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18feb05
Un episodio con intrigas empresarias y una pelea con policías, espías y militares.
El terremoto por un caso de narcotráfico con epicentro en Ezeiza explotó como suelen explotar las cosas en la Argentina. Se mantuvo cinco meses en ebullición subterránea y estalló en cinco días haciendo volar a la cúpula de la Fuerza Aérea.
Pero eso no será todo. Tanto en la Casa Rosada como en las Fuerzas Armadas admitían anoche que los cambios podían continuar y nadie apostaba un centavo por el futuro de la Policía Aeronáutica Nacional, el cuerpo de seguridad de la Fuerza Aérea que no controló o dejó pasar los 60 kilos de cocaína.
Lo que quedó en claro con esta crisis es que, tras dos décadas de democracia y varios gobiernos de diferente signo político, las fronteras del Estado argentino siguen siendo poco confiables. Y Ezeiza es un ejemplo implacable de ese desmadre.
No todas las responsabilidades son de igual magnitud. Nada acrecentó tanto la vulnerabilidad de la principal entrada internacional al país como la influencia del fallecido empresario Alfredo Yabrán, quien articuló una serie de sospechosas lealtades que cruzaban la política con las Fuerzas Armadas y las empresas privadas de seguridad. Ese oscuro conglomerado desplazó de Ezeiza a la Gendarmería en 1992 y comenzó a declinar a fines de los '90, cuando el imperio Yabrán cayó junto con la muerte de su fundador. Pero lejos estaban sus herederos de entregar esos espacios de poder.
En estos meses, se desató en el aeropuerto una verdadera guerra de fuerzas de seguridad y agentes de inteligencia. La Policía Aeronáutica ejercía el control estatal con resultados a la vista. El responsable de seguridad de Aeropuertos 2000 es Adrián Pelacchi, un comisario retirado de la Federal que alcanzó su esplendor cuando Carlos Corach lo nombró secretario de Seguridad.
Y Southern Winds contrató como asesor en seguridad a otro comisario: Jorge "El Fino" Palacios, un federal de histórica relación con algunos sectores de la SIDE al que el ex ministro Gustavo Beliz echó de la Policía por un pedido expreso de Cristina Kirchner.
Militares, policías, espías y empresarios de la seguridad seguían con sus batallas mientras el descontrol reinaba en Ezeiza. Por eso, el Presidente intenta sacar rédito de ese escenario caótico produciendo cambios profundos.
No habría que descartar entonces el retorno a Ezeiza de la Gendarmería o el paso de la seguridad aeroportuaria —en manos de la Fuerza Aérea— al Ministerio del Interior. Es que Kirchner busca el modo de reestablecer el control del Estado y achicar como sea el impacto negativo de este escándalo sobre su gestión.
[Fuente: Clarin, Bs As, Arg, 18feb05]
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