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13nov17


España colidera el ranking de trabajadores pobres


En este momento tan bonito de exaltación de la patria, la nación, la bandera y demás símbolos, la realidad tozuda asoma por todos los rincones de España, anunciando la buena nueva que llena de orgullo a todos los responsables políticos: somos de los primeros en trabajadores pobres.

Por fin España colidera el ranking de trabajadores pobres

Los medios de comunicación, pero también los economistas creadores de opinión, tratan de introducir con calzador las cifras del octubre negro en Cataluña, olvidando premeditadamente que en otros territorios, sin veleidades independentistas, los trabajadores pobres se agolpan en la retina de unos pocos. Pero algunos andan muy ocupados difundiendo bulos sobre los supuestos arrepentimientos delante de un juez.

Es muy reconfortante saber que la sociedad española solo reacciona ante el riego de ruptura de la unidad de la patria, y desprecia abruptamente el desgarro social que supone que una parte no despreciable de su población se encuentre en una situación de pobreza, aunque estadísticamente tenga empleo. Aquella frase gloriosa de la Ministra que exaltaba que la mejor política social es el empleo, se está demostrando tan falsa como la capacidad de obrar milagros de la Virgen del Rocío.

Trabajar ya no es sinónimo de bienestar, sino de pobreza para más de 2,4 mill. personas

Según Eurostat, aquellos trabajadores que no alcancen el 60% de los ingresos medios se les pueden considerar pobres. Aquí España lucha por alcanzar el número 1, siendo en la actualidad colíder junto a Grecia, solo superada por Rumania. Los trabajadores más afectados, como no podría ser de otra manera, son los que tienen un contrato a tiempo parcial, normalmente subempleados, cuya tasa de pobreza es el 24,3%.

El 13,1% del total de trabajadores y el 24,3% de los subempleados están en riesgo de exclusión social

Asalariados en riesgo de exclusión

Estamos pues bien situados para presumir del milagro económico español y exportar esta política económica y laboral a los países más prósperos que nos miran con envidia, deseando tener un empresariado tan eficiente y unos trabajadores tan dóciles.

El milagro español consiste en crear más empleo que los demás pero los lanzamos a la pobreza

Es sabido que esta estadística se corresponde con el término pobreza relativa, es decir aquellos hogares con ingresos sustancialmente menores que la media, y por tanto no con la pobreza severa. Aquí hay que constatar que lo que se mide son los ingresos medios de un hogar en un año, por lo que dada la enorme rotación laboral, en este periodo pueden confluir momentos de ocupación y desocupación. No hay que olvidar que ahora el 25% del total de contratos que se firman tienen una duración inferior a la semana. En este sentido hay que subrayar que la nueva estadística conocida es del año 2016, pero con datos de ingresos del 2015, por lo que hay un desfase temporal. También hay que hacer constar que se sigue utilizando una encuesta, como la EPA para la recogida de estos datos sabiendo la extrema dificultad para que los trabajadores sepan contestar con exactitud su salario bruto y neto.

La posibilidad que esta situación hubiese revertido significativamente en estos dos años es pequeña, ya que no solo no han subido en exceso los salarios, sino que la precariedad, incluso ha aumentado algunas décimas más. Con estos mimbres, surgen muchas voces, incluso dentro de la academia más ortodoxa, que no acaban de entender, y por ende no pueden prever, por qué los salarios no suben en un contexto de crecimiento superior al 3%.

Los que enseñan estos modelos maravillosos en las Facultades solían explicar la llamada curva de Philips que relacionaba salarios y desempleo de forma inversa. Pero se encuentran que en 2015, el salario medio descendió, mientras el desempleo disminuía a un ritmo elevado, con récord de contratos anuales en dicho año y en 2016, con una euforia en el turismo y hostelería desconocida desde los años dorados de 2004 y 2005. La gran pregunta es, ¿qué está pasando?. Lo curioso es que hasta las instituciones más reaccionarias, como la Patronal o la propia Comisión Europea están implorando que los salarios se eleven, para vender al mundo ortodoxo que el círculo virtuoso se cierra. Primero aplicamos los recortes de salarios, tras la reforma laboral de 2012, a cambio, se nos dijo, de conservar parte del empleo, recortamos también prestaciones (sanidad, educación, política social y desempleo), lo que nos ha permitido equilibrar las cuentas públicas, y finalmente llegaría el maná en forma de mayores salarios para los que queden dentro.

Los modelos tradicionales ya no son capaces de explicar el desacople entre caída del desempleo y caída de salario medio

La realidad es muy distinta. Ya no hay mecanismos de presión salarial y laboral, porque la negociación colectiva se ha quedado limitada a las grandes empresas industriales y suministradores, pero el gran nicho de empleo que se crea ahora, hostelería, turismo o comercio, está completamente indefenso ante la codicia de los empleadores, por lo que unido a la precariedad, se ha convertido en estructural. Por no hablar de los falsos autónomos de las múltiples plataformas tecnológicas que explotan a repartidores, chóferes u otras profesiones, problema que tampoco explican los modelos tradicionales del mercado laboral.

La realidad es que ya no hay mecanismos de presión salarial y laboral al desaparecer la negociación colectiva para millones de trabajadores

Pero si el nivel salarial es un problema, la dispersión geográfica es otro drama. Todo el arco norte, junto a Madrid, están por encima de la media en 2016. Cierra la tabla Andalucía, Murcia, Canarias y Extremadura, casualmente las regiones con menos incidencia industrial. Por ejemplo, el salario medio en el País Vasco es un 38% más elevado que en Extremadura, algo que sí debería preocupar, y no ondear banderitas los fines de semana. Esta dispersión responde, con todas las salvedades por la calidad estadística, a la eterna canción de la especialización productiva, industria puntera frente a servicios de bajo valor añadido. Pero esa batalla está perdida y no hay nadie que se atreva a revertir la situación. Es muy cómodo tener a un ejército de reserva cada vez más pobre que se manifieste por la unidad de España, mientras esa España se encarga de mantenerlos hundidos de forma secular.

La dispersión salarial y de rentas sí que es un riesgo para la ruptura de España

En resumen, seguimos bailando al son que nos marcan los que son incapaces de explicar por qué cada vez hay más pobres relativos. Nadie se atreve a poner fin a esta deriva perversa, porque saben que nadie se va a manifestar ni cortar carreteras. España es casi el país con mayor desigualdad salarial, con las pobres estadísticas que tenemos. Cuando tengamos un mejor aparato estadístico, incluso las cosas podrían ir peor.

[Fuente: Por Alejandro Inurrieta, Vozpópuli, Madrid, 13nov17]

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