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20ene19
Una batalla por el alma de Podemos
Podemos se ha roto en su quinto aniversario. Pero las condiciones de este enfrentamiento se encuentran en los orígenes. Un conflicto salpicado de diferencias estratégicas, no tanto ideológicas, pero que se explica por las aspiraciones de ocupar espacios de poder. Traiciones y deslealtades mutuas amplificadas por las enemistades personales y conflictos sentimentales.
Los sucesos de esta semana muestran un partido desgarrado cuyo acelerado declive amenaza con enterrar la revolución política cuya aparición generó con su irrupción a comienzos de 2014. Un divorcio entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón alimentado de la épica y el drama que provoca el hecho de que primero fueran íntimos amigos, luego tándem político y al final... adversarios. Una batalla por la esencia de Podemos, una marca depauperada como activo electoral, pero que todavía rezuma legitimidad y por eso se ha convertido en un concepto en disputa.
Lo primero que ha hecho el fundador Juan Carlos Monedero esta semana fue recordar que el 15-M de 2011 «a Errejón le pilló trabajando fuera de España» y que más tarde, cuando se empezaba a esbozar el proyecto Podemos «nos costó trabajo traer a Errejón para que acompañara el proyecto». Detrás de estas palabras existe el intento por despojar al ex número dos de la paternidad de Podemos. Algo que Iglesias ya hizo en el último mitin del 26-J cuando agradeció «a los primeros valientes» que le acompañaron desde el primer momento para referirse acto seguido «a los que llegaron después, a Íñigo y su gente». Esta misma semana, Carlos Fernández Liria, filosofo de cabecera del errejonismo titulaba su artículo sobre la decisión de Errejón «Vuelve Podemos», en el que asegura que «la alianza Carmena-Errejón nos devuelve el entusiasmo con el que hace cinco años pensábamos que podíamos reinventarlo todo». Existe una evidente disputa del relato no solo para responder a la pregunta «¿qué es Podemos?» sino a la cuestión «¿quién es Podemos?».
Es verdad que en los prolegómenos de la iniciativa Errejón tenía dudas. Le planteó a Iglesias que él se sumaría pero que quería hacer con Podemos algo diferente a lo que siempre había intentado la izquierda clásica. Se refería Errejón a la plasmación de la hipótesis populista. En los arranques, las influencias y las procedencias eran diversas, pero la presencia de Errejón y el que luego sería «su» equipo ya era masiva y principal de cara a la campaña de las elecciones europeas de 2014.
El inicio de la confrontación en Podemos suele enmarcarse en marzo de 2016, con el cese fulminante de Sergio Pascual como secretario de Organización. Ese episodio evidenció la guerra, la existencia de dos familias. Pero todo empezó mucho antes. Tras las elecciones europeas Podemos comienza a preparar su implantación como partido. En Vistalegre I se aprueba un modelo de partido muy vertical con la excusa de la inminencia de las elecciones municipales y autonómicas de 2015, lo que se denominó la «maquina de guerra electoral».
El poder de Errejón
Con Pablo Iglesias en Bruselas es Íñigo Errejón quien como secretario político se convierte en el número dos del partido y quien pilota la expansión de Podemos. Con Pascual en Organización y con algunos de los que ya dirigieron la primera campaña electoral como Rita Maestre, Jorge Lago, Miguel Ardanuy y especialmente Jorge Moruno como responsable del discurso y Eduardo Fernández Rubiño, el primer encargado de redes sociales.
Desde el entorno del secretario general siempre se ha trasladado que a comienzos de 2015, cuando el líder acudía a Madrid semanalmente desde Bruselas, empieza a darse cuenta de que ese grupo que pilota el partido comienza a copar los puestos de trabajo. La crítica que planearía tiempo después sobre Errejón es la de haber montado «un partido dentro del partido».
En el primer trimestre de 2015, a muy poco tiempo de los comicios municipales y autonómicos, se produce el escándalo de Juan Carlos Monedero por sus cobros de Venezuela. Un suceso que siempre se ha interpretado como el momento en el que Iglesias tuvo que elegir entre Monedero y Errejón y se quedó con el segundo. En el errejonismo aseguran que la posición de uno y otro no era comparable y que la situación de Monedero era «insostenible» y que a Iglesias «no le quedó más remedio».
Pero esa salida sí que dejó a Errejón sin contrapesos dentro del partido. Pablo Iglesias entendió esa realidad como un potencial riesgo para su liderazgo. Y percibió el exceso poder que acumulaba su número dos. Para corregir esa realidad Iglesias crea el equipo de la secretaría general. Que se presenta en sociedad junio de 2015. Aunque algunos ya venían trabajando con él, como Dina Bousselham, su asistente en el Parlamento Europeo. Es el punto también en el que Iglesias asume una jefatura de prensa personal. De ese equipo forma parte Rafa Mayoral, el único electo en Vistalegre I y miembro de la dirección.
Es ahí donde aparecen Irene Montero como su jefa de gabinete y Juanma del Olmo. A este grupo, al que ya en la primavera de 2016 se sumaría Pablo Echenique como secretario de Organización y un rehabilitado (aunque sin cargo) Juan Carlos Monedero, se atribuye el choque contra Errejón. Y Vistalegre II, ya en 2017, fue esencialmente de esto. «El nuevo entorno de Pablo no me quiere tan cerca como estaba antes», dijo Errejón. El contraataque del errejonismo fue menospreciar a ese grupo por proceder de las juventudes comunistas y por no haber formado parte del arranque del partido. Lo que vuelve a poner de manifiesto la importancia por asociarse con los orígenes del partido. Lo que es evidente es que Iglesias desconfió del chico al que un día conoció en la facultad «comiendo pan con azúcar» y decidió «adoptar». Una de las personas a las que dedicó su tesis doctoral. «Tuve la suerte de darle una clase que me permitirá, en el futuro, presumir de haber sido profesor, nada menos, que de Íñigo Errejón», escribió entonces Iglesias.
Sin tiempos de paz
Un vínculo, una admiración, que es fundamental para entender lo desgarrador de una ruptura que acaba de tener un punto de no retorno. Aunque en uno y otro sector existen muchas incertidumbres y temores respecto a la anunciada confrontación electoral.
Podemos acaba de cumplir cinco años y lleva los tres últimos con la crisis interna como protagonista. El cese de Pascual en marzo de 2016 se consideró casus belli para el errejonismo. Mientras que los pablistas lo presentan como reacción a los intentos de Errejón por controlar las estructuras territoriales. La cascada de dimisiones en la dirección madrileña de sus afines, para forzar la dimisión del entonces líder Luis Alegre, uno de los fundadores, fue interpretada como la prueba de las intenciones de Errejón. El pablismo aseguró haber interceptado un grupo de Telegram bajo el nombre de «Operación Jaque Pastor» integrado por afines del número dos y en el que se demostrarían los planes de Errejón, que sobre este asunto dice que «la teoría de la conspiración es falsa». Mientras, el errejonismo habla de la filtración de una conversación que demostraría el intento de acelerar Vistalegre II para apartar a los errejonistas.
En esos meses se desarrolla la legislatura fallida y en el seno de la formación se produce un debate que logra silenciarse hasta meses después: ¿Abstenerse o no a la investidura de Pedro Sánchez apoyado por Ciudadanos? El conflicto entonces es evidente, pero se mantiene un extraño equilibrio: Iglesias impone la asociación con Izquierda Unida pero Errejón, contrario a esa alianza, dirigirá la campaña. Con un millón de votos menos tras el 26 de junio, el partido empieza el proceso de renovación de sus órganos. Errejón prepara la réplica para que Podemos recupere la línea discursiva de la primera etapa. Entre medias se produce el cese del portavoz madrileño, afín a Errejón, y el escrache digital en Twitter #IñigoAsíNo. Errejón suma a sus filas a antiguos pablistas, entre ellos a la ex pareja del líder Tania Sánchez. Da todas las batallas. Menos la de la secretaría general. Su apuesta es apartar al «nuevo» sector de Iglesias y ocupar su lugar a la derecha del padre. Pero fracasa.
Ahora ha dado el paso que mucha de su gente le pedía. Un movimiento contundente. Pero sin querer abandonar Podemos. Iglesias ha respondido de forma dura, como le reclamaban los suyos tras Vistalegre II -«Íñigo fuera del partido»,-pero sin querer expulsarlo. Esta ruptura ha acentuado la soledad de Iglesias. De los cinco fundadores solo tiene a su lado a Monedero. El movimiento de Errejón lo apoyan Carolina Bescansa y Luis Alegre, que en un increíble viaje ha pasado de pablista a látigo de la «camarilla» que rodea a al secretario general.
Iglesias y Errejón han competido por el alma y el poder en Podemos. Pero sin entender que con su enfrentamiento el Podemos por el que pelean ya no existe.
[Fuente: Por Víctor Ruíz de Almirón, ABC, Madrid, 20ene19]
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