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07may09


No a los Juegos 2016 en Madrid; no con mi dinero


A las 7,30 de la tarde de ayer, más de 4.500 lectores de este diario habían emitido opinión sobre la posibilidad de que Madrid acoja los Juegos Olímpicos de 2016. El 63% de los cuales se había manifestado a favor, por un 37% en contra. Sorprende, y mucho, ese 37% de voto contrario en un Madrid donde aparentemente todo el mundo está a pie firme en el Paseo de la Castellana, aplaudiendo con las orejas el paso de los miembros del COI que estos días están siendo agasajados en la capital del Reino. Ni una voz discrepante en los medios de comunicación españoles. Ni una mención crítica. Desde que Étienne de La Boétie escribiera su famoso tratado Sobre la Servidumbre Voluntaria han pasado casi 500 años, pero aquí parece que han sido 5 días.

Cualquier economista en su sano juicio sabe hoy que la posibilidad de que España se instale durante una serie de años en el mismo pozo donde han abrevado países como Portugal, Alemania o Japón, con crecimientos del PIB inferiores al 1,5% y tasas de paro por encima del 20%, es algo más que una mera especulación. Por lo pronto, los cuatro millones de parados del momento llegarán en 2010 a los seis millones, realidad pavorosa que enmarca la mayor crisis económica -que es también política, social y de valores- de la Historia de España. Que con semejante panorama los responsables del establisment patrio, con el Rey a la cabeza y el presidente del Gobierno de monaguillo, se lancen a la aventura de apoyar la organización de unos Juegos Olímpicos siguiendo la estela trazada por el Gran Almirante Gallardón, es un ejercicio de irresponsabilidad difícilmente entendible. Si estas son las manos que manejan el pandero patrio, esto está como para apagar la luz, cerrar la puerta y salir corriendo.

Carlos Sánchez, en otro más de sus habituales magníficos trabajos, daba ayer en este periódico algunas cifras aterradoras sobre lo que nos podría costar la broma de los JJ.OO. Está fuera de duda que la organización del evento se traduciría inevitablemente en más gasto público y más deuda, en un país cuyo déficit público podría rozar a fin de año el 10% del PIB, un país que, si alguien con seny no lo remedia -y no parece que los milagros abunden por estos pagos- podría llegar a las puertas del 2016 con una población empobrecida, con sus clases medias depauperadas y un paro estructural insoportable. Pero estas cosas no parecen frenar el entusiasmo impostado de nuestras elites políticas. Ellas tiran con pólvora del Rey, nunca mejor dicho, es decir, gastan el dinero ajeno, el que procede del pago de impuestos de los asalariados españoles. Como en el hundimiento del Andrea Doria, que la banda de música siga tocando en el salón de primera, mientras la marinería en paro arría los botes, ¡los caballeros primero!, para que se salven los grandes constructores, que son los que tienen que seguir haciendo negocio con la ayuda del Gran Almirante Gallardón.

Particularmente dramático el horizonte de los madrileños. Los Juegos de Atenas generaron un déficit de 8.500 millones de euros y Montreal estuvo pagando el suyo durante varias décadas. El Gran Almirante, ese señor que hacía pucheros mientras decía ante las cámaras que se iba de la política porque la señora Aguirre le había cerrado el paso a las listas del PP como número 2 de Rajoy en las generales de marzo de 2008, ha endeudado Madrid en cerca de 8.000 millones de euros. Ahora quiere redondear la faena con la elección de la capital como sede de los Juegos 2016, convertidos en rampa de lanzamiento político personal para alcanzar la ansiada Presidencia del Gobierno, porque si un simple como Zapatero ha llegado a Moncloa, ¿cómo no va a llegar él, sea con respaldo del PP o del PSOE? Y sin reparar en gastos. Que sean las futuras generaciones de madrileños quienes paguen el sueño megalómano de nuestro inmarcesible Almirante.

Ni austeridad ni control del gasto

¿Alguien dijo austeridad? ¿Alguien habló de control del gasto? No se oye nada. Ni una voz crítica tampoco desde la calle Génova. Y todo esto, ¿para qué? ¿Qué podrían aportan de verdad unas Olimpiadas para Madrid? A día de hoy, una excusa para presionar al Gobierno, a la Administración regional, a la Hacienda Pública y al lucero del alba para que ayuden al Gran Almirante a afrontar el pago de la deuda existente, algo que se presenta muy difícil en el medio y largo plazo. De hecho, y si no fuera por el Plan E de Zapatero, en Madrid no se estaría moviendo ahora mismo ni una baldosa. Todo parado.

No parece que la ciudad vaya a ganar nada desde el punto de vista urbano. Los proyectos más interesantes en curso tienen poco o nada que ver con las Olimpiadas, centradas directamente en el entorno de la Peineta, con el barrio de la villa olímpica y unos equipamientos dispersos, algunos incluso desmontables tras el evento. En otras palabras, Madrid ganaría un pequeño PAU más, sin ningún interés urbanístico y en un recodo de difícil aprovechamiento, además de tres o cuatro equipamientos deportivos en torno a una Peineta, privatizada, por cierto, en beneficio del Atlético de Madrid. Poco más. Eso sí, el campo quedaría abierto para, aprovechando el tirón, meter obras no relacionadas directamente con los Juegos, algo que los amigos del señor Gallardón agradecerían mucho, porque podrían seguir a lo suyo.

A cambio de tan excitante horizonte urbano en el barrio de San Blas, los madrileños entraríamos en una dinámica de chantaje absoluto durante los próximos años. Imposible imaginar mejor escenario que unos Juegos como excusa perfecta para obtener dinero público, prebendas varias y trato de favor a mogollón. Es decir, corrupción. Quiero decir, más corrupción. Y esto durante casi siete años perdidos en la noble tarea de protagonizar cualquier cambio en profundidad que la ciudad pudiera necesitar de verdad.

Ello por no hablar de la inseguridad, del aumento de los precios y, claro está, de los impuestos, final de cualquier aventura protagonizada por todo sátrapa que se precie. Claro que a lo mejor los pagamos con gusto, dada la utilización del deporte como anestesiante social y excusa capaz de encubrir los dislates varios de un hombre que ha concebido el evento como una oportunidad de promoción pro domo sua, que espera termine por llevarle en volandas a Moncloa. Proyecto personal, pues, financiado con el dinero de todos. Y en medio, el silencio de los corderos.

[Fuente: Por Jesús Cacho, El Confidencial, Madrid, 07may09]

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