EQUIPO NIZKOR |
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13apr03
Una civilización hecha trizas.
Por Robert Fisk
Bagdad, informa Robert Fisk, es una ciudad en guerra consigo misma, al arbitrio de ladrones y pistoleros. Y en el museo más importante de la ciudad ha sucedido algo realmente terrible.
Yacen esparcidas por el suelo en decenas de miles de piezas las antigüedades de inestimable valor de la historia de Iraq. Los saqueadores han ido estantería por estantería, tirando al suelo, de manera sistemática, las estatuas, jarrones y ánforas de asirios y babilonios, sumerios, mediterráneos, persas y griegos, arrojándolas contra el hormigón. Nuestros pies hicieron crujir los restos de un plinto de mármol de 5.000 años de antigüedad y de estatuas y jarrones de piedra que habían sobrevivido a cada sitio de Bagdad, a cada invasión de Iraq a lo largo de la historia y que sólo han sido destruídos cuando América vino a "liberar" la ciudad. Lo hicieron los iraquíes. Le hicieron esto a su propia historia, destruyendo físicamente la evidencia de los miles de años de civilización de su propia nación.
Nunca antes desde que los talibanes se embarcaran en su orgía de destrucción contra los Budas de Bamiyan y las estatuas del museo de Kabul - quizás desde la Segunda Guerra Mundial o antes - habían sido tantos tesoros de la arqueología reducidos a piezas de manera arbitraria y sistemática.
"Esto es lo que nuestro propio pueblo le ha hecho a su historia", exclamó el hombre del traje gris mientras ayer pasábamos nuestras linternas por los montones de otrora perfectos jarrones sumerios y estatuas griegas, y que ahora yacen sin cabeza y brazos en el almacén del Museo Nacional Arqueológico de Iraq. "Necesitamos que los soldados americanos protejan lo que nos queda. Necesitamos a los americanos aquí. Necesitamos policías". Pero todo lo que el guarda del museo, Abdul-Settar Abdul-Jaber, vivió ayer fue el cruce de disparos entre saqueadores y residentes locales, las balas, ya fuera del museo, silbando sobre nuestras cabezas y rozando las paredes de los bloques de viviendas vecinas. "Miren esto", dijo, recogiendo un gran trozo de cerámica cuyos delicados dibujos y bordes maravillosamente decorados se interrumpían bruscamente allí donde el jarrón - tal vez dos pies de alto en su forma original - había sido quebrado en cuatro piezas. "Éste era asirio". Los asirios gobernaron casi 2.000 años antes de Cristo.
Y, ¿qué estaban haciendo los americanos en su calidad de nuevos gobernantes de Bagdad?. En la mañana de ayer estaban reclutando a los odiados ex policías de Saddam Hussein para que restablecieran el orden en su nombre. El último ejército que hizo algo similar fue el de Mountbatten en el Sudeste Asiático, que empleó al derrotado ejército japonés para que controlara las calles de Saigón - con sus bayonetas caladas- tras la reconquista de Indochina en 1945.
Una cola de ex policías bagdadíes vestidos respetablemente formaron una fila fuera del Hotel Palestina en Bagdad tras oír un anuncio por radio convocándoles a retomar sus "deberes" en las calles. Cuando la tarde llegaba a su fin, al menos ocho ex oficiales de policía muy corpulentos, vestidos de uniforme verde - el mismo color que el de los uniformes del partido Baas Iraquí - aparecieron ofreciendo sus servicios a los americanos, acompañados por un marine de los Estados Unidos. Pero no había señal alguna de que fueran a ser enviados al Museo de la Antigüedad.
Pero la "liberación"ya se había convertido en ocupación. Enfrentados en la Plaza Firdos a una muchedumbre de Iraquíes enojados que pedían un nuevo gobierno iraquí "para nuestra protección, seguridad y paz", los marines de los Estados Unidos, que debieran estar prestando tal protección, permanecieron de pie frente a frente, con las armas en alto. La realidad que los americanos, y, por supuesto Mr. Rumsfeld, no llegan a entender, es que bajo Saddam Hussein los pobres y desprovistos eran siempre los musulmanes chiítas y que la clase media la integraban los suníes, siendo también Saddam un sunita. De modo que son los suníes quienes están siendo ahora saqueados a manos de los chiítas.
Así que el tiroteo que estalló ayer entre propietarios y saqueadores era, de hecho, un enfrentamiento entre musulmanes suníes y chiítas. Al no poner término a esta violencia, al atizar los odios mediante su pasividad, los americanos están provocando una guerra civil en Bagdad.
Ayer por la noche conduje al volante por la ciudad durante más de una hora. En cientos de calles se han levantado barricadas con bovedillas, coches quemados y troncos de árboles, y se encuentran vigiladas por hombres armados que están dispuestos a matar a los extraños que amenacen sus casas o negocios. Así es precisamente como comenzó la guerra civil en Beirut en 1975.
Unas pocas patrullas de marines estadounidenses se atrevieron a aventurarse ayer en los suburbios, situándose cerca de los hospitales que ya habían sido saqueados, pero al anochecer y por tercer día consecutivo, ardían varios puntos de incendios por la ciudad. El edificio de la municipalidad se venía abajo anoche por la acción de las llamas, y, en el horizonte, otros grandes incendios enviaban al aire columnas de humo de varias millas.
Demasiado poco, demasiado tarde. Ayer, un grupo de ingenieros químicos y trabajadores de una planta de purificación de agua aparecieron en el cuartel de la Marina de los Estados Unidos, suplicando protección de forma que pudieran regresar a sus trabajos. Los trabajadores del suministro eléctrico se sumaron. Pero Bagdad ya es una ciudad en guerra consigo misma, al arbitrio de ladrones y pistoleros.
No hay electricidad en Bagdad - como tampoco hay agua, ni ley ni orden - así que nos tropezábamos en la oscuridad del sótano del museo, cayéndonos sobre las estatuas que habían sido arrojadas al suelo y tropezándonos con toros alados. Cuando dirigí mi linterna a una estantería a lo lejos, contuve la respiración. Cada cerámica, cada jarrón - "3.500 A.C." decía en una de las esquinas de la estantería - había sido reducido a piezas.
¿Por qué?, ¿Cómo han podido hacer esto?. ¿Por qué cuando la ciudad aún estaba en llamas, cuando se había dado rienda suelta a la anarquía - y hacía poco menos de tres meses que arqueólogos de los Estados Unidos y funcionarios del Pentágono se reunieron para debatir sobre los tesoros del país y dar de alta en una base de datos el Museo Arqueológico de Bagdad - por qué permitieron los americanos a las muchedumbres destruir la herencia, carente de precio, de la antigua Mesopotamia?. Todo esto sucedía mientras el Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Donald Rumsfeld, se dirigía a la prensa con desprecio por afirmar que la anarquía se había apoderado de Bagdad.
Durante más de 200 años, arqueólogos occidentales y de la zona habían reunido los remanentes de este centro de la civilización antigua a partir de los hallazgos producidos en palacios, zigurats y tumbas de más de 3.000 años de antigüedad. Sus decenas de miles de fichas manuscritas, con frecuencia en inglés y en agraciada grafía del siglo XIX, yacen esparcidas entre los pedazos de las estatuas. Recogí un diminuto fragmento. En el interior, a lápiz, se leía "Finales del Siglo II, Núm 1680".
Para poder acceder al almacén, las turbas habían irrumpido a través de pesadas puertas de acero, entrando por un jardín trasero y cargando las estatuas y tesoros en coches y camiones.
Los saqueadores habían partido tan sólo horas antes de mi llegada, y nadie - ni siquiera el guarda del museo en uniforme gris - tenía idea alguna de cuántas piezas se habían llevado. Una urna de cristal que en su día albergaba una piedra de 40.000 años de antigüedad y objetos de sílex, había sido abierta a golpes. Estaba vacía. Nadie sabe qué ha pasado con los relieves asirios del palacio real de Khorsabad, ni con los sellos de 5.000 años, ni con los pendientes de hojas de oro de 4.500 años con los que se había enterrado a una princesa sumeria. Llevará décadas revisar lo que han dejado, los torsos de piedra rotos, los tesoros de las tumbas, las piezas de joyería centelleantes entre los montones de cerámicas despedazadas. Las turbas que vinieron aquí - en su mayoría musulmanes chiítas, de los tugurios de Ciudad Saddam - probablemente no tenían idea del valor de las piezas de artesanía o las estatuas. Parece que su destrucción ha sido fruto de la ignorancia tanto como de la furia. En la vasta biblioteca del museo, parece que tan sólo unos pocos libros - en su mayor parte trabajos de arqueología del siglo XIX - han sido robados o destruídos. Los saqueadores otorgaban poco valor a los libros.
Encontré un juego completo de la Revista de Geografía de 1893 a 1936 todavía intacto, a cuyo lado se encontraba un libro titulado Bagdad, la Ciudad de la Paz; pero miles de fichas habían sido lanzadas de sus cajas sobre el hueco de la escalera y el pasamanos.
Arqueólogos británicos, franceses y alemanes desempeñaron un papel crucial en el descubrimiento de algunos de los más valiosos tesoros de Iraq. La gran arabista británica, estratega diplomática y espía Gertrude Bell, la "no coronada reina Iraq", cuya tumba se encuentra no muy lejos del museo, fue una entusiasta animadora de su trabajo. Los alemanes construyeron el museo moderno junto al río Tigris y hasta el año 2000 no se reabrió al público tras haber permanecido cerrado durante nueve años después de la Guerra del Golfo.
Incluso cuando los americanos rodeaban Bagdad, los soldados de Saddam mostraron casi el mismo desdén que los saqueadores por sus tesoros. En el césped del museo pueden verse aún las trincheras que abrieron y sus vacías posiciones de artillería; una de ellas está excavada junto a una enorme estatua de un toro con alas.
Hace tan sólo unas semanas, Jabir Khalil Ibrahim, director de la Junta Estatal de Antigüedades de Iraq, se refería al contenido del museo como "la herencia de la nación". Eran, dijo, "no sólo objetos que ver y admirar, sino que de ellos sacamos fuerzas para mirar al futuro. Representan la gloria de Iraq".
Mr Ibrahim se ha esfumado, como tantos otros empleados del Gobierno de Bagdad, y Mr. Abdul-Jaber y sus colegas intentan ahora defender lo que queda de la historia del país con una colección de rifles Kalashnikov rifles. "No queremos tener armas, pero todos tenemos que tenerlas ahora", me dijo. "Tenemos que defendernos porque los americanos han dejado que esto ocurra. Hicieron la guerra contra un hombre, así que, ¿por qué nos han abandonado a esta guerra y a estos criminales?". Media hora después, contacté con la unidad de asuntos civiles de los Marines, en la calle Saadun, y les dí la ubicación exacta del museo y la condición de sus contenidos. Un capitán me dijo que "probablemente vayamos allí". Demasiado tarde. La historia de Iraq ya ha sido destrozada por los saqueadores que los americanos soltaron por la ciudad durante su "liberación".
"¡Eres americano!", ayer me gritó una mujer en Inglés, dando por hecho, erróneamente, que yo era de los Estados Unidos. "Vuelve a tu país. Fuera de aquí. No eres bienvenido aquí. Odiábamos a Saddam y ahora odiamos a Bush porque está destruyendo nuestra ciudad". Doy gracias porque no pudiera visitar el Museo de la Antigüedad para ver por sí misma que la herencia de su país - y la de su ciudad - había sido destruida.
[Fuente: The Independent, Londres, 13apr03. Traducción al español de la versión original en inglés realizada por el Equipo Nizkor el 18abr03.]
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