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30ene11


La ayuda comprometida de ayuda pública a la banca europea representa el 39 por ciento del PIB de la Unión Europea


Joaquín Almunia (Bilbao, 1948), economista, vicepresidente de la Comisión Europea, es el comisario con más poder efectivo desde hace un año. Almunia, que fue miembro de los Gobiernos socialistas de Felipe González entre 1982 y 1991, decide sobre las fusiones empresariales, las multas a los carteles y, sobre todo, quien autoriza las ayudas públicas a la banca, que en la UE han superado los 4,5 billones de euros. Su mayor preocupación ahora es "conseguir que esa inmensa masa de ayudas públicas que ha recibido el sector financiero tenga el menor coste posible para los contribuyentes, y que produzca cuanto antes lo que se persigue con ellas, que es volver a tener un sistema en condiciones de financiar la inversión y la creación de empleo"

Pregunta. Se han utilizado 1,1 billones de euros de los 4,5 billones comprometidos en ayudas públicas a la banca, equivalentes al 39% del PIB de la UE. No hay antecedentes de una ayuda tan cuantiosa. ¿Le preocupa el volumen de estas cifras?

Respuesta. Efectivamente, no hay precedentes de una crisis financiera de esta dimensión. Arrancó en EE UU, se extendió por los países industrializados y acabó siendo global. Estamos saliendo, pero quedan ruinas importantes por rehacer. Lo que más llama la atención es la ingente cantidad de recursos necesarios para evitar una crisis sistémica, un derrumbamiento total del sistema financiero. Pero no ha habido necesidad de utilizar todos esos recursos. Paradójicamente, el inmenso volumen de avales puestos a disposición de las entidades que no han sido utilizados para cubrir pérdidas supone un ingreso para los Estados, que cobran una comisión por prestar avales. Pero aún es enorme el riesgo que recae sobre los contribuyentes, que sufren además el resto de consecuencias de la crisis.

P. Cuando se aprobaron, había un acuerdo implícito: los Estados concedían las ayudas a los bancos a condición de que volvieran a dar préstamos a empresas y particulares. ¿Cree que los bancos han cumplido su parte?

R. En primer lugar, la Comisión ha buscado que esas ayudas se prestaran con una remuneración suficiente para no crear el riesgo moral de que todo el mundo quiera recibirlas gratis. Desde 2008 hemos discutido de forma muy rigurosa cuál es el precio a pagar por recibir ese escudo protector. Hemos puesto varias condiciones: que los Estados no puedan utilizar las ayudas públicas para recrear barreras nacionales; que se preserve un tratamiento equitativo entre las entidades; que se asegure un reparto justo de las cargas; y que gracias a ellas y a la reestructuración de las entidades, estas puedan volver a financiar la economía real.

P. ¿No le parece que se es un poco injusto con las cajas españolas si se comparan las ayudas concedidas en la UE? Según sus servicios, en la Unión se han destinado 538.000 millones a capitalizar bancos y a comprar activos dañados, de los que solo una mínima parte corresponde a entidades españolas. España está en el sexto lugar por volumen de ayudas, muy por debajo de Reino Unido, Irlanda, Dinamarca y Alemania.

R. Al principio de la crisis, el sistema financiero español no sufrió tanto como otros países. Los bancos más problemáticos en 2007 eran ingleses o alemanes. Después de Lehman Brothers, en otoño de 2008, hubo que aprobar intervenciones urgentes en Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Reino Unido y en una serie de bancos alemanes. Mientras tanto, el sistema financiero español, extraordinariamente bien regulado y supervisado, no tuvo que atender situaciones urgentes.

P. ¿Cuál es el problema de las cajas?

R. Las dificultades específicas de las cajas derivan de su estructura de propiedad, que les dificulta el acceso a los mercados para atraer capital. Las medidas que se anuncian ahora complementan las ya adoptadas el verano pasado. Creo que los mercados, los observadores internacionales, los analistas, ya se están dando cuenta de que el coste total de la crisis financiera en España va a ser menor que el aflorado en muchos otros países que aparentemente ahora tratan de dar lecciones.

P. Existe la percepción de que las cajas o los bancos públicos o mutualistas no encajan bien en la UE. Sorprende estas reticencias cuando el banco europeo mejor valorado es el holandés Rabobank, un banco mutualista. ¿Las cajas tienen el mismo trato de verdad que los bancos en la Unión?

R. Para la Comisión Europea no hay ninguna distinción en la manera de tratar a una entidad financiera por el hecho de que sea una sociedad por acciones, una caja o una cooperativa bancaria. Lo que miramos es si requieren ayuda pública y el grado de reestructuración y de contrapartidas a cambio de recibirla. El problema de una serie de cajas, no de todas, es la necesidad de captar capital. En épocas de bonanza, el capital adicional lo venían constituyendo en base a las reservas constituidas con los beneficios acumulados. Pero ahora, en particular por la situación del sector inmobiliario, y con los niveles de paro que se han alcanzado y el débil crecimiento previsto para la economía española en el corto plazo, tienen necesidad de salir a buscar capital por otras vías. Para ello, debido a su particular estructura, tienen más dificultades. Insisto, no miramos la naturaleza jurídica de las entidades, analizamos la situación de los balances. Las autoridades españolas saben muy bien lo que tienen que hacer y lo están haciendo.

P. Ha señalado los perjuicios que sufren los usuarios por no existir un mercado interior energético pleno. ¿Las fuertes subidas de la electricidad en España son un reflejo de esta ausencia?

R. Lo que está ocurriendo en España y en otros países no es consecuencia directa de la falta de un mercado interior de la energía. Pero sin duda su existencia ayudaría a resolver antes y de forma mucho menos dificultosa los problemas de los mercados de la electricidad y del gas. Si hubiese una mejor interconexión de la red europea, podríamos aprovechar mucho mejor la capacidad de generación de energía eólica en España, nuclear en Francia o de otras renovables en otros países. Es una situación claramente mejorable.

P. ¿Qué fuerzas se oponen a la existencia de este mercado?

R. Hemos adoptado medidas contra quienes abusan de su posición de dominio en el mercado, en particular los antiguos monopolios, y para controlar las ayudas públicas en este sector. Pero además de las infracciones cometidas por algunas empresas, los Gobiernos siguen siendo excesivamente nacionalistas en materia de energía y deberían prestar mucha más atención a las inmensas ganancias que supondrá para los europeos poner en común nuestro mercado de la energía y estrategias energéticas.

P. ¿Cuál es el vínculo entre competencia y competitividad?

R. Dicho en términos sencillos, el respeto a las reglas de la competencia no garantiza que mejoremos nuestra competitividad, pero lo que es seguro es que sin competencia no seremos nunca competitivos, ni en el mercado interior ni hacia el exterior. A veces escucho el argumento de que para tener empresas que sean campeones globales yo no debería ser tan estricto en el control de las ayudas de Estado. Mi respuesta es clara: no se puede pretender ganar la Champions League si se ocupa el décimo lugar en la liga española o francesa. Quienes juegan la Champions League son los que han quedado en cabeza en sus campeonatos respectivos.

P. ¿Cómo percibe la Comisión las reformas que hace el Gobierno español para afrontar la crisis?

R. Dos años atrás se veía, y no solo desde Bruselas, que una economía que había tenido tanto éxito durante los 15 años anteriores a la crisis empezaba a tener problemas serios. España había sido el mejor alumno de la clase y de repente empezaba a tener más problemas que la media, sobre todo en un tema tan sensible como el empleo. El factor principal era la crisis de la vivienda, por lo que no se esperaban solo consecuencias negativas en el empleo, sino también en el sistema financiero. Ante esa alarma, durante un tiempo no se veía suficiente la reacción por parte del Gobierno. Ahora sí que se ve. Desde mayo del año pasado, se está comprobando que España ha tomado las riendas con mano firme, y se ha admirado el coraje del Gobierno y de la sociedad española para hacer ahora lo que hay que hacer en todo caso como consecuencia de la crisis. Todo el mundo desea que estas reformas se apliquen y que se produzca cuanto antes esa recuperación, y que se alcance una tasa de crecimiento conforme al potencial, que en España sigue siendo mayor que la media europea.

[Fuente: Por Andreu Missé, El País, Madrid, 30ene11]

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