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23abr20


Eurostat sonroja a Sánchez y le pone en apuros antes del Consejo Europeo


"Lo que más necesita Italia hoy es mucha liquidez", sostenía este martes en 'Corriere della Sera' Alberto Alesina, uno de los economistas más influyentes del planeta.

Alesina, junto a Francesco Giavazzi, recuerdan en el artículo que el agujero abierto en la Hacienda italiana para este año, según el FMI, rozará los 150.000 millones de euros, y que ese dinero, la liquidez, se necesita para que las empresas no quiebren y para hacer frente a la presión extraordinaria sobre el sistema de salud, que ha demostrado tener médicos y enfermeras heroicos, pero graves deficiencias estructurales.

Y lo que es más significativo, ambos economistas comparan las distintas consecuencias del virus en Lombardía y en la vecina Alemania, pese a que el gasto público italiano (48,7% del PIB) se sitúa por encima del alemán (45,4%).

"Hemos gastado durante décadas acumulando una deuda enorme, incluso en periodos de crecimiento normal del PIB, pero en atención médica gastamos dos puntos y medio del PIB menos que Alemania", concluían Alesina y Giavazzi. La deuda pública italiana, en efecto, se sitúa hoy en el 134,8% y la alemana en el 59,8%, lo que da idea del diferente punto de partida de ambas economías (la primera y la tercera de Europa) para afrontar los brutales costes económicos de la pandemia.

Hay poco que añadir a ese comentario. Gastar más no significa hacerlo mejor, aunque tampoco gastar menos es sinónimo de rigor presupuestario.

Lo relevante, por lo tanto, es la eficiencia del gasto público, y no parece que el presidente Sánchez esté en la mejor de las posiciones para exigir este jueves en el Consejo Europeo un paso más en la mutualización de la deuda (a través de una transferencia a fondo perdido vinculada al presupuesto y que supone, en realidad, una condonación) cuando Eurostat le acaba de recordar que España tuvo en 2019 el tercer déficit (-2,8%) más abultado de Europa, tras Francia (-3%) y Rumania (-4,3%). Y lo que es todavía más singular, después de crecer casi el doble que la eurozona y tras un sexenio consecutivo con un aumento del PIB muy cercano al 3%.

La moneda única

El Consejo Europeo, sin embargo, y aunque el cuerpo pida lo contrario, tiene la obligación de mirar para adelante. Entre otras cosas, porque el euro, que es hoy quien sostiene unida Europa, es el bien a proteger. Es decir, la clave de bóveda de todo el entramado institucional de la UE. Y hay pocas dudas de que una agudización de la crisis en tres países clave, Francia, Italia y España, llevaría a una situación insostenible, con riesgo cierto de una ruptura de la moneda única. Ahora amenazada por la creciente fragmentación de la política monetaria, y que se manifiesta en una prima de riesgo que ayer se fue a los 160 puntos básicos.

Es por eso, y aunque sea por razones defensivas para proteger su mercado interno, por lo que la canciller Merkel y sus aliados se han agarrado al difuso artículo 122, párrafo dos, del Tratado de la Unión, que autoriza al Consejo, a propuesta de la Comisión, otorgar, en determinadas condiciones, asistencia financiera al Estado miembro interesado.

Macron, Conte y, en menor medida, Sánchez han aireado que los populismos están al acecho si no se comparten riesgos, y que, como consecuencia de ello, la UE puede colapsar, pero conviene recordar que también el primer ministro holandés o la propia Merkel ven el peligro muy cerca en sus políticas internas, aunque sea por motivos completamente distintos. Sobre todo, si en lugar de un préstamo se hace vía transferencia sin reembolso.

Hombres de negro

El diablo vuelve a estar en los detalles. ¿Cómo entiende el Consejo la expresión 'en determinadas condiciones'? Si los jefes de estado y de Gobierno lo entienden como un compromiso meramente técnico, plazos o tipos de interés (la idea de que la deuda sea perpetua parece abandonada), no hay problema. Lo peliagudo será si esos 1,6 billones se quieren vincular al enjuto presupuesto de la Unión (poco más del 1,2% de la Renta Nacional Bruta, aunque se quiere elevar el techo) y entonces se exige alguna condicionalidad, que es, precisamente, lo que quieren evitar los países del sur, habida cuenta de la dura experiencia con los hombres de negro en Grecia y Portugal.

Aquí está, por lo tanto, el meollo de la cuestión. Habrá mutualización y, de hecho, ya existe. Como ha escrito en estas páginas el eurodiputado socialista Jonás Fernández, el BEI o el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) ya emiten deuda garantizada por todos los Estados miembros. Sin contar las ingentes cantidades de deuda pública (y privada) que compra el BCE y que forman parte de algo tan mutualizado como es un balance integrado. Solo hay que recordar que el BCE tiene en sus tripas financieras 340.023 millones de euros que corresponden a España, y que son fruto de sus diferentes programas de compra de activos. Más de la cuarta parte de la deuda española está en manos del banco central.

El problema, por lo tanto, no es tanto el compartir riesgos, que ya se hace, aunque podría coronarse en el futuro con la emisión de eurobonos, sino una clara desconfianza hacia los países con escaso cariño por el rigor presupuestario. España había prometido acabar en el 2% y ha cerrado el año 2019 en el 2,8%, muy cerca de volver al procedimiento de déficit excesivo.

El largo historial

Ni España (95,5%), ni Francia (98,1%) ni Italia (134,8%) han acreditado credibilidad para gastar de forma eficiente y/o, al mismo tiempo, tener un sistema fiscal capaz de cubrir las políticas de gasto público que, legítimamente, elige cada Gobierno. España, como se sabe, gasta bastante menos que la media de la UE, pero es incapaz de cuadrar sus cifras, que es realmente lo que preocupa en Bruselas. Su largo historial de incumplimientos así lo demuestra.

Es por eso por lo que al presidente del Gobierno le coge con el pie cambiado la cumbre virtual de este jueves, aunque solo sea porque otros gobiernos socialdemócratas de Europa como Portugal, tan celebrado desde Moncloa cuando le interesa, han hecho los deberes: los portugueses, incluso, pueden acreditar un ligero superávit fiscal de dos décimas de PIB. ¿O es que al primer ministro Costa no le gustaría destinar más dinero a sus compatriotas? ¿O es que todos los holandeses son ricos y no necesitan más prestaciones y servicios públicos?

A veces se olvida que el núcleo del Estado-nación, desde luego desde que hace más de tres siglos Colbert hablara por primera vez de equilibrio entre ingresos y gastos, es el presupuesto. Y nadie está dispuesto a poner dinero para que se lo gaste el Gobierno de otro país que (casi) nunca cumple lo que promete.

No se cuestiona que se gaste mucho o poco, allá cada país con su estrategia fiscal, sino que el Gobierno sea incapaz de hacer presupuestos equilibrados cuando no había pandemia y la economía crecía el doble que en la eurozona.

[Fuente: Por Carlos Sánchez, El Confidencial, Madrid, 23abr20]

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