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13feb06


Devuelven grandes obras de arte robadas por los nazis.


La que pasó fue una semana movida en el mundo del arte. Cuadros que cambian de manos, en Austria, Noruega, Holanda; demandas resonantes; subastas con precios récord. Detrás de todo esto, la sombra ominosa del nazismo.

Arrancó el lunes 6, cuando una cuadrilla de empleados de la Galería Beldevere de Viena descolgó cinco cuadros de Gustav Klimt (1862-1918) confiscados por los nazis para restituirlos a la única heredera de su primitivo propietario. La ministra de Cultura austríaca, Elizabeth Gehrer, había causado conmoción al anunciar que el gobierno carecía de presupuesto para invertir los 300 millones de dólares en que estaban valuados los lienzos, entre los que figuran dos retratos de Adele Bloch-Bauer, una de las musas de Klimt. El sábado y el domingo miles de personas se agolparon en las puertas de la pinacoteca pública para ver por última vez sus obras preferidas.

El pleito fue engorroso, ya que las autoridades se negaban a devolver los cuadros, basándose en una decisión testamentaria de Adele Bloch-Bauer de cederlos a la Galería Belvedere, aunque tras el ascenso de los nazis al poder, su marido y coleccionista Ferdinand Bloch-Bauer decidió legar los a sus sobrinos. No pudo ser: todos sus bienes fueron confiscados cuando el país fue anexado por Alemania en 1938. Pero en 2002 los herederos volvieron a la carga gracias a una nueva ley que obligaba a los museos nacionales a determinar si poseían obras usurpadas por los nazis. Fue así que un tribunal arbitral ordenó entregar los cuadros a María Altman, sobrina de Bloch-Bauer, residente en Estados Unidos.

La otra resonante noticia de la semana: el 7 y 8 de febrero doce lienzos del noruego Edvard Munch (1863-1944) fueron subastados en Sotheby's de Londres. Las obras pertenecían a la familia Olsen, una de las más ricas de Noruega. Se había estimado que el lote alcanzaría entre 11 y 17 millones de euros, pero para sorpresa de todos trepó a 24 millones. Sólo una de las obras, "Día de verano" (1904), orilló los nueve millones. Pero volvió a aparecer la cola del diablo: dos de las obras subastadas habían sido adquiridas a los nazis en 1938 por Thomas Olsen, filántropo y amigo del artista. Confiscadas un año antes de la Galería Nacional de Berlín y del Museo Folkwang de Essen, exhibidas en la tristemente célebre muestra de "arte degenerado" organizada por Goebels, los propios nazis las vendieron en Noruega junto a otras pinturas de Munch. Olsen adquirió una treintena que luego, cuando Alemania invadió Noruega en 1940, escondió en una granja familiar.

Como Olsen se las alzó a un precio muy bajo, hace tres años Odd Björn Fure, director del Centro del Holocausto de Oslo, instó a la familia a devolverlas. "No es ético comprar arte barato confiscado por la fuerza", disparó. Pero Fred y Petter Olsen, herederos de la fortuna familiar, se negaron argumentando que su padre logró así recuperar para Noruega la obra de Munch. El argumento se desmoronó está semana en la subasta londinense cuando las obras pasaron a distintas colecciones privadas y, como en el caso de Austria, el Estado apareció insolvente para preservar las más significativas.

Un tercer caso resonante. Hace semanas, el gobierno holandés decidió que sus museos devuelvan unos 200 cuadros, de casi 1.300, que pertenecieron al comerciante y coleccionista judío Jacques Goudstikker, quien los malvendió a Alois Miedl, un marchand alemán afincado en Holanda. Goudstikker murió en mayo de 1940 a bordo del barco en el que huía de los alemanes que acababan de invadir su país. Según una investigación de Pieter den Hollander, periodista holandés, Hermann Goering, brazo derecho de Hitler y "experto" en el pillaje de obras de arte, obligó a Miedl a cederle buena parte de las obras a un valor muy por debajo del mercado. Terminada la guerra, 300 de esas pinturas de grandes maestros holandeses, flamencos e italianos como Memling, Tintoretto, Veronese o Cranach, fueron encontradas en las colecciones particulares de Goering y del propio Hitler. Las autoridades holandesas las transfirieron a sus pinacotecas. Ahora, la decisión final corresponde a la secretaria de Estado de Cultura, Medy van der Laan, que ya recibió luz verde de la Comisión de Restituciones.

Detrás de estos hechos hay trágicas historias de vida y una Justicia dispuesta a cerrar viejas heridas haciendo lo que corresponde. Al mismo tiempo surge un costado aparentemente insoluble pero preocupante: obras emblemáticas del arte universal pasan de los espacios públicos donde se exhibían a legítimas manos privadas para luego ingresar al circuito de las grandes subastas y terminar engrosando las arcas de coleccionistas hoy capaces de pagar cifras siderales para darse un baño de status.

[Fuente: Alberto Giudice, Clarin, Bs As, 13feb06]

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