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12oct04


Ningún otro Estado democrático rinde homenaje público a un símbolo fascista como la División Azul


José Bono y el Gobierno socialista cometen un grave error. Bajo ningún concepto tenían que haber mezclado a la División Azul con el desfile democrático de la fiesta nacional española.

La División Azul es un borrón lamentable de nuestra historia. Existió; no hay que negarlo. Tampoco debemos estar obsesionados con ella, una vez han pasado tantas décadas desde su existencia. Pero de ahí a rendirle homenaje, o, simplemente, a dejarle exhibir su memoria de modo que comparta los aplausos que recibirán los demás participantes del desfile, hay la misma distancia que separa lo lógico de lo intolerable.

El pacto de la transición consistió en que todos dejásemos de mirar hacia atrás, es cierto. Pero es el Gobierno, al organizar así el desfile, quien obliga a hacerlo. Y con un agravante doloroso: la equiparación entre quienes defendieron la legalidad republicana y esta División Azul, que va mucho más allá de lo que fueron, en la guerra civil, las llamadas tropas nacionales. Bono parece decir, con su decisión, que se igualan por fin las cosas. No es verdad. Participará, sí, un republicano en condición de tal. Pero eso no equipara nada: los nacionales han estado desfilando tranquila y masivamente durante muchos años. Ahora todo eso es pasado y una verdadera equiparación ya resulta imposible.

Un miembro de la División Azul es bastante más que el símbolo del otro bando. Como recuerdan oportunamente las asociaciones republicanas, fue una división que prestó juramento a Hitler, que participó desde la Wermacht en las agresiones internacionales del nazismo y que comparte con ella la condena de Núremberg por "crímenes contra la paz". No debemos olvidarla, pero es hacerle un favor que, historia aparte, hablemos lo menos posible de ella.

Maragall, atrapado.

Este grave y polémico error del Gobierno central atrapa al presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, que había decidido asistir al desfile para dar su respaldo institucional a la nueva normalidad democrática española. Maragall quería traducir en hechos todas las palabras dichas por él respecto de la voluntad catalana de participar en las cuestiones de Estado. También deseaba dar una contrapartida a la participación del Gobierno español en el próximo homenaje a Lluís Companys. Asimismo, pretendía acompañar al Ejército que se ha retirado de Irak y que participa en diversas misiones internacionales de paz decididas por las Naciones Unidas. Con lo de la División Azul queda, a los ojos de la sensibilidad de muchos catalanes, en fuera de juego.

[Fuente: El Períodico, Barcelona, Esp, 12oct04]

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