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28mar11
Pensar para avanzar: el momento histórico hondureño
Es difícil suponer que un pueblo puede avanzar sin dar una lucha frontal ante su opresor; más improbable aun es que este verdugo permanente decida por su propia cuenta reconocer los derechos de aquellos a quienes por definición explotan y reprimen. La lucha como fenómeno social trae consigo características que de otro modo son mucho más complejas de alcanzar; una de ellas, la más importante, la unidad de las fuerzas populares contra la reacción y sus órganos de agresión.
Debemos, sin embargo, reflexionar alrededor de algunos asuntos que son de suma importancia para impulsar cambios importantes en la sociedad hondureña. El problema del magisterio, como muchos erróneamente llamamos, posee un trasfondo eminentemente político, no porque los maestros lo quieran, como afirmo Porfirio Lobo Sosa en declaraciones recientes, sino porque el objetivo de la clase dominante es desintegrar a la mejor organización con que cuenta el país; ningún partido político u organismo de otra índole cuenta con los niveles de disciplina y trabajo que el magisterio, excepto, claro está, las Fuerzas Armadas y, en menor grado, la policía nacional.
Los planes oligárquicos e imperiales implican la esquematización de un sistema novedoso de implementación de principios de libre comercio, que eliminen la intermediación del Estado, que quedará a cargo solamente de la población pobre que seguirá dependiendo de la caridad internacional, solo que desde un Estado Nacional nominal, inexistente en la práctica. Como resulta claro, una campaña de tal envergadura toma años, y el primer paso es desintegrar toda forma posible de organización entre las víctimas potenciales; la mayoría de gente, sin acceso a la educación e incapaz de prestar servicios calificados a partir de la tesis de premio al knowledge (postulado crítico para las nuevas ciudades chárter). Evidentemente hay que deseducar a la gente, y darle lo que el sistema considera justo para ellos; aquí no caben maestros y maestras organizadas.
Lobo Sosa, más responsable de lo que se le adjudica en los medios con respecto a la crisis actual, refiere que el solo discutirá asuntos gremiales con el sector magisterio, y que quienes quieren hablar de política deben esperar a las elecciones internas del 2012 y las generales de 2013 (declaraciones vertidas a medios de comunicación). Su maniobra publicitaria es burda, pues de antemano ha estigmatizado la lucha magisterial, que en una definición correcta, es la lucha del pueblo por la educación pública. Ahora bien, el problema no radica en que Lobo Sosa le asigne un estereotipo a este proceso, sino, más bien, en el temor de la dirigencia a aceptar que esta defensa de la educación de todos tiene una naturaleza eminentemente política y moral.
La intensa represión de las manifestaciones de maestros y estudiantes identifica una primera fase de la estrategia que implica la búsqueda de aniquilación por asfixia de quienes representan la lucha popular. Notemos aquí que las hipótesis manejadas por la inteligencia gringa y local, gira alrededor de que el magisterio es la columna vertebral del Frente Nacional de Resistencia Popular; así que destruido y humillado este gremio, se acaba el problema del FNRP, y se aviva la expectativa de retornar a la “normalidad” bipartidista. Es importante ver como se relega la opción de discusión política al plano puramente electoral, quizá porque es el único que comprenden los partidos oficiales.
La integración de otros sectores al proceso en desarrollo, especialmente el de los estudiantes, fortalece la capacidad de transformar la movilización popular en un hecho mediáticamente interesante; además permite la multiplicación de la consciencia revolucionaria del pueblo, que se organiza en todos los niveles organizacionales de la sociedad, y hace menos obvia la relativa incapacidad de las centrales obreras, que siguen sin poder invocar sus estructuras para darle un vuelco definitivo a la lucha. De hecho, todavía es impredecible si los obreros organizados podrán o intentaran aprovechar la coyuntura para presionar al estado; además estos gremios carecen la politización adecuada, y se orientan más a la simple reivindicación, que se ha inclinado más y más hacia la lucha por el salario mínimo, en la que normalmente se “arreglan” con el estado.
Es importante que entendamos que el papel de los obreros no es un problema de las centrales, sino un hecho estructural, que debido a la forma del sistema, mantiene a estas organizaciones en niveles bajísimos de membresía, especialmente el desempleo y la tercerización del trabajo: Vemos entonces que la lucha por la educación es de carácter político, nacional porque nos involucra a todos y a todas, incluyendo a aquellos compañeros desempleados o dedicados a la economía informal. No cabe duda que muchos hondureños y hondureñas seguirá incorporándose a una lucha que apenas comienza, por lo que es vital adoptar posiciones políticamente claras ante el régimen, que ahora se niega a dialogar por razones estratégicas; sigue tratando de destruir la resistencia del pueblo.
Superado el problema gremialista de la lucha popular por la educación pública, entramos en un campo más complejo, pues es impensable llegar a una mesa de negociación si se tienen compañeros y compañeras encarceladas, si se tienen heridos, desaparecidos y muertos. La reparación del daño causado por el gobierno a raíz de la lucha popular trasciende los problemas que se ventilaron al comienzo de esta reivindicación. Es cierto que el Instituto de Jubilaciones del Magisterio está al borde del colapso causado por la ausencia de voluntad de pago del Estado; o que tenemos más de 6,000 maestros que no han recibido salarios por más de un año; sin embargo, la cantidad de agravios contra el pueblo, hace moralmente incorrecta, cualquier iniciativa de dialogo. Si el gobierno desea solucionar todo, debe comenzar por encarcelar a los culpables de todas las violaciones a los derechos humanos, liberar a los presos políticos y derogar todos los decretos aprobados en contra de la educación pública del país.
No hace falta decir que a esta altura el gobierno está en la obligación de cumplir con todas las demandas que llevaron al magisterio, y al pueblo a luchar con la determinación que lo hace, y, sobre todo, debe quitar de la discusión política nacional la ley que privatiza la educación pública. Aunque los llamados continuos al dialogo sincero provienen de las mismas víctimas, el régimen debe tener clara la disposición inclaudicable de la población en contra de todas la arbitrariedades que se cometen en un estado donde no tenemos acceso a la justicia, donde se brutaliza a quienes protestas, y las “autoridades” caen en el cinismo ilimitado, y hasta aplauden a los fascistas cuando hablan de la “grandiosa” policía que tenemos.
Hay que ser consecuentes con realidades inherentes a nuestra condición de país pobre; la disposición a negociar es la vía practica más coherente para resolver la calamidad en que nos hemos visto sumidos desde el golpe de Estado de 2009; sin embargo, no debemos dar la idea de que estamos dispuestos a pagar cualquier precio por una “paz” en la que agachamos la cabeza y doblamos las rodillas. Lobo Sosa y sus adláteres argumentan que hay extranjeros infiltrados para desestabilizar al régimen; que son financiados por Venezuela, y que el propósito es evitar que reingresemos a la OEA; esto es como si la Bestia del cuento no tuviera espejo, pero no basta con que todos sepamos que Lobo es mentiroso, debemos desenmascarar todo este ardid político, que sigue estando supeditado al Pla estratégico imperial contra la integración de los países latinoamericanos.
Un asunto de vital importancia es la producción intelectual, en todas sus formas, pero, sobre todo, el análisis dialectico permanente de los acontecimientos. Hasta ahora el trabajo, al menos el que se publica, en este sentido ha sido limitado, peor aún, todavía se trata de mezclar esta coyuntura con la disputa refundacional – electoral, que nos ha alejado tanto tiempo de la estructuración política. Sin embargo, el ejercicio permanente de pensar ha sido un factor importantísimo en el mantenimiento de la lucha; aunque se distinguen tendencias al interior de la resistencia, la preocupación fundamental está centrada en la lucha y no en la absurda disputa.
El desarrollo de la coyuntura debería también servir como lección a los sectores que aún no pueden captar su verdadero rol en este momento histórico; hoy las contradicciones mismas que genera el sistema llevan al pueblo a superar constantemente las expectativas de los dirigentes, muchos de los que aún no encuentran explicación a los que sucede. Hay que apuntar que la lucha electoral, aunque estratégicamente viable, no es una necesidad ni obligación en este momento. Antes habría que lograr un cuerpo coherente de ideas que respalde la lucha política, elemento que si está presente en la lucha popular en defensa de la educación pública. De hecho, todavía se padece de una significativa “anemia” conceptual, lo que impide mejores construcciones teóricas. Este debe ser un punto de discusión serio en lo sucesivo, especialmente por el hecho de que el concepto de política entre los dirigentes es bastante disímil.
Este es, quizá, el momento histórico más complejo y próximo a una victoria popular en Honduras; sin tratar de restar importancia a otras gestas heroicas de nuestro pueblo, ahora se disputa contra el régimen por un asunto estructural fundamental; la educación. Por otro lado, la opción de acceder a la administración del Estado es real, concreta. En la medida de que seamos capaces de cohesionar la lucha popular en un propósito político central, podríamos estimar que una revolución es posible en Honduras, sin importar que vía utilicemos. Por esta razón, aquellos que producen pensamiento deberían enfocar sus análisis a la dialéctica de la lucha y la generación de la teoría revolucionaria que de sustento a la lucha del pueblo.
[Fuente: Por Ricardo Arturo Salgado Bonilla, Miembro de la Comisión Política Francisco Morazán, FNRP, 28mar11]
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