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29nov08


Sacyr, Crimen y ¿Castigo?


Los españoles estamos viviendo el éxtasis de una novela empresarial que, como la célebre Crimen y Castigo de Dostoievski, tuvo también su crimen, pero cuyo protagonista, un Rodion Romanovich Raskolnikov murciano que soñó con conquistar el mundo, aún no ha tenido su castigo y es muy posible que escape sin él, no obstante lo cual el episodio está sirviendo para poner de nuevo en evidencia los males de una democracia corrompida como la nuestra. Me refiero al drama, inmoral que no inmortal, de Sacyr Vallehermoso, su participada Repsol, y una compañía petrolera rusa de la que la mayor parte de los españoles no había oído hablar hasta ahora.

Gran parte de los capítulos del relato son conocidos, como el relativo al asalto del BBVA, un crimen contra el libre mercado del que nuestro pequeño Napo salió con un castigo de casi 150 millones de euros en plusvalías. Esto es Jauja, se dijo el murciano. Esto de ponerse a las órdenes del Gobierno, funciona. Víctima de su ensoñación imperial, nuestro generalito preparó una Grande Armée de naranjeros amigos dispuesto a cruzar los Pirineos cual Aníbal sin elefantes para invadir La France Oh la lá! Del escándalo Eiffage tuvo que sacarlo la fuerza aérea española, aérea, sí, porque hubo mucho viaje entre París y Madrid, muchas gestiones del jefe de la Oficina Económica de Moncloa, David Taguas, con su colega francés, François Perol, mucha súplica de Zapatero a su homólogo Sarkozy. Del crimen de Eiffage salió naranjito con un castigo mínimo, casi testimonial.

El Gran Momento del Mari Tribune murciano, con perdón de García Hortelano, llegó, sin embargo, con su desembarco en Repsol YPF de nuevo de la mano de Moncloa. Lo nunca visto: el ladrillo en el petróleo. Había un pequeño problema, sí, a la hora de tomar ese 20%, un pero anecdótico, cierto, y es que cuando los gestores de Sacyr tomaron la decisión de embarcarse en esa operación eran muy conscientes de que no tenían recursos para financiar tamaña adquisición y, lo que es peor, sabían perfectamente que la deuda de la sociedad estaba en el límite, si no lo excedía ya de lo que cualquier gestor prudente hubiera admitido como tolerable.

A pesar de lo cual, un grupo de bancos y cajas, con el Santander a la cabeza, decidieron financiar la gigantesca aventura, porque la banca financiaba, y sin recurso, cualquier cosa que se le pusiera por delante, más si detrás había una llamada amable del Gobierno. Y básicamente sin otras garantías que las propias acciones de Repsol. Otorgar financiación en los términos expuestos en Coloniales, Fadesas, Habitats, Metrovacesas, Accionas y un sinfín de operaciones más, no parece conducta muy acorde con los estándares que la ley, ¡Ay, la Ley!, impone al empresario, en general, obligado a actuar con “la diligencia de un ordenado comerciante”, y al banquero en particular, forzado por la norma a una “gestión prudente” de los fondos ajenos que maneja. Las instituciones de supervisión, en particular el Banco de España, nada objetaron, que se sepa, a ese tipo de financiación alegre y faldicorta, que diría el camarada Primo de Rivera.

Ahora viene el llanto. Hay que evitar a toda costa la bancarrota de Sacyr porque nos va la vida en ello, o eso quieren hacernos creer. La quiebra del naranjero murciano podría poner en un brete a bancos y cajas acreedores, por no hablar del efecto en cadena sobre clientes, proveedores y trabajadores en nómina. El crimen de uno solo, convertido en castigo de todos. Abracadabrante paradoja. Hay que salvar al soldado Rivero a costa de poner en jaque todos los recursos nacionales, acabar de corromper todas las instituciones y violentar todas las leyes, la pobre puta desorejada Ley que corre aterida por los páramos de España.

Para superar el trance se ha buscado a lazo a una petrolera rusa dicen que mafiosilla, pellizco de monja, pero sobre todo sujeta a las órdenes del Kremlin, pecado mortal, (¡Apártate que me tiznas, dijo la sartén al cazo!). El problema es que los rusos creían venir como invitados gratis total, al menos eso les dijeron, dispuestos a yacer con la Carmen de Ronda sin poner un duro, porque los señoritos de Caixa les aseguraron que los españoles también ponían la cama, es decir, la banca se iba a subrogar en el crédito concedido a Sacyr en las mismas condiciones… El problema ha surgido cuando aquella banca alegre y faldicorta se ha tornado de pronto seria y rigurosa y ha dicho que no, que ni hablar, que garantías para dar y tomar, y Euribor más 350 puntos básicos de spread y, si no, a tocarla a Parla.

Y lo que prometía ser una operación rápida, al gusto de Fainé, se ha transformado en algo de difícil encaje, porque a los ruskis no les habían contado toda la verdad y además vienen para mandar, raros que son los Vladimiros: resulta que en un país donde se manejan empresas y bancos con un puñado de acciones, siempre menos del 1%, ahora vienen ellos y pretenden mandar con el 30% del capital, ¡intolerable, hombre, dónde vamos a parar!, de modo que ahora queremos que firmen un papel en el que se comprometan a estar en Repsol de oyentes, y ello entre el ir y venir de maletines, majestuosas comisiones, y el pánico de un Fainé que por nada del mundo quiere que este episodio termine derivando hacia algo parecido al de la OPA de Endesa. Y, por cierto, a los minoritarios de Repsol que les vayan dando, que vendan en Bolsa a 15 euros la acción si necesitan la pasta para los regalos de Navidad.

Dejar que quiebre Sacyr-Vallehermoso

Pero el escándalo no es Lukoil, no. El escándalo fue y sigue siendo la vergonzosa operación del Gobierno que puso en manos de Sacyr el 20% de Repsol. Conductas propias de Banana Republic, que se repiten con periodicidad de reloj suizo con los Gobiernos PSOE (Cartera Central). ¿Qué secretos de alcoba guarda Del Rivero de su relación con Moncloa? ¿Qué deuda tiene contraída ZP con este caballerete para sacrificar el interés general al particular? ¿Sólo financiación del partido o algo más? ¿Por qué hay que salvar al soldadito de plomo murciano? No hay respuesta. Hay que encontrarle comprador como sea, y además dispuesto a pagar lo que pide, porque en caso contrario quiebra, y eso no puede ser. ¿Y por qué no puede ser?

Si una empresa no puede atender la devolución de sus préstamos, su quiebra/concurso es la solución que la ley establece para tal tipo de situación, y no se alcanza a entender la razón que en Derecho ampare otra distinta. Si, como algunos sostienen, la supervivencia de esa empresa es cuestión de interés nacional, existe en la Ley de Sociedades Anónimas un precepto de honda raigambre patria, el artículo 265, que prevé expresamente que, a petición de accionistas que representen la quinta parte del capital social o del personal de plantilla, el Gobierno pueda acordar mediante Decreto su intervención si estima que se da ese interés, concretando la forma en que ha de subsistir y las eventuales compensaciones a sus accionistas en caso de que su participación valiera algo.

En cuanto a las responsabilidades patrimoniales -el Castigo de naranjito y sus copains-, los administradores de las entidades involucradas, todos millonarios de tronío, estarían obligados a atender (solidariamente en cada consejo) con sus bienes presentes y futuros los daños y perjuicios irrogados a las sociedades que administran y a los terceros, incluidos los trabajadores, de una gestión no acorde con los estándares de conducta establecidos en la ley aludida. En suma, si España fuera una democracia y no el Puerto de Arrebatacapas que es, estaríamos ante una cuestión de orden jurídico, no político, de mera aplicación de la ley. Démosle, pues, una oportunidad a la Ley. ¡Que quiebre Sacyr!

“¡Ah, qué barbaridad, eso sería un desastre!” Desde luego que sí para los Del Rivero, Abelló y compañía. Y si Sacyr no puede mantener el 20% de Repsol, que los bancos ejecuten la prenda, se repartan el paquete en proporción a su riesgo, lo provisionen y lo vendan cuando puedan. El riesgo directo del Santander en el crédito a Sacyr de 5.175 millones de euros es de 800 millones, poca cosa para un banco que acaba de cerrar su ampliación y está bien capitalizado. Peor le iría a algunas cajas, cierto, pero ahí está el FGD con su manual de instrucciones (artículos 10 y 11 del Real Decreto 2606/1996, de 20 de diciembre, sobre Fondos de Garantía de Depósitos de Entidades de Crédito), de modo que usted, señor Zapatero, no haga nada, por favor, no improvise, por una vez hagamos realidad el célebre “que inventen ellos”, déjese de ocurrencias, buen hombre, olvídese de esos planes de salvamento con los que nos sorprende cada 15 días y dedíquese a la poesía. Los españoles se lo agradecerán de por vida.

Decía ayer el siempre brillante Escudier en este diario que “nos suicidamos poco”, aludiendo con ironía a la falta de ricos de postín dispuestos a emprender por su cuenta el camino del camposanto por culpa de la crisis. Los Dioses no lo quieran. Lo que sí podrían hacer, en cambio, es abandonar el sillón y refugiarse en la Trapa. Ningún empresario o banquero español ha anunciado, que se sepa, la dimisión de su cargo, no obstante lo cual el Gobierno ha provisto para ellos un plan de salvamento equivalente al 15% del PIB. Descuiden, aquí no dimite nadie. Particularmente escandaloso resulta comprobar que al frente de Sacyr sigue figurando un tipo que, después de haberse demostrado como un pésimo gestor, un aprendiz de brujo capaz de meter a su empresa y al sistema bancario entero en un lío de difícil salida, ni ha dimitido, ni la banca ha exigido su relevo inmediato al frente de la sociedad, antes de hablar de ayudas.

El penúltimo capítulo de esta novela se está escribiendo. La operación está tocada, pero no muerta. El problema es que Zapatero se ha comprometido con sus reales valedores a no torpedearla y ahora no puede volverse atrás. Zapatero, La Caixa, el Santander y, sobrevolando la escena, Su Majestad. Póker de ases. Solo queda convencer a los ruskis. Y ello entre el oscurantismo informativo más absoluto, el silencio de un Brufau que ya tenía apalabrado su futuro, y el miedo cerval de Fainé al escándalo. Pero salvar Sacyr, además de una cuestión profundamente inmoral, es premiar la falta de discernimiento y la golfería, e ignorar el primer principio de toda la doctrina liberal basado en la responsabilidad individual. Por eso este episodio es una muestra más de la gran crisis moral y de valores que aqueja a la democracia española.

[Fuente: El Confidencial, Madrid, Esp, 29nov08]

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