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mar03


El Consejo de Seguridad debería cumplir con su responsabilidad.

Por Kofi Annan

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La Carta de las Naciones Unidas es categórica. "A fin de asegurar acción rápida y eficaz por parte de las Naciones Unidas", confiere al Consejo de seguridad "la responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales". Esta responsabilidad puede con frecuencia haber pesado más sobre los miembros del consejo de lo que lo ha hecho esta semana. En uno o dos días han de tomar una decisión trascendental.

El contexto de esa decisión es una cuestión cuya importancia no se reduce a Iraq: se trata de la amenaza que para toda la humanidad representan las armas de destrucción masiva. Toda la comunidad internacional necesita actuar conjuntamente para poner freno a estas terribles armas, al margen de donde esto suceda.

Pero el aspecto inmediato y más urgente de esa tarea es garantizar que Iraq deje de tener tales armas. ¿Por qué? Porque el hecho es que Iraq las ha usado en el pasado, y porque en dos ocasiones y bajo su actual liderazgo, ha cometido actos de agresión contra sus vecinos - contra Irán en 1980 y contra Kuwait en 1990.

Esta es la razón por la que el Consejo de Seguridad está decidido a despojar a Iraq de estas armas, y ha aprobado sucesivas resoluciones, desde 1991, requiriendo a Iraq que se desarme.

Por todo el mundo, las gentes quieren ver que esta crisis se resuelva pacíficamente. Se encuentran alarmadas por el enorme sufrimiento humano que siempre causan las guerras, ya sea corto o largo. Y están inquietos por las consecuencias que esta guerra en particular puede tener a largo plazo.

Temen que lleve a una inestabilidad en la región y a crisis económicas; y que pueda tener, como a menudo sucede con las guerras, consecuencias no deseadas que se traduzcan en nuevos peligros. ¿Dificultará aún más la lucha contra el terrorismo o la búsqueda de la paz entre israelíes y palestinos? ¿Sembrará divisiones profundas entre naciones y pueblos de diferentes credos? ¿Pondrá en peligro nuestra capacidad de trabajar juntos asuntos de interés común en el futuro?.

Éstas son cuestiones serias, y las respuestas han de ser consideradas cuidadosamente. Algunas veces puede resultar necesario el uso de la fuerza frente a las amenazas contra la paz, y la Carta así lo prevé. Pero la guerra ha de ser siempre el último recurso. Sólo ha de ser utilizada cuando se han intentado todas las alternativas razonables - en el caso presente, sólo si estamos seguros que se han agotado todos los medios pacíficos para conseguir el desarme de Iraq. Las Naciones Unidas, fundadas para "preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra", tienen el deber de buscar una solución pacífica hasta el último momento posible.

¿Ha llegado ese momento?. Ésta es la decisión a la que se enfrentan ahora los miembros del Consejo de seguridad. Es una decisión muy seria. Si no llegan a una posición común, y algunos de ellos entonces pasan a la acción sin la autorización del consejo, la legitimidad de esa acción se verá ampliamente cuestionada, y no obtendrá el apoyo político necesario para garantizar su éxito a largo plazo, después de su fase militar".

Si, por otra parte, los miembros del consejo pueden sentarse, incluso a estas alturas, y garantizar el cumplimiento de sus resoluciones anteriores llegando a un acuerdo sobre una línea de acción común, entonces la autoridad del consejo se verá reforzada y el mundo será un lugar más seguro.

Recordemos que la crisis en Iraq no se produce en medio del vacío. Lo que allí ocurra tendrá un impacto profundo sobre otras cuestiones de gran importancia. Cuanto más amplio sea nuestro consenso sobre cómo abordar la cuestión de Iraq, más posibilidades tendremos de juntarnos nuevamente y tratar eficazmente otros conflictos candentes que suceden en el mundo, empezando por el conflicto entre israelíes y palestinos. Todos sabemos que sólo la resolución justa de ese conflicto puede traer una esperanza real de estabilidad duradera para la región.

Más allá del Medio Oriente, el éxito o el fracaso de la comunidad internacional al abordar la cuestión de Iraq afectará de manera crucial su capacidad para tratar con los acontecimientos no menos preocupantes en la península de Corea. Y afectará también a nuestro trabajo en aras de la resolución de conflictos que están dejando mucho sufrimiento en África, haciendo retroceder las perspectivas de estabilidad y desarrollo que ese continente tanto necesita.

Tampoco es la guerra el único azote que el mundo ha de padecer. Ya estén protegiéndose del terrorismo o luchando contra la lúgubre tríada de la pobreza, la ignorancia y la enfermedad, las naciones necesitan trabajar juntas, y pueden hacerlo a través de las Naciones Unidas. Al margen de cómo se resuelva este conflicto, la ONU seguirá en un lugar tan central como hoy. Debemos hacer todo lo posible para mantener su unidad.

En los últimos meses hemos visto cómo por todo el mundo, no sólo los estados, sino también sus pueblos, otorgan un inmenso significado a la legitimidad que proporcionan las Naciones Unidas, y el Consejo de Seguridad, en cuento marco común de garantía de la paz. Al acercar el momento de la decisión trascendental esta semana, espero que los miembros del Consejo tengan presente esta confianza sagrada que los pueblos del mundo depositan en ellos, y que se muestren merecedores de la misma.

[Fuente: Kofi A. Annan es Secretario General de las Naciones Unidas. Artículo publicado en The Wall Street Journal, 11mar03. Traducción al español de la versión original en inglés realizada por el Equipo Nizkor]

Guerra en Irak y estado de excepción Global

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