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25ago16
La inexistencia de España
El esnobismo, esa pedantería de la mediocridad, es moda que en nuestro país dura ya largo rato para lo que en cualquier otro lugar sería un hartazgo insoportable. La vida como simulacro, como pretexto, como imitación atildada de la propia vida, requiere mucha vulgaridad que la haga sobrellevadera. Las redes sociales, ese patio de vecinos posmoderno, es un altavoz chillón, donde la estulticia de políticos y escribientes medianos es seguida con devotio ibérica. Quizá porque hoy más que nunca, para aquellas personas atentas y observadoras y nada medianas, se les abre una inteligencia que pasa desapercibida para el resto: España no existe.
Lo que ha habido a lo largo de la historia, discontinua y, en ocasiones, absurda de este terruño, como rosas nacidas en el estiércol, fueron españoles y españolas excepcionales, siempre clamando en el desierto y malquistos con sus contemporáneos. Es por ello, la dificultad de aquella poetización de la política en el Unamuno exiliado. La poesía procede del griego "poiein" , que significa "hacer", "crear", y la originalidad del pensamiento y de la creación no le va bien al esnobismo cultural y político que es siempre una impostura. El verdadero poeta, dirigiéndose a una masa de individuos, no se dirige a la masa, sino a cada uno de ellos, y es una incomodidad para esa gente que sólo existe como masa.
Y es que una nación adquiere la fantasmagoría de la inexistencia cuando todo aquello que pudiera constituirla está exiliado, exilio intelectual y psicológico que es el peor de todos. Aquellos que gritaban "vivan las cadenas" y arrastraron con sus brazos la carroza de Fernando VII eran víctimas de esa inexistencia de la nación suplantada por déspotas, prejuicios y supercherías que pasaban por la esencia de lo español. Siempre habrá un país inexistente mientras que lo defina y represente, en palabras de Azorín, una turba de negociantes discurseadores y cínicos.
También la libertad será una ficción sin una auténtica regeneración cultural, siempre pendiente en España, que reconstruya la ciudadanía y la nación desde el pensamiento crítico y la identidad individual y colectiva. Jacques Rancière expresa que en el nacimiento de la emancipación lo esencial es cambiar la vida, la voluntad de construirse otra mirada, otro gusto, distintos de los que fueron impuestos. De ahí la gran importancia de la dimensión propiamente estética del lenguaje, de la escritura o la poesía.
[Fuente: Por Juan Antonio Molina, Nueva Tribuna, Madrid, 25ago16]
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