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08jun16


Y creímos que no podía haber nada peor que Idomeni...


Entre una cárcel, un mar de chimeneas y un descampado se encuentra Kordelia-Softex, en un polígono industrial a las afueras de Tesalónica. Un lugar inhóspito, en medio de ninguna parte, sin rastro de vida. No se ve un árbol ni una flor. Sólo cemento.

Hace unos días, unas 2.000 personas procedentes del desalojo de Idomeni fueron trasladadas allí. Las tiendas se distribuyen entre el interior de una nave industrial abandonada y una explanada aledaña. Están en línea y numeradas, una detrás de otra, con muy poco espacio entre ellas.

Lamish es una niña de siete años. Tiene una parálisis cerebral y una epilepsia mal controlada. Desde Bomberos en Acción la están buscando por los diferentes campos alrededor de Tesalónica para hacer seguimiento médico e intentar acelerar su proceso de reubicación acompañada de su familia hacia España. Tras vaciar Idomeni, el contacto se perdió. Al mostrar una foto de ella y su madre, Mohamed, un refugiado palestino, la reconoce. En seguida, tras unas voces son llevados a la tienda C-5, su nuevo hogar. Ha habido suerte. Las caras de sorpresa y alegría dan lugar al poco a expresiones de preocupación. "Estábamos mejor en Idomeni -dice su madre-, aquí muy mal, no hay ninguna ducha, ni agua caliente". Lamish sufrió ayer un nuevo ataque epiléptico. No había asistencia sanitaria, no sabían a quién acudir. Por la mañana fue atendida por personal de la Cruz Roja alemana por un proceso febril.

El campo es custodiado y dirigido por militares, como la gran mayoría de campos oficiales. La relación con ellos es buena, dicen, pero "no hacen nada si hay peleas", "tenemos miedo de que los militares nos encierren y no nos dejen salir". Nadie les explicó cuál iba a ser su nuevo alojamiento ni el funcionamiento del campo.

Desde Bomberos en Acción están satisfechos de haber encontrado a la niña entre los miles de refugiados que rodean Tesalónica, algunos de ellos con restricciones de acceso. Una aguja en un pajar. Parecía imposible.

Tal vez, ojalá, Lamish y su familia consigan llegar a España. Tal vez, después de ella, Khadiya, que sufre una cardiopatía congénita, pueda ir también. Y Ahmed y Mudhafar, dos niños con cáncer a quienes esperan con los brazos abiertos en A Coruña. Y tal vez, detrás de ellos, los miles de refugiados que el Gobierno español se comprometió a acoger. Es cuestión de voluntad política, ni más ni menos.

Mientras, en Kordelia y otros campos, miles de personas continúan en una situación que denigra la dignidad humana. Algunos, los menos, están en campos con mejores condiciones de habitabilidad y servicios, como los de Cherso y Petra.

Pablo, Edith y Verónica han recorrido seis campos oficiales en los últimos días. Cuatro de ellos están ubicados en polígonos industriales (Giannitsa, Sindos, Kordelia y Kalachori). Salvo en el campo de Cherso, la valoración de las comidas era mala. Los baños y duchas, muy escasos; el acceso a agua potable, limitado. En el de Neu Kavala, además, la gente se quejaba de mala relación con el personal militar, y de que muchas de las tiendas se inundan cuando llueve. Munhir bromea: "Nado en la tienda cuando llueve", y más adelante, ya sin intención de ser gracioso: "Tenemos sólo una botella de agua por cada dos personas para beber al día". En varios de ellos no hay acceso a pañales ni a leche maternizada para bebés que no tomen pecho. En Giannitsa, Youssef , de una familia de 14 miembros, nos dice que el más pequeño, de ocho meses, está malo y tiene diarrea por este motivo. En varios centros no hay asistencia médica.

Da la impresión de que en los campos "mejores" hay personas con una situación socioeconómica más holgada. Se ve a personas comprando y con buena apariencia. Sin embargo, en campos más degradados, como el de Giannitsa, nos comentan: "Aquí nadie tiene dinero. Nadie puede comprar".

El proceso de prerregistro para solicitar asilo se presenta lento, y hasta su resolución pueden pasar incluso años. En muchos de los campos nadie ha informado aún sobre el derecho a pedir asilo, a pesar de que muchas personas llevan meses en tierras griegas.

Desde el punto de vista psicosocial, tener a personas que huyen de conflictos armados o de violencia socioeconómica en la situación que se encuentran estos campos es traumático por partida doble. Muchos de los campos parecen pensados para minar la salud mental. Tras el último desalojo forzoso se encuentran en un lugar carente de servicios básicos, con escasas posibilidades de gestionar lo cotidiano, sin autonomía para decidir sobre sus propias vidas y sin nada más que hacer en todo el día. En un lugar inhóspito, custodiado por militares, donde resulta difícil imaginar la vida fuera de la valla y guardar tan sólo una pizca de esperanza. Esta situación viola las directrices de la Organización Mundial de la Salud para la actuación ante situaciones traumáticas, y la directiva europea para la acogida de personas refugiadas. Como tantas otras situaciones a las que hemos asistido en estos días, y que parecen no tener límite para seguir empeorando y prolongándose en el tiempo.

[Fuente: Por Edith Pérez Alonso, Pablo Gabandé Tapia, Verónica Pérez Jiménez, Axiópolis (Grecia), Diagonal, Madrid, 08jun16]

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