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15mar09
Semblanza de Manuel Torres.
VIDA Y MUERTE DE UN GUERRILLERO: MANUEL TORRES
Manuel Torres Nacido en Vilches, Jaén, Manuel Torres fue un guerrillero de los muchos que tras la guerra siguieron luchando contra la dictadura franquista a lo largo de muchos años en el interior. Combatió en la agrupación de Levante Aragón donde fue muerto por la guardia civil en 1947 al intentar rescatar a un compañero herido en un combate poco antes.
Su vida es paradigma de la de tantísimos ciudadanos que desde la lucha por la vida para salir del hambre y la miseria alcanzaron a ser hombres lúcidos que nunca renunciaron a los más altos ideales y llegaron a dejar su vida en esa resistencia.
Hijo de un zapatero remendón, huérfano desde muy joven, aprendió el oficio de barbero, emigró a Madrid a buscarse la vida con dieciséis años, entró durante los vivos años de la República en las luchas por una revolución social, se enroló en la marina, militó en el ámbito del Partido Comunista, participó de las ansias de la marina de guerra republicana, se entregó en Bizerta al acabar la contienda a las autoridades francesas, que a su vez le pusieron en manos de los franquistas junto a otros dos mil marinos más refugiados allí. Penado, condenado a muerte, conmutada su pena y enviado al Valle de los Caídos, como uno más de los esclavos del franquismo que debían redimir penas levantando la gigantesca tumba del dictador en la sierra de Madrid.
Huyó del campo cuando estaba a punto de obtener la libertad provisional, y se unió a la guerrilla en Aragón. Fue muerto en Benabéger cerca de Valencia en 1947.
Pero esta es sólo una parte de la historia. Luego está la historia del silencio, de la oscuridad, de los desaparecidos, de los ignorados, de los enterrados en fosas comunes al pie de las carreteras tras asesinar, torturar o simplemente matar a tiros en oscuros enfrentamientos guerrilleros.
La madre, la hermana y luego la sobrina durante cincuenta años persiguen incansables el rastro del desaparecido, buscan en todas las instancias, les hablan de bandoleros, nunca llegan a ver el consejo de Guerra ocultado en los archivos militares de Cartagena a los ojos de familiares, nada saben directamente de la vida del hijo, hermano y tío en las cárceles franquistas, en los Batallones de castigo en las unidades de trabajos forzados del Valle de los Caídos.
Ningún dato obtienen de la vida en la guerrilla, nada de su muerte alevosa.
Pero tienen cartas enviadas desde la clandestinidad con nombre falso, tienen algunas fotos ocultadas en un tejado durante años, tienen sobre todo valor y decisión. Nunca tuvieron constancia de su muerte durante la dictadura, pero no dejaron nunca de defender su memoria, la memoria de todos los perdedores de aquella guerra antigua, de la resistencia, de la clandestinidad.
Y consiguieron lo que parecía imposible. Reconstruir su vida, su historia y su muerte. Devolverle la vida al devolverle la memoria a su país, su mundo.
Recurrieron a la televisión, al programa de Paco Lobatón, recurrieron a seguir los caminos de los amigos que le habían ayudado en la clandestinidad, recurrieron a archivos, poco a poco reunieron una masa documental asombrosa, como pocos guerrilleros de aquel periodo de nuestra historia habrán llegado a tener. Y con esos materiales Daniel Bilbao reconstruye una vida entera, una familia, un pueblo de Jaén, un país, un mundo, una memoria colectiva aplastada pero nunca del todo perdida.
Esta es la historia, fluida, profunda, inquietante, un tanto rebelde, otro tanto llena de sentimiento, y junto a ella, una enorme cantidad de cartas notas informes de la guardia civil, documentos diversos que entre todos nos muestran, humanos y sinceros, a personajes, pueblos, luchas y la historia misma.
Pocas veces se juntan una familia que incansable reúne tanto material, personal, íntimo, y también colectivo, una documentación de archivo oficial tan numerosa y una memoria colectiva necesitada de tanta ansía de recuperación por nuestra sociedad.
Justo en estos días la historia culmina con la nueva ley de memoria histórica que ha llevado al ayuntamiento de Benabeger a organizar la recuperación de los restos de los guerrilleros y apoyos enterrado en esa fosa común donde reposan los restos de Manuel Torres, guerrillero. Su sobrina Seba Ortega Torres se opone a que lo muevan de la tierra. Lo mataron, como entonces eran las muertes de lo guerrilleros. Quiere verdad, justicia y reparación porque en su tío se reconocen todos los guerrilleros. La democracia tiene una deuda pendiente con este ejército de tropas irregulares y es reconocer jurídicamente a los que lo compusieron, a los vivos y a los que ya no tienmen voz.
La Asociación Archivo Guerra y Exilio AGE, sigue luchando en demanda de justicia.
Dolores Cabra
Secretaria General de AGE
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