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14nov10


La guerra económica


Cuando los líderes del G-20 llegaron a Seúl, existía un riesgo de enfrentamientos comerciales y monetarios a escala planetaria. Después de 48 horas de reuniones infructuosas, el riesgo se transformó en una amenaza concreta: en el mundo existen cinco frentes de conflicto que pueden derivar en una auténtica guerra de intereses vitales entre los grandes actores de la economía.

Esa ausencia de decisiones deja de manifiesto posiciones irreconciliables y permite intuir que en los próximos meses se agudizará la rivalidad entre China y Estados Unidos, y aumentará el número de graves consecuencias para el resto del mundo.

1. La guerra monetaria

Para los chinos, Estados Unidos no tiene suficiente conciencia de su responsabilidad en los mercados de capitales y no ha pensado en los ataques que padecen los mercados emergentes.

Pekín considera que, al inyectar 600.000 millones de dólares para reactivar su debilitada economía, la Reserva Federal estadounidense está provocando una corrida de liquidez hacia los países en desarrollo. La depreciación del dólar, pronostican, provocará a término una segura inflación.

Para Estados Unidos, por el contrario, es China quien pone en peligro el crecimiento mundial. Al mantener el yuan artificialmente subvaluado, asfixia el empleo y las cuentas de aquellos países que inunda con sus productos.

En el resto del mundo, cada uno se protege como puede de las turbulencias provocadas por esa pareja infernal.

Exasperado por el aumento del yen, Japón compró 18.500 millones de dólares en septiembre, mientras Corea del Sur estaría inyectando en secreto 1000 millones de dólares por día para evitar una apreciación exagerada del won.

2. Hiperdesequilibrios

El déficit de la balanza de pagos estadounidense alcanza proporciones abismales. Este año, ese déficit debería llegar a 466.500 millones de dólares, es decir 3,2% del PBI, según el FMI. Esa cifra equivale a la suma de los excedentes de China (276.000 millones de dólares) y de Alemania (200.000 millones). En 2015, el déficit de las cuentas de Estados Unidos podría llegar a 601.700 millones de dólares.

Ese pozo fue alimentado hasta ahora por la llegada masiva de bienes de consumo chinos a Estados Unidos: mientras que el déficit comercial a comienzos de los años 2000 era de 7000 millones de dólares, hoy alcanza los 25.000 millones.

Durante mucho tiempo, Washington se benefició con esta situación, pues, a cambio, Pekín fue el mejor de los socios para financiar sus déficit galopantes: la deuda pública estadounidense debería alcanzar el 92,7% del PBI en 2010. Eso sucedía en épocas de crecimiento sostenido, pero hoy todo cambió. Enfrentado a un desempleo de casi el 10% y a un crecimiento anémico, Estados Unidos debe hallar nuevas soluciones. De allí su insistencia a favor de una devaluación del yuan.

3. El regreso del proteccionismo

Si bien el G-20 volvió a prometer que ninguno de sus miembros recurrirá a "devaluaciones competitivas" de sus monedas, las medidas actuales son impotentes para canalizar el flujo de liquidez, que alcanza a cuatro billones de dólares por día.

En esas condiciones, los gobiernos están dispuestos a recurrir a medidas radicales para protegerse de la competencia, según ellos, desleal.

La Organización Mundial del Comercio (OMC) afirma que las medidas proteccionistas sólo penalizan al 1,4% de las importaciones mundiales. Pero sus responsables se muestran cada vez más preocupados porque los países miembros tardan en abolir sus barreras (derechos de aduana contingentes, subvenciones, etc.) erigidas durante la crisis.

"Las causas subyacentes de ese cóctel peligroso compuesto de profundos desequilibrios comerciales, tasas de desempleo elevadas y persistentes, y movimientos desordenados de cambio son de orden macroeconómico", señala la organización.

La debilidad de la moneda de unos o los excedentes comerciales de los otros son sólo síntomas de una situación estructural. Las causas de esas turbulencias residen en los desequilibrios propios de cada país.

"Estados Unidos vive demasiado del crédito y debe regresar a la virtud de un presupuesto equilibrado. China podría pensar en crear un sistema de protección social a fin de que sus ciudadanos consuman más y exporten menos. Europa debe esforzarse en reducir su deuda, sin asfixiar su anémico crecimiento. Japón debería salir de la deflación saneando su sistema financiero y preparándose para administrar el envejecimiento de la población. Por fin, Brasil sólo hará durar su consistente crecimiento si limita sus déficit presupuestarios e invierte", analiza el economista francés Elie Cohen.

4. Reformas y remedios

Todo el mundo sabe más o menos cuáles son los remedios. Pero, ¿quién será el encargado de aplicarlos? ¿Quién podrá, además, asumir la titánica tarea de reformar el sistema financiero internacional?

¿El FMI? Muchos creen que esa institución podría ser el médico ideal, pero sus estatutos no le permiten, por ejemplo, sancionar a un enfermo recalcitrante.

5. Rivalidad entre socios

¿El G-20? Lejos de manifestar su unidad, lo que nació como un proyecto destinado a ofrecer a la economía mundial un liderazgo más coherente que el G-7 parece estar reducido a un simple catálogo de partes tironeadas por desequilibrios comerciales, guerra de divisas y visiones totalmente opuestas de lo que debería ser una competencia leal.

Como telón de fondo, el G-20 debe enfrentar las críticas de otros miembros de las Naciones Unidas que simplemente no aceptan que se haya autoadjudicado el derecho de decidir el futuro económico planetario.

Los protagonistas de la batalla de las monedas

EE.UU. acusa a China de devaluar artificialmente el yuan para que sus productos sean más competitivos en el extranjero, y Pekín afirma que el plan de la Fed implica una devaluación encubierta del dólar y dificulta la recuperación económica mundial, al encarecer las exportaciones hacia EE.UU. De perdurar, el riesgo es que la "guerra de divisas" derive en una destructiva "guerra comercial".

Estados Unidos

Obama defendió el plan de la Fed de inyectar US$ 600.000 millones en la economía para estimular la inversión y generar empleo, pero la decisión fue duramente criticada por otras potencias.

Gran Bretaña

Como EE.UU., para enfrentar la crisis optó por la sutileza de inyectar liquidez en el sistema y así provocar una caída en el precio de la libra esterlina.

China

Desde hace cinco años, el gobierno de Hu Jintao aplica una devaluación competitiva del yuan, que, según consideran los analistas, está un 40% por debajo de su valor real.

Brasil

Lula es uno de los más críticos con EE.UU. y China porque, a su juicio, promueven una "guerra cambiaria" al devaluar artificialmente sus monedas.

Alemania

Merkel cuestionó con dureza la medida de la Fed y subrayó la necesidad de adoptar "reformas estructurales" para reducir los desequilibrios globales.

Japón

Agobiado por un enorme déficit, comenzó a aplicar el ejemplo de China, al intentar devaluar su moneda, el yen, para mantener la ventaja competitiva.

[Fuente: Luisa Corradini, corresponsal en Francia, La Nación, Bs As, 14nov10]

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