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29oct17


De la rabia a la indignación: así vivieron los diputados no separatistas la votación secreta


"Les anuncio que no participaremos en la votación de las resoluciones y que saldremos del hemiciclo para no hacernos responsables del enorme error que están a punto de cometer". Es la advertencia que lanzó la portavoz del grupo del PSC, Eva Granados, al terminar su intervención en el debate previo a la votación de la independencia este viernes en el Parlament.

Tras una mañana de idas y venidas sobre la admisión de las propuestas de resolución de JxSí y la CUP y a pesar de los avisos de los letrados de la Cámara, era el momento de debatir uno de los episodios más duros de la historia de España. Todos los grupos constitucionalistas habían presentado peticiones de reconsideración de la propuesta secesionista, que finalmente fueron tumbadas. Los socialistas habían tramitado además un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional para intentar frenar el trámite.

"Debido a la gravedad de lo que se va producir en esta Cámara y ya que el Presidente de la Generalitat ha decidido no dar la cara (…) le pido unos minutos para posicionarnos al menos los presidentes de los grupos", le exigía la líder de Ciudadanos en Cataluña, Inés Arrimadas, a la presidenta Carme Forcadell, descolocada ante lo que se le venía encima. Ya había avisado su rechazo a votar ningún tipo de resolución para evitar sumar más problemas judiciales.

"¡Señora Arrimadas, el debate está tasado!", le espetó nerviosa mientras Carles Puigdemont hacía aspavientos desde su escaño asegurando que él no estaba dispuesto a abrir la boca. "Yo no hablo, yo no hablo", mascullaba. "¡Permítame que me oponga!", insistía Arrimadas.

"¡Es el Reglament y está tasado. Está tasado!", vociferaba Forcadell provocando carcajadas en la bancada constitucionalista ante su pretensión de mantenerse fiel a la aplicación de un Reglamento que los independentistas llevan meses retorciendo a su favor. "Tranquilícense, que no queremos que a nadie le dé un ataque al corazón", bromeaba la presidenta después intentando quitarle hierro al asunto.

Tras los tres minutos concedidos a Arrimadas por alusiones, lo intentaron sin éxito el presidente del PSC Miquel Iceta y el del PPC, Xavier García Albiol. Inmediatamente después debía dar comienzo el sufragio. Un caos tragicómico se apoderó entonces del resto de la sesión.

Las propuestas de los grupos constitucionalistas fueron cayendo una a una aplastadas por la mayoría de JxSí y la CUP. Con la del PSC se produjo el primer episodio ante el que muchos prefirieron echarse a reír por no llorar. "Tengo un problema. Perdonen. Un problema técnico", farfullaba Forcadell mientras trataba de averiguar qué demonios le ocurría a su pantalla. "No podemos continuar la votación porque se ha quedado en blanco", balbuceó con una sonrisa incómoda ante la estupefacción de los presentes. "¡Es el CNI!", bromeó algún periodista en la sala de prensa.

El diputado de la CUP, Bernat Salellas, aprovechó el momento de confusión para lanzarse raudo escalera abajo a susurrar al oído del presidente de JxSí, Lluis Corominas. "¡Todo controlado, todo controlado!", gritaba alegre un instante después Forcadell tras comprobar que el fallo había sido resuelto. Carlos Carrizosa, portavoz de Ciudadanos, agitaba la cabeza de un lado a otro con gesto de incredulidad. No podía creerse lo que estaba viendo.

El plantón del PSC y Cs

"Les comunico que la propuesta de resolución que se votará a continuación (...) puede estar afectada por las interlocutorias del Tribunal Constitucional", advirtió Forcadell. En ese instante, los diputados del PSC y Ciudadanos recogieron sus cosas y abandonaron el hemiciclo entre gritos de visca Cataluña y viva España. "¡Debería daros vergüenza, golpistas!", les abroncaron los parlamentarios de la formación naranja a los miembros del Govern que asistían impávidos a la escena desde sus butacas. "Cuando nos levantamos les dejamos representando una obra de teatro", apunta en conversación con este diario Carrizosa. Por su parte, la portavoz de JxSí, Marta Rovira, se revolvía en la silla y hacía gestos con la mano intentando aplacar los ánimos de su bancada.

Acto seguido, el diputado de JxSí Roger Torrent solicitó a la presidenta votar en secreto la independencia. Esto levantó las iras del secretario general del PP catalán, Santi Rodríguez. Los populares, que aún permanecían en el interior del hemiciclo, colocaron banderas españolas y catalanas sobre sus escaños antes de abandonarlos. "Tenían claro que no iba a haber independencia desde el momento en que se quisieron esconder e intentar huir de sus responsabilidades legales. No había épica. En el fondo, no estaban emocionados", comenta a este diario el portavoz del grupo del PPC, Antonio Hernández.

"Ese momento fue para mí fue de indignación máxima", confiesa a Vozpópuli la diputada y vicesecretaria de Estudios y Programas del Partido Popular, Andrea Levy. Ante lo insólito de la solicitud de los independentistas, ella decidió seguir el desarrollo de la votación desde uno de los sets de televisión instalados en los pasillos de la Cámara catalana, abarrotados de periodistas.

Los diputados del PSC prefirieron seguir el acto durante algunos minutos desde las dependencias de su grupo. Después abandonaron la Cámara para poner rumbo a la sede del partido y únicamente se quedaron aquellos que debían atender a los medios. "Desde que se conoció el día anterior la renuncia a la convocatoria de elecciones por parte de Puigdemont, todos tenían una sensación de incredulidad tras dos meses asistiendo a la escalada de aquello que nunca creyeron que iban a poder ver", relatan fuentes del grupo parlamentario.

Lo mismo hicieron los miembros de Ciudadanos. "Quisimos seguir la votación desde las televisiones de los despachos porque pensábamos que el expresidente Puigdemont podía tener la cara dura de aprovechar que se había marchado la oposición para tomar la palabra. En ese caso hubiéramos irrumpido en la sala y le habríamos contestado. El ánimo estaba muy caldeado, lo vivimos con mucha indignación", confiesa Carrizosa.

Lo que no pasaba en aquellos momentos por la cabeza de los diputados socialistas catalanes es que la decisión de Mariano Rajoy fuera a tener unos efectos tan inmediatos con la convocatoria de elecciones y la disolución del Parlament. Lo contrario hubiera dado lugar a una posición "rarísima", apuntan las fuentes consultadas. Si no se hubiese disuelto la Cámara y tan sólo se hubieran recortado sus competencias -como inicialmente estaba previsto-, podría haberse dado el caso de tener que desarrollar un trabajo parlamentario descafeinado junto a los independentistas con su realidad paralela.

"Hubiera sido complicado y todos estábamos espectantes de cómo se hubiera podido plasmar eso", añade el portavoz de Ciudadanos. "Con este grado de irresponsabilidad de estos gobernantes hubiera sido muy insano para la sociedad catalana que esta situación se prolongase", sentencia.

El punto final a la escenificación secesionista del pasado viernes la puso el discurso de Puigdemont ante el nutrido grupo de alcaldes proindependencia con el bastón de mando en la mano que habían ocupado las dependencias del palacio desde primera hora. No sólo había alcaldes, sino también decenas de invitados favorables a la secesión. Mientras la Mesa de la Cámara decidía si aceptaba o no las peticiones de reconsideración, proferían gritos de independencia desde el salón de actos de la Cámara, lo que llevó a los diputados de Ciudadanos a presentar una queja formal ante la presidenta.

[Fuente: Por Diego Molpeceres, Vozpópuli, Madrid, 29oct17]

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