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15mar09
Unidos por la muerte.
Unidos por la muerte
De Vilches a la fosa común de Benagéber. El maquis Manuel Torres fue abatido al intentar salvar a un camarada.
"Mi tío dio su vida por el compañero herido al que cuidaba, por eso quiero que sigan los dos juntos, como él eligió". Ésta es la razón que ha llevado a la sobrina del guerrillero Manuel Torres "El Practicante" a pedir que no se excave la fosa común del franquismo donde yacen los "ocho de Benagéber".
Sebastiana Ortega Torres sabe mucho de lágrimas. La ausencia de su tío, el guerrillero Manuel Torres Hervás, El Practicante, ha marcado su vida. Aunque no lo conoció, nació 12 meses después de que hace 62 años su tío cayera asesinado en una operación de castigo de la Guardia Civil contra el maquis en Benagéber, ha dedicado estos últimos 20 años a reconstruir la memoria de aquel joven huérfano de un zapatero remendón de Vilches que soñaba con ser marinero.
Los recuerdos de su infancia en ese pueblo de Jaén son los ecos de Radio Pirenaica- "¡Aquí Dolores Ibárruri! Estación Pirenaica"- que su abuela escuchaba por la noche a escondidas tras cerrar todos los postigos de las ventanas por si decían algo de aquel hijo que se había echado al monte.
Manuel, tras aprender el oficio de barbero, se marchó a Madrid a buscarse la vida con sólo 16 años. Vivió los vientos de libertad de aquella capital de la II República hasta que un mes antes del golpe de Estado de Franco se enroló como peluquero en el destructor Escaño, que iba a permanecer fiel al Gobierno durante toda la Guerra Civil. Allí, como le contó por carta a su madre, hizo un curso de practicante "porque con los tiempos que corren siempre es bueno saber ayudar".
Su último puerto fue el de Bizerta (Túnez), donde al acabar la contienda se entregó a las autoridades francesas, que a su vez le pusieron en manos de los franquistas junto a otros 2.000 marineros republicanos más refugiados allí. De vuelta a España, su militancia comunista le supuso el calificativo de rojo peligroso y una condena a muerte, que le fue conmutada por la de trabajos forzados en el Valle de los Caídos, de donde se fugó una noche de tormenta de 1944.
Ingreso en la AGLA
La clandestinidad le llevaría a Teruel, donde ingresó en la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA) con el alias de El Practicante. Al alba del 25 de marzo de 1947 se acabaría todo para Manuel. Acababa de llegar a la aldea de Nieva, la actual Benagéber, cuando un chivatazo llevó a la Guardia Civil a la casa en que se había escondido para cuidar a un guerrillero que tenía una herida de bala en la pierna y no podía andar.
El hijo mayor de Santiago Martínez y Paquita Montes, el matrimonio que les daba cobijo, José, tenía 7 años y lo vio todo. Su padre acabó en la fosa de los ocho con un tiro en la frente y su madre en la prisión de mujeres de Valencia. No fue hasta los años 90 cuando Sebastiana y su madre, gracias al popular Quien sabe dónde de Paco Lobatón, descubrieron el trágico final.
"José me contó -relata Sebastiana- que mi tío pudo salvarse, pero no quiso abandonar al herido. Se lo echó al hombro y los mataron en la empalizada del corral". "Dio su vida por su compañero, por eso quiero que sigan los dos juntos, como él eligió", concluye emocionada.
Un corazón dormido bajo el tejado
«Ahora estoy en Zaragoza, mañana no sé... pero cada día mejor». Esta frase se lee en una de las cartas que Manuel consiguió enviar a su madre y a su hermana Isabel, la madre de Sebastiana, desde la clandestinidad, gracias a las cuales supieron que había ingresado en la guerrilla.
Las cartas llegaban a Vilches a casa de un primo suyo, Jacinto, que era sastre, y éste se las llevaba a su tía escondidas en madejas de lana. Para burlar los frecuentes registros que sufrían por la noche -- Sebastiana aún mantiene en la memoria la imagen de los guardias civiles buscando entre la paja--, escondían la correspondencia bajo las tejas del techo. Allí, debajo del tejado, durmió durante décadas el corazón de esta familia en el que latía la esperanza del reencuentro.
«Por la carta supimos que se había hecho guerrillero y la última que nos envió ya venía firmada como Manuel Torres Domínguez», la documentación falsa que le habían hecho con los segundos apellidos de sus padres y con la que fue enterrado «Nos decía que estaba cansado y que quería pasarse a Francia».
Sebastiana recuerda que cuando en el 64, como otras miles de familias andaluzas emigraron a Madrid, lo primero que le dijo su madre fue «¿Y ahora cómo nos va a encontrar mi hermano?». Allí moriría la abuela de Sebastiana con la pena de no saber nada de su hijo, «sus últimas palabras fueron "Manolo, Manolo, en un barco"»
El vacío de la ausencia duró hasta que en 1989, continua, «mi madre ya no pudo más y me soltó «"Yo no he hecho nada por mi hermano"». Las dos se pusieron a buscar en archivos y libros, una lucha por saber les llevó hasta los archivos de la Guardia Civil que entonces dirigía Luís Roldán, donde les negaron cualquier información. Solo Lobatón consiguió que la Guardia Civil revelara el final de la historia.
[Fuente: Rafel Montaner, Levante-EMV, Comunitat Valenciana, Esp, 15mar09]
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