerza y que el muerto y los heridos pudieron evitarse, el gobierno estaría en otro atolladero. ¿Cómo quedarían el premier Solari y el Ministro Loret de Mola que ya dieron ante el Congreso la versión oficial de lo que ocurrió? Turba, con infiltración de personas y métodos subversivos, acorralando patrulla aislada y sin otra opción. ¿Ministros desmintiendo a sus propios colegas? ¿Presidente tomando distancia de la versión de sus propios ministros?

Pero también se abriría un frente con las propias Fuerzas Armadas. No es difícil imaginar que en ese supuesto estarían indignadas: "Primero nos obligan a entrar a orden público y nos piden que lo restauremos con toda energía; lo hacemos y ahora toman distancia y nos sacrifican. Ya verán la próxima vez que nos necesiten".

La cosa está tan deteriorada, que todas las encrucijadas a las que el gobierno hace frente en estos días son complicadas. La difícil situación en que se encuentra la Comisión Garatea ratifica que no hay espacio para soluciones parche, orientadas a salvar la coyuntura o el día a día y que se necesita enfrentar los problemas en toda su magnitud. La hora es dramática y sólo un relanzamiento de a verdad del gobierno, que incluye cambios de fondo en estilos y que retomen una verdadera agenda de reformas pueden sacar al país de su peor crisis política desde la huida de Fujimori a Japón en noviembre del 2000.

[Fuente: Ideelemail, N° 290, Lima, Per, 2jun03]

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Este documento ha sido publicado el 05jun03 por el Equipo Nizkor y Derechos Human Rights