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28oct18
Botella, la centinela del PSOE que mueve los hilos en el Ministerio de Marlaska
“Soy un técnico en un Gobierno socialista”. Así, reivindicando su perfil independiente, se presentó en julio ante el Congreso de los Diputados el nuevo ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska. Al exjuez de la Audiencia Nacional se le otorgaba un perfil más bien conservador. De hecho, fue aupado por el PP a vocal del CGPJ. Su nombramiento fue tan sorprendente como celebrado y hoy es el segundo ministro mejor valorado, siempre según el CIS de José Félix Tezanos. Pero bajo sus pies, en el PSOE ya habían pensado cómo suplir esa posible distancia entre el mediático ministro y el Ejecutivo de Pedro Sánchez.
Ana María Botella fue la elegida para desempeñar el cargo de secretaria de Estado de Seguridad, un puesto de la máxima relevancia. Es la última luz que se apaga en el Ministerio, la que recibe la primera llamada si pasa algo de madrugada y la encargada de arbitrar el siempre difícil equilibrio entre la Policía y la Guardia Civil. Ella ejercería de vínculo entre el corazón de la seguridad del Estado y Ferraz. Reunía dos características esenciales, su conocimiento de las fuerzas policiales fruto de su experiencia como Delegada del Gobierno en Valencia y su paso por la Comisión de Interior del Congreso de los Diputados.
Llegó a su escaño después de la polémica etapa del ministro Fernández Díaz en la que afloraron las acusaciones de policía política y nombres como el del comisario Villarejo. Botella apenas tuvo tiempo de medirse con su sucesor, Juan Ignacio Zoido, pero seis meses después de su llegada a Interior apenas queda rastro de la herencia recibida. Ha devuelto a la Policía y a la Guardia Civil su organigrama habitual, con un sólo director adjunto operativo en lugar de los cuatro jefes centrales que dispuso Zoido. Antes de irse, Grande-Marlaska condecoró a tres de ellos.
Militancia socialista
Pero lo que más polvareda ha levantado ha sido la renovación de numerosos puestos clave, los últimos esta misma semana. No es el primer caso de un secretario de Estado de Seguridad que goza de la confianza de su jefe para ejercer su función con libertad de movimiento. Tampoco es el primer ‘número dos’ de Interior que combina su posición con la adscripción en algún partido, pero es habitual que al llegar al Ministerio se aparque la militancia. No ha sido el caso de Ana María Botella, que ejerce como centinela (‘soldado que vela haciendo vigilancia’, RAE) del discurso socialista.
Entre los últimos movimientos destaca el cese del comisario general de Información, Germán Castiñeira, máximo responsable de la lucha antiterrorista en la Policía Nacional. Las fuentes policiales consultadas indican que era cuestión de tiempo. En sus últimos años de ejercicio se le vinculó en exceso al PP y, en concreto, a la expresidenta madrileña, Cristina Cifuentes, por el tiempo que fue Jefe Superior de Policía de Madrid. Antes había sido responsable de la Brigada Provincial de Información durante ocho años en los que también coincidió con la dirigente ‘popular’ como delegada del Gobierno.
Desde ese último puesto acaparó éxitos y algún fracaso sonado como la investigación del asesinato del ultra del Deportivo de la Coruña -sin autor conocido cinco años después- o el arresto de los falsos yihadistas en plenas fechas navideñas. Se les atribuía la tenencia de un kalashnikov que nunca apareció y los detenidos acabaron liberados. Recientemente la Audiencia Nacional absolvió también a un grupo de anarquistas veganos que su Brigada de Información investigó por terrorismo al acusarles de atacar varias sucursales bancarias.
Falta de sintonía
Castiñeira fue aupado por el equipo anterior a la Comisaría General de Información donde sólo ha permanecido diez meses. Las fuentes ministeriales consultadas aseguran que Botella no oculta la falta de sintonía con el comisario a la hora de explicar su relevo. En su lugar ha nombrado al hasta ahora responsable de Extranjería y Fronteras, Eugenio Pereiro, quien tampoco llevaba ni un año en ese puesto.
Extranjería es por lo general uno de las comisarías menos deseadas porque conlleva poco reconocimiento y muchos dolores de cabeza. Nada más llegar afrontó el traslado de casi 600 migrantes a la cárcel malagueña de Archidona donde se suicidó uno de ellos. Poco después gestionó la llegada a España del Aquarius. Tras un pasado como asesor del ministro Alfredo Pérez Rubalcaba, el PP lo mandó a su casa a la espera de destino, aunque luego fue recuperado para funciones de relevancia en la Comisaría General de Policía Judicial.
Fuentes policiales creen que Pereiro era el favorito de Botella para el puesto de Director Adjunto Operativo. Pero su grado en Criminología expedido por la Universidad Rey Juan Carlos mermó su candidatura. Para ocupar los puestos de responsabilidad en la Policía es precisa una titulación universitaria. A los que no la tenían, se les ofertaba un curso on line de nueve meses de duración en la universidad madrileña. La Fiscalía ya descartó irregularidades y el Ministerio de Educación dio el visto bueno, pero un Juzgado mantiene abiertas unas diligencias tras la denuncia de un sindicato. Se prefirió prevenir a curar. El suyo no fue el único caso, añaden estas fuentes.
Alteración del statu quo
Botella ya demostró con una de sus primeras decisiones que no había llegado al Interior para hacer amigos. Rompió una tradición de varias décadas en un Ministerio poco acostumbrado a alteraciones de su statu quo: situó a un policía nacional al frente del influyente Gabinete de Coordinación y Estudios de la Secretaría de Estado. Siempre lo había ocupado un guardia civil. Los últimos años lo hizo el coronel Diego Pérez de los Cobos, encargado de coordinar la respuesta policial al 1-O. El cambio tensó a los mandos del Instituto Armado, que lo vieron como una injerencia.
El policía elegido fue José Antonio Rodríguez, un mando al que se le vincula con el PSOE, en concreto a Rubalcaba y al expresidente Rodríguez Zapatero. La relación se remonta a principios de la década pasada, cuando estando todavía el PSOE en la oposición, Rodríguez acudía a reuniones como la que ilustra una fotografía a la que ha tenido acceso 'Vozpópuli'. Ahora, casi quince años después, es la persona que susurra al oído de la secretaria de Estado socialista.
La firma de Ana María Botella también rubricó el cese de un peso pesado en la Guardia Civil como el jefe de la Unidad Central Operativa (UCO), José Manuel Sánchez Corbí, con una dilatada hoja de servicios en la lucha antiterrorista. La secretaría de Estado entendió como un órdago la publicación en este periódico de un correo firmado por este mando en el que ordenaba suspender toda actividad que dependiera de los fondos reservados porque desde el Ministerio habían congelado esas partidas.
“Lo que intentó Zoido en varias ocasiones lo ha hecho este Ministerio en unas semanas”, destacaba a este periódico una fuente conocedora de las interioridades del Departamento. Botella se puso de nuevo en este caso el traje de 'poli malo'. Sobre todo si se tiene en cuenta que el ministro Marlaska, quien conoce a Corbí desde los tiempos de la lucha contra ETA, le condecoró después de haber sido cesado. El ministro todavía tiene unas semanas de plazo para decidir su futuro a partir del recurso que presentó el mando contra su destitución.
[Fuente: Por Alejandro Requeijo, Vozpópuli, Madrid, 28oct18]
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