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29sep14


¿Podemos o no podemos?


En medio del estruendo catalán, hemos conocido la noticia de que Podemos, la fuerza emergente de la política española, parece haber decidido no presentar candidaturas propias en las elecciones municipales de mayo de 2015.

Ellos mismos no han ocultado el motivo de esta decisión: no es lo mismo presentarse a unas elecciones europeas, con una circunscripción única a nivel nacional que sólo exige presentar una lista con 54 nombres, que acudir a unas elecciones municipales, que son las más exigentes desde el punto de vista organizativo.

En España hay más de 8.000 municipios. Los grandes partidos consideran que, para obtener un buen resultado a nivel nacional, necesitan presentar al menos 7.000 listas; los partidos medianos se conforman con presentar aproximadamente la mitad. Pero siguen siendo muchas listas.

Es cierto que de esos 8.000 municipios sólo 400 tienen más de 20.000 habitantes. Pero estar presente al menos en ellos sí parece inexcusable para quien pretenda jugar un papel relevante en la política nacional. Y no olvidemos que, en nuestras elecciones municipales, las listas electorales son numerosas: a partir de veinte mil habitantes, ya se eligen 21 concejales (por cierto, ¿para qué tantos?); y la cifra va subiendo hasta los 57 de la ciudad de Madrid.

Es decir: se necesitan varios miles de personas dispuestas a ser candidatas en sus municipios, porque aquí no hay "cuneros"; hay que elaborar programas para cada uno de esos municipios; una organización potente y a la vez altamente descentralizada; un aparato de campaña capaz de operar sobre el terreno; hay que mover coordinadamente una enorme cantidad de recursos humanos y materiales… En definitiva, se necesita un partido político de verdad. En esta ocasión no bastan las tertulias televisivas ni el activismo en la red.

Y estas son las dos contradicciones ante las que se encuentra Podemos:

Por un lado, estas elecciones municipales les han venido demasiado pronto. Es posible surgir como de la nada en unas elecciones europeas y tener más de un millón de votos; pero es imposible montar en menos de un año una organización capaz de competir con eficiencia en unas elecciones municipales a nivel nacional.

La segunda contradicción deriva de su propia naturaleza. Es la que tienen todos aquellos que se instalan en el terreno de la antipolítica para hacer política; o si lo quieren más explícito, quienes hacen del descrédito de la política y de sus instrumentos su principal palanca para escalar en la política.

Si necesito varios cientos de candidaturas y varios miles de candidatos, una organización compleja, un dispositivo eficiente de dirección y coordinación de todas las campañas locales, gente que decida y gente que ejecute las decisiones… me tengo que convertir precisamente en aquello que estoy denunciando. Si quiero pasar de la retórica a la aritmética, tengo que ser parte de la Casta.

Será bueno o malo, pero a día de hoy, tal como está montada la representación política en España, es la lógica ineludible del sistema. Y lo es muy especialmente en unas elecciones municipales.

Por eso comprendo, aunque sólo en parte, la decisión de Podemos: ante la extrema dificultad de ser electoralmente competitivos en las municipales, han decidido pasar de ellas y esperar al siguiente turno.

Pero ello a su vez suscita muchas dudas estratégicas. Un partido emergente, que acaba de hacerse presente con fuerza en el panorama político y ha recibido un montón de votos de aluvión (dicho sea sin sentido peyorativo), tiene dos prioridades a corto plazo: La primera es fidelizar lo más rápidamente posible a su recién adquirido electorado.

Pensemos en los 1.250.000 ciudadanos que votaron a Podemos en las europeas y en los que siguen manifestando en las encuestas intención de voto a ese partido.

¿Qué harán cuando lleguen las municipales y no tengan una papeleta de Podemos para depositar en la urna? ¿Regresarán a su voto anterior? ¿Se abstendrán o votarán en blanco? ¿O dividirán su voto: Podemos en la urna autonómica y cualquier otro partido en la municipal?

Y si pensamos en que la participación en las municipales será previsiblemente mucho más alta que en las europeas, el número de votantes huérfanos que deja Podemos es aún mayor.

Yo acudo por primera vez a un restaurante del que me han hablado bien, lo pruebo y me encanta. Regreso una semana más tarde con varios amigos y me lo encuentro cerrado. ¿Qué haré a continuación? Puede que lo vuelva a intentar, pero puede que regrese a mi restaurante de toda la vida, que está siempre abierto, y me quede sólo con el buen recuerdo de aquella ocasión…

[Fuente: Por Ignacio Varela, El Confidencial, Madrid, 29sep14]

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