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01ago04


Los soldados argentinos reemplazas a las fuerzas canadienses.


La primera semana de las tropas argentinas en Haití pasó sin sobresaltos: la avanzada de 70 hombres que llegó el 23 de julio —más los 102 que arribaron el 29 de julio— se asentaron en Gonaives, la cuarta ciudad de este país de 8 millones de habitantes, con unos 200.000, que es sólo una muestra de la miseria en que vive el pueblo haitiano.

Hacia el 12 de agosto, cuando arribe el buque "Bahía San Blas", se completará el contingente de 614 argentinos que serán parte de la misión de paz de la ONU, aprobada tras la caída de Jean Bertrand Aristide, el 29 de febrero pasado.

Este contingente permanecerá por seis meses, cuando serán reemplazados por otros hombres de la Argentina, que junto a brasileños actúan aquí, en Gonaives, que es la cuna de la independencia haitiana: el 1º de enero de 1804 se declaró libre de Francia.

El rol de las tropas argentinas es brindar seguridad a los haitianos —aquí hay sólo 4.000 policías mal armados—, colaborando con la policía nacional. Pero el problema real es más profundo: un país con un PBI anual por habitante que apenas llega a los 400 dólares, con un 80 por ciento de pobres, lo que necesita más que tropas es inversión social y trabajo.

Sin productos que exportar y sin ninguna producción importante, este país ha sobrevivido en los últimos años de la ayuda extranjera y de las remesas de los que emigraron a EE.UU.

El teniente coronel Santiago Ferreyra es el responsable de las fuerzas argentinas y responde al jefe de las tropas de paz en Haití, el general Heleno Pereira, mientras el capitán de navío Adrián Sánchez tiene a su cargo la coordinación con Argentina. En uno de los galpones que sirven como barracas, Ferreyra habló con Clarín:

—¿Cuáles son las diferencias que nota entre lo que le contaron y lo que vio aquí?

—Creo que el choque fue fuerte, porque la realidad haitiana es dura, en cuanto a las condiciones para vivir acá. Desde obtener el agua, lograr condiciones sanitarias apropiadas para los soldados y el clima, que es muy duro.

—¿Qué fue los que más los sorprendió al llegar?

—Lo más fuerte es el grado de pobreza y las condiciones de vida de la gente. Es impresionante. Cuando uno sale de noche, por lugares sin luz, uno ve a niños con perros, con chanchos, con basura. Eso impacta y nos chocó. Incluso para aquellos soldados que han vivido en condiciones muy humildes. Estaban conmovidos por lo que veían.

—¿Por qué da la sensación de que pese a esas condiciones puede ser más peligroso andar por zonas similares en la Argentina?

—Sí, es verdad. Y eso es muy bueno aquí, porque el haitiano tiene respeto importante por la fuerza y los delincuentes no se animan a actuar. Tenemos una presencia disuasiva. De todos modos, no confiamos en nada, aunque nos sentimos seguros, ya que no hay animosidad.

—Con este cuadro, más allá de las tropas, este país necesita asistencia social o generación de empleo...

—Sí, nosotros somos sólo un complemento, una parte de una misión que debe ir más allá. Lo más importante es lo que deben hacer otros organismos de la ONU en cuanto a la atención sanitaria, ayuda en alimentación a la población y a la generación de proyectos que ayude a este país a salir adelante. Aquí, por ejemplo, una cuestión tan básica como la recolección de basura no existe.

Antes de salir de Buenos Aires, los soldados recibieron nociones básicas de este país. Les contaron que era un país pobre, pero ninguno imaginó hasta qué punto. Y les dijeron, también, que hay 300.000 casos de sida declarados: los oficiales deberán evitar tentarse con las prostitutas que "por lo que sea" (pueden ser 3 dólares) ofrecen sexo.

En los patrullajes de día y de noche, las tropas argentinas aún no han tenido inconvenientes, salvo un par de hechos aislados: atraparon a un hombre que le había partido la cabeza a otro de un palazo, o a otro que chocó con su motito y se estaba peleando con el herido. Cumpliendo con las formalidades, los entregaron a la policía y fueron a dar al calabozo vaya a saber hasta cuándo.

La odisea de 20 médicos.

El hospital La Providence es el más importante de Gonaives y de toda la región de la Artibonita, un departamento que tiene 5.000 kilómetros cuadrados.

Recobrada la calma después de los combates de febrero por la caída de Aristide, el hospital volvió a su rutina: atender a niños desnutridos, partos, accidentes de tránsito, enfermedades respiratorias en los mayores y casos de malaria.

"Los casos más graves son los de los chicos con malnutrición crónica, ya que si bien los aten demos, mucho no podemos hacer de cara al futuro, si no tienen una buena alimentación", cuenta a Clarín el director del hospital, Pail Saint Giles.

Este hospital es público y se financia con magros fondos del Estado, la ayuda internacional, como la Cruz Roja, que aporta medicamentos, y el pago simbólico de 30 gourdas (menos de un dólar) por la primera consulta y 20 por las siguientes.

El problema de La Providence, como en todo el país, es que sólo tiene 20 médicos para atender a 7.000 pacientes por mes en cuatro especialidades: pediatría, oftalmología, cirugía y dermatología, además de medicina general. "El año pasado atendimos a 86.000 pacientes y la verdad es que no podemos hacer más", cuenta Saint Giles.

De los 20 médicos, 10 son cubanos que pasan en el país seis meses hasta que los releva un nuevo grupo, a raíz de un acuerdo entre ambos Estados que ya lleva varios años.

Pero el mayor drama de este hospital son los nacimientos: tienen 200 partos al mes, de los cuales muere el 6 por ciento de los niños, la cifra más alta de América latina.

[Fuente: Clarín, Bs As, Arg, 01ago04]

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