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21dic08
Repiten el experimento de Milgram sobre la obediencia y los nuevos resultados son concordantes con los de 1963
Un estudio realizado por la Universidad de Santa Clara, en California, ha revelado que la mayoría de las personas serían capaces de practicar torturas bajo presión, un experimento similar a la conocida como "prueba Milgram", que hace 50 años demostró que más del 80% de las personas estaba dispuesta a aplicar descargas eléctricas a otra persona, a pesar del dolor.
La prueba consistía en que los voluntarios debían aplicar lo que creían que eran dolorosas descargas eléctricas a otros voluntarios (que eran en realidad actores), cuando eran incitados por una figura de autoridad. Los investigadores de Santa Clara determinaron que aún cuando los actores daban (falsos) gritos de dolor, el 70% de los participantes estaban dispuestos a aumentar el voltaje de las descargas.
Las tasas de obediencia de los participantes fueron ligeramente menores que las del experimento Milgram, según informaron los autores del estudio en American Psychologist, la revista de la Asociación de Psicología Estadounidense. "Al conocer el trabajo de Milgram, la gente a menudo se preguntaba si hoy en día los resultados serían distintos", explicó el doctor Jerry Burger, director del nuevo experimento.
"Muchos creían que, después de las lecciones del Holocausto, hay una mayor conciencia social sobre los peligros de la obediencia ciega", resaltó, según informó la BBC. Por ello, explicó, el experimento fue llevado a cabo para ver si hemos aprendido las lecciones del pasado. "Pero lo que encontramos fue que los mismos factores situacionales que tuvieron un impacto en la obediencia en el experimento de Milgram siguen operando hoy en día", agregó el científico.
Diferencias en los experimentos
El experimento original, publicado en 1963, fue llevado a cabo por el profesor Stanley Milgram, de la Universidad de Yale. El científico reclutó voluntarios para probar el efecto del castigo y el aprendizaje. Se le hizo creer a los voluntarios --que tenían el papel de maestros-- que estaban aplicando descargas eléctricas cada vez más potentes a otra persona --que tenía el papel de alumno--, ubicada en un cuarto separado.
También se les hizo creer que "un científico" era la figura de autoridad que dirigía el experimento. éste incitaba al "maestro" a que continuara aplicando descargas sobre el "alumno". En realidad, tanto el científico como el alumno eran actores y la supuesta máquina generadora de descargas eléctricas era falsa.
Milgram halló que, después de escuchar los primeros gritos de dolor de los "alumnos" con una descarga de 150 voltios, el 82,5% de los "maestros" voluntarios continuó aplicando descargas. De éstos, el 79% continuó con las descargas hasta el límite del generador, a 450 voltios. El estudio, además, no encontró diferencias entre hombres y mujeres.
En el nuevo experimento, llevado a cabo por el doctor Jerry Burger, el 70% de los participantes estaban dispuestos a continuar con las descargas después de los 150 voltios, pero no se les permitió hacerlo. Al parecer, los voluntarios del experimento original que se mostraron dispuestos a infligir dolor hasta el límite del generador eléctrico quedaron muy consternados tras la prueba.
"Casi cuatro de cada cinco participantes en la prueba Milgram que continuaron después de los 15 voltios llegaron hasta el límite del generador", explicó el doctor Burger. "Debido a este patrón, al darnos cuenta de la reacción de los participantes al aplicar los 150 voltios, pudimos hacer una conjetura razonable de lo que hubieran hecho si hubieran continuado con el procedimiento", agregó.
Dificultades éticas
Las técnicas del profesor Milgram han sido muy debatidas desde que se publicó su investigación. Como resultado, se han establecido códigos éticos para los psicólogos y medidas de control en las investigaciones experimentales para evitar que se repitiera exactamente el experimento Milgram. Para que ésta fuera aprobada por las autoridades universitarias, Burger fijó que en su experimento 150 voltios fuera el límite máximo que se aplicaría.
De cualquier forma, la vasta mayoría de los 29 hombres y 41 mujeres que tomaron parte en el estudio se mostraron dispuestos a apretar el botón de descarga sabiendo que causarían daño a otro ser humano. Incluso cuando otro "científico" (actor) entraba en el cuarto y cuestionaba lo que estaba ocurriendo, la mayoría estaban dispuestos a continuar.
Tal como explica el investigador, cuando se nos coloca bajo presión, los seres humanos a menudo hacemos cosas "perturbadoras". Los resultados del estudio, afirman los expertos, podrían explicar parcialmente por qué en tiempo de guerra y conflicto la gente está dispuesta a tomar parte en un genocidio.
Tal como señala el profesor Alan Elms, de la Universidad de California, en Davis, quien participó en el experimento Milgram en 1961, "el nuevo experimento fue suavizado, rebajando el límite de las descargas y por lo tanto las condiciones fueron menos estresantes".
"Sin embargo, las conclusiones no son menos perturbadoras: el límite de crueldad de la humanidad, como todo lo demás, depende de las condiciones", dice. "Parecemos estar programados para cumplir órdenes, incluso si éstas dañan a los demás y está claro que, a pesar de todos los horrendos espectáculos del pasado, todavía no hemos logrado entender el mensaje", concluyó el científico.
[Fuente: El Confidencial, Madrid, 21dic08]
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