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28sep09


La resistencia al golpe se organiza en los barrios marginales de Tegucigalpa para apoyar a Zelaya


"Oiga, aquí va a haber una matancina." En el barrio Estados Unidos, en el sudoeste de Tegucigalpa, la resistencia al golpe de Estado se organiza para salir hoy a las calles de la capital a cumplir con el llamamiento de Manuel Zelaya para una "ofensiva final" contra el régimen de Roberto Micheletti.

Humildes entre los humildes, los pobladores de los barrios marginales denuncian que su paciencia ha llegado a un límite. "Estamos preparados para tomar las armas", afirman a LA NACION los miembros de la resistencia que celebran una reunión en la casa de un militante.

"Nosotros somos un pueblo temeroso y desarmado, pero nuestra paciencia tiene un límite, y si no hay otra alternativa y le pasa algo a Mel, aquí se va a armar una guerra civil", comenta el hombre que lleva la voz cantante en el grupo, que prefiere reservar su identidad, como la veintena de asistentes a la asamblea, por motivos de seguridad.

Para todos los presentes en la reunión, dirigentes barriales y militantes de base, la única solución pasa a estas alturas por una intervención militar de la ONU. "Que vengan los cascos azules", grita un anciano. "Azules o rojos o del color que sea", completa una mujer madura, ante las carcajadas de los demás.

En el recuerdo de los miembros del Frente de Resistencia están las guerras civiles de El Salvador, de Guatemala, de Nicaragua, escenarios que descartan en Honduras en estos momentos, pero no a mediano plazo si los golpistas no abandonan el poder: "No queremos que nos suceda lo mismo, pero nos están empujando a la lucha armada", dice otro de los militantes.

Mujeres y hombres, ancianos y jóvenes, la milicia de Mel Zelaya anda de momento desarmada. Son albañiles, pintores, electricistas, muchos de ellos desempleados. El populoso barrio de Estados Unidos es sólo una pequeña muestra de la gigantesca brecha social que se extiende por todo el país, uno de los más empobrecidos de América latina. Dominado secularmente por un puñado de familias adineradas, desangrado por asonadas militares y podrido por una corrupción política perenne, Honduras no logra levantar cabeza.

Sin pavimento en las calles y con la basura aglomerada en las esquinas, el barrio Estados Unidos vive bajo el olvido de los políticos, que sólo lanzan sus promesas de inversión cuando se aproximan elecciones. Con la llegada de Zelaya al poder, muchos pobladores del barrio vieron en el terrateniente de Olancho al líder que habían estado buscando desde hacía años.

El mandatario subió el salario mínimo casi el doble, hasta las 5500 lempiras mensuales (unos 275 dólares), e impulsó una serie de programas sociales y subsidios a las clases populares que provocaron la indignación de buena parte del sector empresarial.

"Una familia apenas puede llegar a fin de mes con 6000 lempiras, pero ahora el régimen está retirando esa subida que hizo Mel, nos están quitando los subsidios y nos han subido la luz al doble", se queja una mujer.

La resistencia rechaza la celebración de elecciones el próximo 29 de noviembre bajo el estado de sitio que vive el país. "No se dan las condiciones para las elecciones. Gane quien gane, si Mel no vuelve antes al poder, vamos a seguir en las calles", explican.

Cuando se les pregunta por la escasa participación en la mayoría de las marchas, todos responden al unísono: "Es por temor a que nos maten. La policía nos reprime con balas". Oficialmente, hay cuatro muertos contabilizados desde junio por la represión del régimen. Pero los zelayistas denuncian que hay muchos más.

Heridos de bala

El miércoles pasado, dos días después del regreso de Zelaya a Honduras, LA NACION pudo constatar en el Hospital Escuela de Tegucigalpa el ingreso de cinco manifestantes con heridas de bala. Los militantes se habían concentrado pacíficamente en una avenida de la capital cuando policías motorizados abrieron fuego indiscriminadamente, según denunciaron varios sindicalistas.

Para los zelayistas, la solución no sólo pasa por la restitución del mandatario derrocado, que se refugia desde hace una semana en la embajada de Brasil. Las bases populares de Zelaya demandan la convocatoria de una Asamblea Constituyente, la iniciativa que el mandatario estaba impulsando y que fue el detonante del golpe de Estado del 28 de junio.

La reforma constitucional serviría, según los zelayistas, para acabar con décadas de injusticia social y otorgaría más participación ciudadana a las clases más desfavorecidas del país. A Zelaya lo consideran todos un símbolo indispensable para que se lleve a cabo ese proceso de cambio. De ahí que todos coincidan en que la Constituyente debe incluir necesariamente la reelección presidencial que prohíbe la Carta Magna actual.

Animada por la presencia de Zelaya en Honduras, la tropa zelayista está con la moral alta. A pesar de la militarización de la capital, los zelayistas advierten que hoy saldrán a la calle nuevamente para reclamar la vuelta al poder de su líder. Y así seguirán hasta que los cascos azules o rojos o de cualquier otro color pongan orden en un país que, si nadie lo evita, se encamina hacia un enfrentamiento civil de consecuencias impredecibles.

[Fuente: La Nación, Bs As, 28sep09]

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