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06ago18


'Somatenes' y 'miquelets' para luchar contra España, la última idea en círculos 'indepe


Un comunicado de Poble Lliure, uno de los principales partidos que componen la CUP, abogaba por la “movilización permanente: dinamizar las movilizaciones populares en pro de la república, la soberanía popular y la liberación inmediata de los presos y retorno de los exiliados”. Era un posicionamiento estratégico tras meses de sorprendente silencio de esta organización. En el mismo comunicado, los anticapitalistas llaman también a “reforzar las organizaciones populares, haciendo un llamamiento especial a afiliarse a las organizaciones sindicales que apuestan decididamente por la república”. Y, por último, reivindican “crear un espacio de coordinación estratégica del movimiento popular y seguir trabajando para unos acuerdos de mínimos entre partidos políticos republicanos”.

Pequeños núcleos de radicalizados fanáticos piensan incluso en la organización de milicias populares, justificadas desde el punto de vista independentista por el “aumento de agresiones fascistas”. En realidad, a pesar de que esa es la teoría del ‘president’ Quim Torra, el consejero del Interior, Miquel Buch, desveló esta semana que las agresiones a independentistas han caído en los últimos meses, aunque las que hay son más aireadas por las campañas realizadas en redes sociales. Campañas en las que, además, se eleva a la categoría de noticia lo que no lo es o incluso se miente y manipula descaradamente para servir a determinados postulados ideológicos. En esa tesitura, las declaraciones altisonantes y de corte maniqueísta de Torra, lejos de apaciguar la situación, enervan más los ánimos y contribuyen a aumentar la tensión. Justamente lo que el ultraindependentismo necesita.

Poble Lliure abona esta teoría. “Observamos cómo el incremento de la represión, tanto en forma de agresiones fascistas como a través de las actuaciones judiciales, es propiciado o avalado por el silencio de la mayoría del españolismo”, denuncia. Se duele de que un independentista que denunció agresiones por parte de la Guardia Civil el pasado 1 de octubre fue finalmente imputado por agredir él a las fuerzas del orden (en realidad, se trataba de una falsa denuncia) y señala: “Las agresiones fascistas (…) animadas y blanqueadas desde los partidos y las estructuras de poder del régimen monárquico, se han agravado con total impunidad, con ataques a ‘casales’, amenazas y ataques a personas, vehículos, etc.”. Y remata, tras criticar que el Govern no proteja “al pueblo” con los Mossos d’Esquadra: “Será preciso, pues, que además de denunciar la impunidad fascista y a quien es responsable, nos autoorganicemos para defendernos”.

Los camisas pardas de Cataluña

Pero hay ya muchos círculos separatistas que no se fían de estos ‘cantos de sirena’. Así, los ultras llaman a sus colegas a crear “grupos de autodefensa” ante las “agresiones fascistas del españolismo” en un caldo de cultivo xenófobo e intolerante que incluso en algunas instancias oficiales de la Administración autonómica miran con simpatía.

En realidad, el clima social en Cataluña avanza hacia un precipicio en una escalada de tensión preocupante. Este miércoles, la Crida Nacional, el último invento de Carles Puigdemont, lanzaba un mensaje a los suyos. Uno de los seguidores del ‘expresident’ aplaudía la hoja de ruta de la Crida y advertía: “Me he vuelto muy prudente, vistas las circunstancias… pero nosotros, ni un gramo de rebajar la tensión con España. Hemos de seguir poniéndolos contra las cuerdas”. Es un aviso a navegantes, síntoma de que hay una fractura social irreversible.

En esa batalla social, tiene lugar un repunte del ‘patriotismo’ más xenófobo y peligroso, el identitario: “Si los Mossos no hacen su trabajo, el pueblo ya habla de organizarse… ¡Ya está bien de poner la mejilla y decir solo ‘páselo bien’!”, bramaba uno de los asiduos a los foros separatistas.

“Se han de constituir potentes comandos de 'somatenes' y 'miquelets' para tomar el control de infraestructuras aeroportuarias, telecomunicaciones, seguridad social, AEAT, aduanas, etc. Todo de forma pacífica, democrática y cívica”, proponía un conocido activista en uno de los foros. El Somatén era una institución parapolicial, un cuerpo armado de protección civil “para defensa propia y de la tierra”. En otras palabras: los camisas pardas de Cataluña. La Segunda República abolió el Somatén, reinstaurado luego por Francisco Franco y abolido definitivamente en 1978, tras el restablecimiento de la democracia.

Los ‘miquelets’, por su parte, eran milicias de mercenarios a sueldo de las diputaciones que operaban en Aragón, Cataluña y Valencia para acciones especiales desde el siglo XVII, similares a los miñones vascos o los migueletes andaluces. Durante la Guerra de Independencia, se pusieron al servicio de Napoleón Bonaparte. A lo largo de la historia, fueron disueltos varias veces por su indisciplina y porque siempre combinaban las acciones de guerra con el pillaje.

Acciones contundentes

Una radical se quejaba esta semana de que las milicias ciudadanas no están controlando las calles. En este sentido, un revelador diálogo tenía lugar recientemente. “Nadie de nosotros individualmente tiene poder de convocatoria. Para mí, la única vía para hacer acciones contundentes como las que dices u otras con efectos reales y destinadas a presionar a nuestros políticos para que dejen de hacer el gilipollas y poner en peligro al Estado son los CDR”. Una de las contertulias le saltaba al cuello. “Si los CDR no lo hacen, ¿qué hacemos? ¿Miramos la tele? ¿Nos vamos de vacaciones? Los CDR no lo hacen, los líderes 'indepes' tampoco… pues hagámoslo nosotros, los de este grupo. Y si tanto piensas que lo han de hacer los CDR, apúntate a uno y lo dices (…) Yo paso de hablar más… ¡Passso! Si queréis organizarlo aquí, contad conmigo”. Y luego, dirigiéndose a otro colega, dejaba caer: “Estoy en el CDR de mi pueblo, pero somos pocos y es muy heterogéneo. Hace falta gente que, como tú, quiera ir más allá de acciones amarillas [o sea, poner cruces o colgar lazos]. Los CDR somos nosotros. No son partidos políticos, es el pueblo. Es posible que no estemos bien organizados y nos falta coordinarnos entre nosotros”.

El 30 de julio, un mensaje calaba en las redes independentistas: “Buenos días, amigos. Tenemos que ser miles. Tenemos un grupo de trabajo para llegar a buen puerto. Preparamos un paro de país efectivo. Estamos preparando la organización. Necesitamos gente comprometida con el país para llegar hasta las últimas consecuencias. ¡Únete!”. Paralelamente, se distribuían carteles con una sola consigna: “Ninguna agresión sin respuesta. Organicémonos”.

En esta tesitura, un sector del independentismo (más pragmático) quiere preparar una huelga que paralice Cataluña, y ahí hay propuestas muy diversas: desde los que apuestan por obligar a cerrar las fronteras con Francia para “aislar España de Europa” hasta los que propugnan hacer acopio de víveres y no comprar nada al menos durante un mes para "hacer saltar la alarma en la economía”.

[Fuente: Por A. Fernández, El Confidencial, Madrid, 06ago18]

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