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21nov13


Franco fundó el CSIC y entregó su dirección al integrismo católico


«Nuestra ciencia actual, en conexión con la que en los siglos pasados nos definió como nación y como imperio, quiere ser ante todo católica». La consigna estaba clara y así la transmitió a la prensa el primer presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), José Ibáñez Martín, en un discurso pronunciado nada más fundarse la institución en 1939, cuyo vicepresidente fue fray José López Ortiz, posterior obispo de Tuy, y el secretario general José María Alabareda Herrera, miembro del Opus Dei.

En aquel discurso, el también ministro de Educación aseguraba que era hora de liquidar «todas las herejías científicas que secaron y agostaron los cauces de nuestra genialidad nacional y nos sumieron en la atonía y la decadencia». Y muchos investigadores aún hoy sostienen que la filosofía que escondían estas palabras fue la responsable del actual retraso científico de España.

No hay que olvidar que el espíritu con el que Franco creó el CSIC le llevó a suprimir la prestigiosa Junta de Ampliación de Estudios (JAE), una institución presidida por Ramón y Cajal, que había estado vigente entre 1907 y 1939. Con ella se vivió la que han calificado como la «edad de plata» de la ciencia española, cuyas relaizaciones habían colocados al país en el camino que conducía hacía la Europa moderna. En la inauguración de la JAE, el ministro de educación, Amalio Gimeno, hablaba, al contrario que Ibáñez, de la «gloriosa tradición científica de moros y judíos» que había que heredar.

La ciencia, al dictado de la religión

Los primeros responsables del CSIC culparon a la JAE de no dejar que la ciencia se plegara a los dictados de la política y la religión, además de fomentar la movilidad de sus investigadores a otros centros de Europa. Como venganza, el ministro de Edcucación de Franco conviritió la sala de reuniones de esta junta científica en una iglesia.

El nuevo régimen veía a esta institución, al ideario que la inspiró y a sus miembros como enemigos. Muchos investigadores de la talla de Blas Cabrera, Miguel Catalán, Rey Pastor o Echegaray tuvieron que exiliarse tras la guerra. Y el proceso depurador en la Universidad de Madrid fue especialmente intenso.

Las palabras pronunciadas por Ibañez en la inauguración del curso universitario de 1940 son muy representativas al respecto: «Teníamos que desmontar todo el tinglado de una falsa cultura que deformó el espíritu nacional con la división y la discordia y desarizarlo de la vida espiritual del país».

Más de 70 años después de aquello, lejos quedan los «altísimos propósitos» anunciados por éste, tras la guerra, de «renovar nuestra tradición cultural y restaurar la clásica y cristiana unidad de las ciencias». Hoy, el CSIC es considerado el primer centro científico de España y el tercero de Europa.

[Fuente: ABC, Madrid, 21nov13]

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