EQUIPO NIZKOR |
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15apr03
Al traste con una civilización.
Por Eleanor Robson.
Ésta es una tragedia que tiene ecos de catástrofes pasadas: el saqueo de Bagdad de 1258 a manos de los mongoles y la destrucción, en el siglo V, de la biblioteca de Alejandría. Esta pérdida no sólo afecta a Iraq, sino a todos nosotros.
Por algo Iraq es conocido como la cuna de la civilización. Fue el lugar de nacimiento de la escritura, las ciudades, el derecho codificado, las matemáticas, la medicina y la astronomía, hace cinco mil años. La Casa de la Sabiduría del Bagdad del s. IX mantuvo vivo el legado clásico y promovió una firme reacción intelectual en este campo mientras Europa se sumía en la edad de las tinieblas.
En 1976, 10 años después de su apertura, el Museo de Iraq publicó un catálogo con una declaración de intenciones. Decía: "Las reliquias del pasado sirven de recuerdo de lo que ha ha sido el antes y como enlaces en la cadena de comunicación entre pasado, presente y futuro. La sociedad que posea muchos y valiosos museos tiene, correlativamente, una memoria histórica más firme que la sociedad que carezca de ellos".
El catálogo describía con amoroso detalle muchos de los miles de objetos expuestos en las 20 galerías: desde herramientas de piedra de 100.000 años de antigüedad de la zona de Kirkuk, hasta la joyería y el oro sumerios del s. III a.c.; desde las tablillas cuneiformes babilónicas y los marfiles asirios, hasta la escultura, cristalería y manuscritos partos del Bagdad medieval.
10 años después de la Guerra del Golfo de 1991, el museo abrió sus puertas de nuevo, a pesar de las sanciones, que se tradujeron en que el personal no percibía sus sueldos, los materiales de conservación no podían obtenerse y los contactos con colegas extranjeros estaban restringidos. La fiesta de lanzamiento contó con la asistencia de más de 60 expertos en representación de la comunidad académica global.
Las galerías del museo se extienden a lo largo de un cuadrilátero, en dos pisos que rodean el patio central. Son frescas y oscuras, con filtro de luz natural a través de los tragaluces situados en los techos de las salas. Las primeras galerías en las que se entraba contenían esculturas de las palacios asirios del norte de Iraq: esplendorosas tallas a tamaño real que mostraban a los gobernantes del Medio Oriente de los siglos IX a VII a.c. Una secuencia de salas más reducidas albergaban fragmentos innumerables de muebles de marfil exquisitamente tallados provenientes de los mismos palacios.
A continuación se encontraban las galerías de Hatra, dedicadas a esta ciudad del desierto, único lugar patrimonio mundial de la UNESCO con que cuenta Iraq. Aquí estaban expuestas las estatuas funerarias de los hombres y mujeres de Hatra: habitantes de la frontera entre el mundo romano y el iraní, hace 2.000 años, quienes eligieron un glorioso estilo híbrido entre lo occidental y lo oriental para conmemorar su muerte.
Las galerías islámicas albergaban azulejos de mezquitas medievales, versiones del Corán a las que es imposible poner precio, mobiliario y accesorios de los palacios del s. IX y joyería, textiles y monedas.
No había tiempo suficiente para ver todo el museo cuando estuve allí hace dos años, y ahora jamás podré verlo. La mayor parte de la colección yace en ruinas, pisoteada y hecha pedazos por los saqueadores, cuando no robada. Muchos objetos del rico pasado de Iraq han sido reducidos a trizas.
Después de la anterior Guerra del Golfo, hubo un proyecto para documentar las pérdidas por motivos de pillaje. Llevó cinco años poder catalogar 4.000 objetos, de los cuales sólo unos pocos han sido recuperados. En esta ocasión es mucho más lo que está en juego y el problema inconmensurablemente más difícil.
En el inmediato plazo, el museo ha de recibir el tratamiento de escenario del crimen, tanto a nivel forense como jurídico. Cada reportero, cada fotógrafo, cada curioso...puede perturbar el estrato de la destrucción (como lo describirían los arqueólogos), el cual debe permanecer intacto si se quiere que se vuelvan a juntar las piezas. Si los restos se hacen desaparecer en bolsas de basura, la labor de reconstrucción será imposible.
En segundo lugar, ha de intensificarse la seguridad fronteriza para impedir, en la mayor medida de lo posible, que lo saqueado salga del país. Ya han aparecido en el mercado de arte de París antigüedades iraquíes, probablemente de los museos de Mosul o Basra, saqueados también la semana pasada.
Las casas de subasta y los tratantes de todo el mundo han tener cuidado con los objetos que lleguen al mercado. Tales objetos, con casi total probabilidad, habrán sido adquiridos ilegalmente y los títulos de propiedad es muy probable que sean fraudulentos. La policía ha de perseguir estos hechos.
La UNESCO celebrará una reunión de emergencia sobre Iraq la semana que viene. Las autoridades de los Estados Unidos han de permitir la entrada de la UNESCO en el país lo antes posible, para que pueda empezar a trabajar con los arqueólogos y conservadores iraquíes en la reconstrucción de los destrozados restos de las herencia iraquí y en la reconstrucción de los enlaces en la cadena entre pasado, presente y futuro.
Eleanor Robson es profesora en All Souls College, Oxford (UK) y miembro de la Junta de la Escuela Británica de Arqueología en Iraq.
[Fuente: The Age, Melbourne, 15apr03. Este artículo apareció inicialmente en The Guardian. Traducción al español de la versión original en inglés realizada por el Equipo Nizkor el 18abr03.]
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