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14feb05


Historia secreta del acuerdo que logró salvar a Haití del incendio.


El helicótero de Naciones Unidas levantó vuelo en Puerto Príncipe rumbo al norte. Era el martes pasado y su destino era una finca de Marmelade en Artibonita, una zona agrícola y la más rica del país. Allí esperaba el ex presidente, ex premier y candidato más votado en las elecciones del 7 de febrero, el agrónomo René Preval, de 63 años de edad. Apenas tocó tierra lo abordó para viajar a la capital. En el aeropuerto Toussiant Loverture lo esperaban el secretario general de la OEA, el chileno Miguel Insulza y el jefe de la misión de paz en Haití, su compatriota, Juan Gabriel Valdés.

En esa reunión que se prolongó por poco más de una hora comenzó a destrabarse el complicado recuento de votos que, hasta entonces, colocaban a Preval con el 48,7% frente al 11,7 de Leslie Manigat, quien reclamaba, furioso, la celebración del ballottage tal como lo establece la ley.

Esa no sería la única reunión que Insulza y Valdés tendrían ese día, según pudo reconstruir Clarín en base a fuentes diplomáticas: también se encontraron con Manigat para buscar una fórmula que evitara la segunda vuelta. El argumento era muy sencillo: Preval estaba a menos de un punto y medio de superar la barrera de 50% y la diferencia entre ambos era de 37 puntos. Demasiado para que la incertidumbre se extendiera por semanas. Un muerto en las calles y las masivas movilizaciones a favor de Preval hacían temer lo peor a la comunidad internacional, en un país en donde las diferencias políticas se escriben con sangre.

En esas reuniones, Preval se mostró dispuesto a llamar a la calma a su gente e introdujo una fórmula para destrabar la crisis: que los votos nulos y en blanco, alrededor del 5%, no se contaran, con lo cual podría superar la barrera de la mitad más uno.

Manigat, en tanto, estaba colérico. Rechazó el plan y esgrimía una razón de peso: había que respetar la ley electoral y los resultados, algo por lo que luchó la comunidad internacional en un país en el que sólo en 1994, cuando fue electo Jean Bertrand Aristide por primera vez, se celebraron elecciones limpias.

Por cierto su actitud no era por pureza institucional. Sino por intereses concretos. Manigat contaba con el apoyo de los empresarios e, indirectamente, de Francia -país con gran influencia como ex potencia colonial- que tiene un histórico encono con Preval y todo lo que huela a Aristide.

Fuentes diplomáticas confiaron a Clarín que Insulza y Valdés advirtieron que no podrían contar con Manigat para un acuerdo político o para lograr que se "bajara" del ballottage, apoyado en su posición por el "Grupo de los 184", empresarios y organizaciones sociales clave en la caída de Aristide. Y por el G-9, un acuerdo de candidatos ligados al establishment que se prometieron apoyo recíproco en un ballottage y hacer todo lo posible para evitar el triunfo de Preval, a quien acusan de estar ligado al Partido Lavalas, la organización del ex cura de los pobres y por lo tanto no confiable para sus intereses. De hecho, Preval sucedió a Aristide en 1996 y fue primer ministro durante su presidencia.

La presión internacional, entonces, confiaron las fuentes, debía ir al Consejo Electoral, el único organismo que podía tomar una decisión política, pero apoyado de alguna manera en la "legalidad". Allí, vino otra batalla.

El Consejo está formado por nueve miembros y un director general. Lo integran "independientes", representantes de lo que en Haití llaman la "sociedad civil" -lease los empresarios y el establishment- y ningún partidario del Partido Lavalas de Aristide. Este Consejo ya había retrasado cuatro veces las elecciones alegando falta de seguridad. En realidad -dijo a Clarín una fuente diplomática- el Consejo estaba haciendo todo lo posible para evitar las elecciones, dado que el triunfo de Preval parecía inevitable. Y la rica aristocracia haitiana no estaba dispuesta a "soportar" a un aliado de Aristide sentado en el blanco y señorial palacio presidencial, construído en 1914.

Cuando el gobierno de Boniface Alexandre y el premier Gerard Latortue advirtieron que la presión internacional iba en serio, el Consejo despejó el camino a las elecciones. Igual ocurrió con el recuento de votos. El martes el gobierno le hizo saber al Consejo que el jueves quería anunciar el ganador, es decir Preval, y que buscaran la fórmula para hacerlo en el marco de la "legalidad".

Las discusiones en el organismo fueron salvajes. "En una reunión, un miembro le dijo al otro: "¿Sabés?, anoche soñé que una bala entraba en tu cabeza", contó a Clarín un miembro de la misión de la ONU presente en el encuentro. Presionados por el gobierno, por Insulza, Valdés, y la comunidad internacional -en particular Brasil, con perfil más bajo que Argentina y, con más bajo aún, los EE.UU-.-, el Consejo tomó una decisión. Y recurrió a lo que llaman el "sistema belga": los votos blancos y nulos se cuentan, pero se distribuyen proporcionalmente entre todos los candidatos. Así, del 48,7% que tenía sin contar esos sufragios, Preval pasó a tener el 51,15%, suficiente para evitar el ballotage.

Esa decisión se tomó el miércoles, mientras Valdés e Insulsa volvían a reunirse con Preval y Manigat, por separado. En ese encuentro, Manigat dejó abierta una puerta: si el Consejo terminaba de contar los votos y daba las cifras finales, "yo analizaré el escenario", les dijo.

En verdad -aseguran aquí- Manigat no contaba con la variante belga y esperaba que Preval no llegara al 50%. "En Haití, la foto es importante. Y Manigat quería aparecer como el hombre que hace un renunciamiento en favor de la democracia, bajándose del ballottage pero negociando algo a cambio. La variante belga le cambió el escenario. Por eso sigue furioso. No pudo salir en la foto". A las 3 de la mañana del jueves, cuando todos los haitianos dormían, el gobierno anun ció el triunfo de Preval. Manigat, claro, aún sigue furioso.

[Fuente: Clarin, Bs As, Arg, 18feb06]

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