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20jul05


Estado fallido o fallado.


El dominicano es un Estado fallido en cuanto la justicia sólo persigue a los desposeídos y se inclina reverente frente al poder del Estado o del dinero, castigando al que roba una bicicleta y dejando impunes los asaltos bancarios que han hundido la economía nacional.

Confieso que mi primera reacción fue negativa. No era posible. No estaba de acuerdo con la revista Foreign Policy y el grupo Fondo para la Paz que han colocado a la República Dominicana entre los primeros veinte países del mundo con mayores riesgos de convertirse en “estados fallidos”, de acuerdo al despacho de Prensa Asociada que el martes 28 de junio nos llegó desde Washignton.

La inconformidad crecía en la medida en que se analizaba el listado de los 20 países del mundo con más riesgos de convertirse en “estados fallidos”, la mayoría de los cuales se sitúan en Africa y Asia. Otro factor que inducía a rechazar el estudio es que de los países latinoamericanos sólo nos acompañan en la lista Colombia y Haití.

La tentación de rechazar el informe era mayor cuando se recordaban las crisis de ingobernabilidad que en los últimos años han afectado a Perú, Ecuador, Bolivia, y en menor medida Guatemala y Venezuela, ésta última bendecida por los altísimos ingresos derivados del petróleo en los últimos años. Tratando de hacer objetivo el asunto, apelamos al Diccionario de la Real Academia Española donde fallido se define como frustrado, sin efecto o quebrado y sin crédito. Y fallado nos remite a fallar, que equivale a frustrarse, salir fallada una cosa, no responder a lo que se esperaba de ella.

Nos recordamos de inmediato del recién publicado informe sobre desarrollo humano en la República Dominicana, en el que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo afirma que este es el país latinoamericano de mayor crecimiento en el último medio siglo, pero a la vez uno de los que más desaprovechó las oportunidades de desarrollo humano.

Como es natural, lo que ha predominado en el país es el rechazo al informe, aunque la agencia Prensa Asociada que lo transmitió no detalló los 12 indicadores económicos, sociales, políticos y militares en que se fundamenta.

Si lo relacionamos con las oportunidades de desarrollo derivadas de medio siglo de crecimiento, a lo mejor terminamos aceptando que estamos a la cola del mundo, peor que aquellos donde se ha perdido la gobernabilidad por desgaste de los partidos políticos y las instituciones en que se fundan los Estados. En materia de servicios andamos “de la patada”. La energía pública es ineficiente, y para garantizarsela los pudientes, además de pagar una altísima tarifa, tienen que instalar dos plantas en sus negocios y dos en sus residencias, con sus respectivos inversores o acumuladores de energía.

No hay negocio, oficina o residencia que se respete que no tenga almacenes de agua o cisterna, con sus respectivos tinacos en los techos y ni aún así pueden garantizarse que cualquier día no queden sin el líquido vital.

Para disponer de cuestionables servicios médicos hemos tenido que pagar un seguro público y otro privado cada día más deficientes y que de ninguna forma cubren todas las vicisitudes a que podemos ser sometidos los seres humanos. En el ámbito de la educación, la escuela pública no nos garantiza más que la mitad de las horas de docencia, lo que compele a enviar a los niños y adolescentes a colegios privados.

Nadie nos garantiza la recogida de basura y la mayoría de las residencias, aún en los ámbitos urbanos, carecen de sistemas de alcantarillado, y las lluvias convierten las calles en lagunas por falta de desagües pluviales.

En materia de seguridad hay que apelar a los guardianes privados, porque la Policía Nacional en vez de ser garantía es una amenaza ya sea porque una proporción de sus miembros están asociados a los delincuentes, o porque sólo sabe matar como forma de combatir la delincuencia.

El dominicano es un Estado fallido en cuanto la justicia sólo persigue a los desposeídos y se inclina reverente frente al poder del Estado o del dinero, castigando al que roba una bicicleta y dejando impunes los asaltos bancarios que han hundido la economía nacional.

Este es un Estado fallado en cuanto ya resulta incapaz hasta para obligar a respetar los semáforos y los pasos peatonales o para impedir que un automovilista irresponsable baje de reversa en un puente elevado.

Es cierto que todavía no hemos alcanzado los grados de ingobernabilidad que acusan algunos países sudamericanos, pero los superamos ampliamente en carencias institucionales, en precariedad de servicio y en olímpico irrespeto a las leyes. En ese y otros sentidos la República Dominicana es un Estado fallido y fallado.

En vez de reaccionar y rechazar el informe, el mismo debe inducirnos a reflexionar, y a superar las miserias que van convirtiendo la sociedad dominicana en una inmensa cloaca donde predominan los más osados, los más corrompidos y los más cínicos. El tiempo para impedir la ingobernabilidad y el desastre se nos acaba.-

[Fuente: Por Juan Bolívar Díaz., Editora Clave, Santo Domingo, 20Jul05].

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