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22dic19


El último aviso a Sánchez: «Se está negociando con enemigos históricos del PSOE»


A José María Múgica, ETA le mató a su padre y, después de ver cómo Idoia Mendía compartió fogones con Arnaldo Otegui, este socialista entregó su carnet del PSOE. Francesc de Carreras es uno de los constitucionalistas más prestigiosos de España que, tras militar en filas socialistas en la oposición al franquismo en Cataluña, terminó abandonando sus filas tras percibir ya en los años 80 su cercanía con las tesis nacionalistas. Hace algo menos de 15 años fue una de las figuras que lanzaron la plataforma que acabaría dando origen a Ciudadanos. El objetivo era articular una herramienta capaz de combatir a los independentistas catalanes.

Con ellos lidió, en su etapa como ministro de Cultura de Zapatero, César Antonio Molina, que los califica como «los mayores desleales» que se ha encontrado en su vida. El bloqueo actual de la política española alimenta la falta de reformas y ayuda a postergar cuestiones cruciales para el futuro, una de las principales preocupaciones de Elisa de la Nuez, abogada del Estado y, en su día, referente de Ciudadanos en materia de propuestas anticorrupción. Los cuatro, con sus prestigiosas trayectorias como aval, podrían evitar problemas y mantenerse en un segundo plano, pero la complicada situación política en España les impulsa a dar un paso al frente. «No nos podemos callar», asegura Molina, a quien completa Carreras: «No queremos ser cómplices».

Después de cuatro elecciones en cuatro años y con los independentistas de ERC a un paso de tener la llave de la estabilidad de España si Pedro Sánchez cierra un acuerdo de investidura con ellos, llueve mucho. Es viernes y en Madrid también diluvia, pero Molina, De la Nuez, Múgica y De Carreras, cuatro de las caras más visibles de los firmantes del manifiesto «La España que reúne», sacan un hueco de sus apretadas agendas para hacer parada en la Casa de ABC y exponer los motivos que les impulsan a remar contra un Gobierno del PSOE con Podemos y sustentado por los nacionalistas del PNV y los independentistas de ERC. «Hay que poner pie en pared», sentencia Múgica, que reivindica esa política de grandes acuerdos que propició «la mejor España» en un momento en el que los dos grandes partidos de nuestra democracia, PP y PSOE, no encuentran una manera de ponerse de acuerdo y está en riesgo, como alerta De la Nuez, nada menos que «el modelo democrático». Las reglas de juego de 1978.

«¿Qué perversión se está produciendo para que el Gobierno de la nación dependa de quienes quieren destruir esa nación?», se pregunta Múgica, que no entiende que Pedro Sánchez pueda, con tal de gobernar, acceder a las peticiones de ERC, sin cuyos votos no podrá ser investido. «La izquierda pierde el alma cuando busca acuerdos con quien combate el sistema democrático y con quien propaga discursos de odio», expone este antiguo integrante del PSOE, que insiste firmemente en que «el principio decisivo de la izquierda es la igualdad, mientras el del nacionalismo es el contrario: conseguir un rancho aparte». Más contundente, si cabe, se muestra Molina para desacreditar que el PSOE pueda plantearse eventuales acuerdos con Bildu: «No se puede pactar con los asesinos de tus militantes». Múgica asiente y el exministro de Zapatero prosigue: «No puedes, no puedes hacerte una foto con quienes han amparado a los que han disparado, con los que reciben a los asesinos en los pueblos como si fueran héroes».

Reparto de culpas

La pregunta de Múgica tiene respuesta. En estos 41 años, desde que se rubricara la Constitución de 1978, la sociedad española ha avanzado, pero también ha abonado el terreno para vernos en la situación actual, especialmente en lo que se refiere a las tensiones entre territorios. Los cuatro coinciden al diagnosticar que son los partidos nacionalistas los actores que más han tensado la cuerda, pero también hay críticas para el Estado. « Tanto PSOE como PP han querido tener siempre a los dos partidos nacionalistas más importantes del País Vasco y Cataluña -PNV y CiU o después ERC, respectivamente- como interlocutores. Y les han sacado todo lo que han querido», apunta De Carreras. «¡Pero todo!», refuerza De La Nuez, que sintetiza la actitud de PP y PSOE ante los nacionalistas con una sencilla frase: «Cambiaron votos por «te dejo hacer lo que quieras». Ese cortoplacismo es el que siempre hemos vivido y es acumulativo».

De Carreras ahonda en este punto y recuerda que, en estas cuatro décadas de democracia, «ha habido dejación a la hora de entender de la política como un conjunto». Y también critica otras actuaciones más concretas, una de ellas acontecida hace apenas unos meses. «De repente sale un partido en Cataluña que coge alcance nacional y que podía evitar esto, pero tampoco lo hace», lamenta De Carreras sobre Ciudadanos, el partido que él mismo fundó. «Es asombroso», completa De la Nuez. «Este partido tiene ocasión de formar un Gobierno con el PSOE con 180 diputados pero no lo hace», insiste De Carreras, antes de que Molina dé la puntilla a la maniobra con la que Albert Rivera se negó siquiera a intentar un acuerdo con Sánchez: «Una grandísima irresponsabilidad». Tampoco salen bien parados de este diálogo los socialistas catalanes. De Carreras llega a referirse al PSC como «uno de los grandes problemas» de la situación política. Y no lo limita a su posición actual: «Fue débil ante los nacionalismos en los años 80 y fue culpable en el 2004». En esa fecha se fraguó el polémico Estatuto catalán. «Lo importante es llegar al poder. Al precio que sea. Esta mentalidad que ahora tiene Pedro Sánchez ya la tenía el PSC entonces», carga De Carreras.

Los beneficios de los que han gozado regiones como País Vasco y Cataluña por la necesidad de los Gobiernos de turno de los votos de los partidos nacionalistas, al margen de las consecuencias evidentes, han facilitado la atomización parlamentaria actual. Además de los partidos nacionalistas y los regionalistas, Teruel Existe ha abierto la puerta a las formaciones provinciales. «Vamos a pasar del «qué hay de lo nuestro al qué hay de lo mío» y si esto ocurre, ¿quién se va a ocupar de lo de todos?», se pregunta De la Nuez. «Vamos a parar esto. Las políticas centrífugas nos deshacen», considera Múgica. En la misma línea se expresa De Carreras: «Es peligroso para la idea de España».

Los símbolos y el complejo

La crítica a los errores propios es un hilo conductor en la conversación. De entre ellos se menciona el «complejo» de la izquierda con el hecho nacional. Aunque en este punto De Carreras defiende que en la Transición se hizo lo que tocaba, en referencia a la creación del Estado autonómico, sí reconoce De la Nuez su «sorpresa» porque la izquierda, por ejemplo, no haga uso de la bandera como un elemento positivo: «Tiene un problema de autoestima». Múgica lo comparte: «Hay un complejo de inferioridad de la izquierda con los nacionalismos».

Siendo importante lo relativo a los símbolos, varios de los presentes se refieren a lo largo del debate a la Educación y la Cultura. Aquí, el juicio de César Antonio Molina resulta vital. «Todos los Gobiernos no le han hecho el más mínimo caso a la Cultura y la Educación. Para los nacionalistas, Cultura y Educación son fundamentales. Yo lo viví directamente», reconoce. «Han educado en el odio. En el desprecio hacia España, hacia la cultura común», prosigue. Según su criterio, uno de los errores cruciales ha sido ese. «Se ha dejado en manos de todos los territorios la explicación de la Historia del país. En todas las regiones hay una desconexión con la Historia general de España», lamenta.

«La dejación de funciones en Educación no es un problema constitucional. La Alta Inspección Educativa no funciona», asevera De Carreras. De la Nuez, por su parte, lamenta que en todos estos años no se haya podido alcanzar un pacto educativo. Múgica amplía el foco: «Es imposible defender el Estado de bienestar con quien quiere destruir el Estado». Una experiencia del exministro de Cultura entre 2007 y 2009 resume bien esos complejos. Frankfurt celebraba una feria que homenajeaba la cultura en catalán y el ministro se disponía a acudir como máximo representante del Estado en materia cultural. Se trataba de una lengua cooficial del Estado. El presidente Zapatero le recomendó que no fuese por si con ello podía molestar a las autoridades catalanas. Fue y quizá así se entienda mejor por qué estuvo menos de dos años en el cargo.

La única solución

El diagnóstico común es que los años que han pasado desde 2015 no han traído nada positivo a la política española en términos de logros prácticos. «La sociedad está desconcertada y en profunda división», dice Múgica. Recuerda a su antiguo partido que «se está negociando con enemigos históricos del PSOE». Algo que ve como un camino «catastrófico» y que considera «inconcebible en la Europa occidental». De Carreras es crudo en su análisis: «Hace cuatro años que estamos sin Gobierno. Esto empieza a pesar en la sociedad. Y la perspectiva es que el próximo Gobierno sea tan débil o más que los anteriores». Sobre estos años caracterizados por el multipartidismo, De la Nuez lamenta que «nos hemos quedado peor de lo que estábamos, con Gobiernos cada vez más débiles». Y la consecuencia es que esta parálisis contribuye a «la incapacidad para responder a los retos que dan origen a los populismos». Molina, al tomar la palabra, recela del acuerdo entre Sánchez e Iglesias: «Un Gobierno no se puede basar en la desconfianza de uno sobre otro».

Todos coinciden en que la única salida es algún entendimiento entre PSOE y PP. Y no prejuzgan la fórmula, aunque sí piden que tenga vocación de durar cuatro años. Ninguno comparte las reticencias de Pablo Casado respecto a que eso dejaría a España sin alternativa. «Me da más miedo un mal Gobierno que una mala alternativa», confiesa De Carreras. «¿Preocuparse por la alternativa? ¿Qué alternativa habrá si nos quedamos sin país?», se cuestiona Molina. Una lógica que comparte De la Nuez: «Lo importante es un Gobierno sensato y razonable en un momento muy crítico. Si preocupa que la alternativa quede en manos de los extremos ¿no preocupa que el Gobierno quede en manos de los extremos?».

[Fuente: Por Víctor Ruiz de Almirón y Enrique Delgado Sanz, ABC, Madrid, 22dic19]

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