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15mar18
El CEO de Jolla: "Sailfish es el único sistema operativo que no tiene puertas traseras"
El equipo de personas que formó Jolla pertenece a esa generación que vivió desde dentro el cambio del móvil tradicional al smartphone. Estos ingenieros observaron desde el mirador privilegiado de su mesa de trabajo, en Nokia, cómo la compañía finlandesa se hundía mientras el iPhone y los Android dibujaban la nueva era de la tecnología móvil. Los teléfonos inteligentes habían llegado y habían barrido a los tradicionales.
Tal vez Sami Pienimäki fue uno de los que mejor vio venir la catástrofe desde el interior de Nokia. Pasó años desarrollando MeeGo, destinado a ser el verdadero sistema operativo para teléfonos inteligentes de la todopoderosa firma. En sus últimos años de smartphones, hasta la alianza con Microsoft, la finlandesa utilizó Symbian. Este era un sistema diseñado para competir con las antiguas PDAs de Palm, pero que se reconvirtió sobre la marcha para hacer frente a iOS y Android.
MeeGo era la apuesta de futuro en aquellos momentos. La plataforma era fruto de una alianza con Intel, pensada para adaptarse a distintas plataformas de hardware y preparada para integrar la tecnología punta de la época, como la VoIP. Además, se basaba en código abierto y estaba amparado por la Linux Foundation (cosa que nunca pasó con Android).
Pero todo saltó por los aires cuando el gigante finlandés llegó a un acuerdo con Microsoft para utilizar el entonces flamante Windows Phone 7. "De la noche a la mañana, el recurso de MeeGo fue declarado inservible", Sami recuerda que el CEO de Nokia (a la sazón Stephen Elop, ex directivo de Microsoft) dijo que no quería se trabajara más en aquel sistema operativo. Los planes eran meterlo en un cajón y cerrar la llave. "Habíamos estado desarrollando MeeGoo durante años y se había invertido una gran cantidad de dinero en ello. Estamos hablando de alrededor de 1.000 millones de euros", comenta Sami.
Este finlandés de mediana edad es ingeniero de formación especializado en telecomunicaciones. Su universidad estaba muy cerca del campus de Nokia, así que el paso era casi ineludible. Cuando él estudiaba la firma crecía a gran velocidad, necesitaba manos y talento. Empezaban los buenos tiempos de los móviles, era finales de los años 90. "Ni siquiera tuve que dar el salto porque ellos vinieron a buscarme", comenta entre risas.
Sami pasó 12 años en Nokia. Y en aquel momento crítico, cuando la compañía se inclinaba hacia Microsoft, fue uno de los empleados que se resistió a pensar que MeeGo fuera inservible. Junto con otros compañeros, trató de crear un caso de negocio para convencer a algunos inversores de que inyectaran capital en una nueva compañía. El proyecto se convertiría en una empresa, Jolla, y en un sistema operativo de código abierto heredero de MeeGo, Sailfish.
Echaron a andar en 2011, sin tener ningún problema de derechos con Nokia. Es una de las ventajas del código abierto. MeeGo fue concebido para que cualquiera pueda acceder a su código fuente y modificar la plataforma.
Ahora Sami es el único que queda de los fundadores, que por distintos azares -incluidas varias crisis de negocio- se han ido despegando de Jolla. Y hoy Sailfish es una alternativa minoritaria al duopolio iOS-Android, pero al menos ha logrado sobrevivir. Plataformas con más apoyos no han conseguido hacerlo. La memoria colectiva reciente está sembrada de proyectos como Firefox OS, impulsado por los operadores junto con la Fundación Mozilla, Ubuntu Touch, desarrollado por Canonical pero que ha perdido el poco fuelle que tenía, o Tizen, a quien Samsung nunca ha podido sacarle jugo.
En la actualidad Jolla es prácticamente sinónimo de Sailfish. Antes la empresa fabricó su propio hardware, pero en 2016 abandonaron este camino. Durante el pasado Mobile World Congress presentaron la nueva versión de su plataforma, Sailfish 3.0, que aparecerá en otoño de este año.
En su stand del MWC se podía probar la interfaz de la plataforma, en smartphones del programa Sony Open Devices. Para usar Sailfish, que permite ejecutar cualquier aplicación Android, un usuario tiene que comprar una licencia en la web de Jolla e instalar el sistema en su dispositivo.
Su principal atractivo está en la privacidad y la seguridad. "Sailfish es el único sistema operativo independiente cuyo código fuente está disponible. Somos el único sistema operativo cuyo código puedes investigar para estar seguro de que no hay puertas traseras ni otros agujeros de seguridad", comenta Sami.
El CEO de Jolla considera que esto es un factor para atraer usuarios y destaca el papel de la comunidad de fans en torno a Sailfish, que siempre ha sido parte de las operaciones de la compañía y lo seguirá siendo, afirma. Pero reconoce que los ingresos llegan por otro lado.
La mayoría de su negocio proviene de empresas, que compran licencias para construir plataformas con seguridad añadida sobre Sailfish. "Las compañías locales, como integradores de sistemas, desarrollan soluciones para el sector empresarial en sus propios mercados", apunta Sami, que menciona países como China, Latinoamérica o Rusia, donde Jolla tiene cierta presencia.
Su relación con Rusia, por cierto, va más allá de las empresas. "Ahora mismo somos el único sistema operativo que ha recibido una certificación por parte de las autoridades rusas, para ser una opción para las compañías estatales", destaca Sami. Y añade que este movimiento forma parte del interés ruso por lograr una mayor independencia tecnológica.
La compañía confía en que en el futuro haya otro foco de ingresos. En el MWC anunciaron Sailfish para móviles tradicionales. Su objetivo es llegar a los teléfonos no inteligentes, pero que ya tienen 4G. Y su propuesta de valor es incluir aplicaciones Android, como WhatsApp o algunas redes sociales, en el sistema. Son teléfonos de 50 dólares que, según espera Sami, se venderán bien en países emergentes.
Así, uno puede hacer scroll en una lista de conversaciones de WhatsApp, en un teléfono con pantalla pequeña, manteniendo apretada la flecha inferior en el menú físico del teclado. El control resulta intuitivo incluso para escribir. Eso sí, solo una vez que tus dedos se acuerdan de cómo se movían hace diez años, precisamente cuando Nokia vivía su época gloriosa.
[Fuente: Por Pablo G. Bejerano, La Vanguardia, Barcelona, 15mar18]
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