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DERECHOS


20mar03


El sentido de lo nuestro: La educación en derechos humanos, después del primer cañonazo, en un lugar del mundo.

Por Abraham Magendzo


...Estaba escribiéndole a Elsie Begler, a René Donoso y a Jaime Prea sobre el concurso de educación en derechos humanos que recién habíamos finalizado, pensando en el próximo concurso. Le comentaba a Patricio Donoso sobre las líneas de trabajo que debiéramos impulsar desde la Cátedra de educación en derechos humanos que nos había aprobado la UNESCO.

A Carlos Zarco de lo fantástico que sería encontrarse en Lima a hacer un balance de la educación en derechos humanos. Pensaba en nuestro Proyecto de recuperación de espacios públicos y en el de los Temas Transversales Le decía virtualmente a Ilse Schimpf-Herken de la Universidad de Berlín lo motivarte que eran sus sueños sobre la casa de la memoria en Chile.

De repente, quizás no tan de repente, se abrieron las puertas del infierno que todo lo consume con una irracionalidad sin limites. La guerra, la eterna guerra. Esta vez tan o más irracional que ninguna. De espaldas a la voluntad de las naciones. Las guerras que suspenden y atropellan todos los derechos humanos, que no trepidan en violarlos y que encuentra argumentos incomprensibles para hacerlo. La guerra que mata no sólo personas sino que también esperanzas.

Entonces me pareció tan irrelevante lo que estaba haciendo, quizás fútil, insignificante, banal. Era estar actuando en el teatro del absurdo.

Los personajes, entre los que me encontraba yo y muchos otros que han dedicado una vida a la educación en derechos humanos, entre ellos también los compañeros de Estados Unidos, de Inglaterra, de España, del mundo árabe, de Israel y de América Latina nos mirábamos con una mirada extraviada, con una pesadez en las entrañas, con estupor. Cómo con un signo de interrogación inconclusa. Las pregunta salían de nosotros, del escenario, hacia un público que de espaldas miraba hacia la salida del teatro y nos interrogaba: ¿Cúal es el sentido de lo que hacen? ¿No estarán arando en el mar?. Nos preguntamos en ¿ qué hemos fallado? ; ¿ cuáles son nuestras fallas? ; ¿por que nadie escucha?.

Las preguntas se repetían una y otra vez, sin encontrar respuesta, una y otra vez, preguntas al vacío, sin contestación. El público iba abandonando el salón, siempre de espaldas. Nosotros atónitos

Súbitamente, en este acto primero del teatro del absurdo, el único asistente que no se había retirado, torno su espalda hacia nosotros y con una voz invisible pero enérgica exclamo:

- Si, si tiene sentido lo que hacen, ahora más que nunca, no maten vuestras esperanzas, no se dejen abatir. Es el momento de expandir la mirada, de retomar fuerzas y seguir adelante. Sólo porque Uds. están dónde están, se han levantado voces que han dicho: No a la guerra, no a esta guerra, ni a ninguna otra. No se desalienten. El telón calló.


Guerra en Iraq y Estado de excepción Global

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Este documento ha sido publicado el 07abr03 por el Equipo Nizkor y Derechos Human Rights