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22feb06


Murió el arzobispo Marcinkus, "el banquero de Dios".


Con la muerte el lunes por la noche del arzobispo norteamericano Paul Casimir Marcinkus, 84, aquejado de dolencias cardíacas, desaparece del escenario el protagonista del más devastador escándalo que sufrió la Iglesia católica en los tiempos modernos: la quiebra del Banco Ambrosiano de Milán, el asesinato del banquero Roberto Calvi en junio de 1982, y agujeros financieros por 1.655 millones de dólares en el Ambrosiano y en el Instituto para las Obras de Religión (IOR), conocido como "el Banco del Papa".

Hasta la blanca sotana del Papa Juan Pablo II, protector de Marcinkus, resultó salpicada con el profundo desprestigio que vivió la Iglesia en los años 80 por este escándalo del cual sobrevivieron muchos misterios y secretos que el arzobispo se llevó a la tumba anteanoche cuando falleció en su casa de Sun City, un suburbio de Phoenix, la capital de Arizona.

"No vamos a hacer ningún comentario", fue el epitafio que dictó ayer a la prensa un portavoz de la Santa Sede.

Monseñor Marcinkus tenía lo que los franceses llaman el "physique du rol". Corpulento, 1,91 metros de altura, fumador de puros, amante del golf y otros deportes, enérgico, tajante, de buen humor, extrovertido. Durante 18 años, entre 1971 y 1989, fue el presidente del IOR, el banco en el que depositan sus dineros las órdenes religiosas y las diócesis de todo el mundo, que tiene su sede en un torreón del Vaticano.

Pablo VI lo apreciaba y dicen que ayudó a salvarle la vida cuando el Papa Montini sufrió un atentado por parte de un pintor boliviano durante un viaje en Filipinas. Fue guardaespaldas, organizador de viajes y traductor de inglés de Pablo VI y Juan Pablo II. Su carrera se aceleró también gracias al economista norteamericano David Kennedy, presidente del Continental Bank of Chicago, que fue secretario de Estado en la presidencia de Richad Nikon.

Esta brillante carrera en las cumbres vaticanas y en el mundo de las finanzas mundiales demostró las condiciones del hijo de humildes inmigrantes lituanos nacido en el barrio de Cícero de Chicago el 15 de enero de 1922. Había comenzado a trabajar muy joven como limpiavidrios junto a su padre. Pero su vocación era la iglesia y a los 23 años fue ordenado sacerdote. Estudió en la Universidad Gregoriana de Roma, la "fábrica de cerebros de la Iglesia", y entró en la carrera diplomática vaticana, como secretario del nuncio en Bolivia y Canadá.

En 1968, Pablo VI lo nombró secretario del IOR y tres años después ascendió a la presidencia. Eran los años de los grandes magos financieros que causaban admiración y devastaban riquezas multimillonarias, dejando un tendal de perjudicados. Su sucesor en el Banco del Papa, Angelo Caloia, es un fuerte crítico de la gestión de Marcinkus: "Era honesto y un buen cura pero también un tipo superficial mal aconsejado. Creía conocer a todo el mundo de los negocios pero en realidad fue víctima de los gnomos de las finanzas, comprometiendo y endeudando al IOR".

Juan Pablo II buscaba dinero, mucho dinero, para ayudar a sus compatriotas polacos a organizar la resistencia a través del sindicato Solidaridad y quitarse de encima a los comunistas. Monseñor Marcinkus lo ayudó. Tenía fama de ser el también un mago que había saneado las finanzas del banco Vaticano después de los desequilibrios financieros que causó la gestión del Concilio Vaticano II (1962-1965).

Marcinkus también había intervenido en el caso de las maniobras financieras del banquero siciliano Michele Sindona, vinculado a la mafia. El IOR salió del lío con una pérdida contenida de 30 millones de dólares y en 1986, el día que fue condenado a cadena perpetua, Sindona bebió en la cárcel un café envenenado y nunca pudo hablar. Juan Pablo II lo hizo arzobispo y lo nombró también gobernador del Estado del Vaticano.

En el camino de Marcinkus se cruzó Roberto Calvi, un empleado del Banco Ambrosiano de Milán —"el principal instituto privado italiano", líder de la llamada finanza católica—, que emprendía maniobras desprejuiciadas para quedarse con el banco. Calvi hacía operaciones peligrosas con los cambios en los paraísos fiscales del Caribe y Europa. Contaba con las "cartas de patronato" que le firmaba Marcinkus. Los errores de gestión terminaron causando un desastre de 1.400 millones de dólares, el agujero financiero en el que precipitó el banco Ambrosiano. Calvi manejaba dinero de la mafia y detrás de él estaba la logia masónica P2 de Licio Gelli.

Tras huir de Italia, Calvi terminó colgado debajo del puente de los Frailes Negros (Blackfriars) de Londres el 18 de junio de 1982.

Ahora se sabe que fue asesinado por orden de la mafia y no se sabe de quién más. En Italia se está desarrollando un nuevo proceso con cinco acusados. El escándalo de dimensiones colosales arrastró al Banco del Papa, que terminó con un agujero de 255 millones de dólares. Esa suma fue pagada por el Vaticano a los acreedores exteriores del IOR. La suerte de Marcinkus estaba echada. No fue preso porque Juan Pablo II lo defendió con la inmunidad diplomática. Pero en 1989, el arzobispo, que estaba por ser promovido a cardenal, debió renunciar.

En 1990 abandonó Italia y marchó de regreso a su país, en un exilio silencioso que duró hasta el lunes por la noche, cuando para monseñor Paul Marcinkus llegó la hora del punto final.

Un "rojo" en los balances del Vaticano que duró 23 años

El crecimiento económico que experimentaba Italia en los años ochenta y la necesidad de entrar en los mecanismos financieros mundiales llevaron al Vaticano a entrar en operaciones no del todo transparentes, que terminaron por poner en juego hasta su propia sobrevivencia económica. Un simple dato basta para mensurar el descalabro: el "rojo" en las finanzas de la Santa Sede duró un total de 23 años.

Como protagonista del escándalo que ocupó las portadas de la prensa mundial a inicios de los años 80, el arzobispo estadounidense Paul Marcinkus había dejado sin reservas financieras a la Iglesia después del pago en 1984 de 255 millones de dólares para los acreedores del Banco Ambrosiano, del cual era uno de sus principales accionistas el Instituto para las Obras Reliogiosas (IOR), el "banco de Dios", como popularmente se llamó a la entidad crediticia vaticana.

Cuando el arzobispo Marcinkus debió regresar discretamente a su país natal en 1989, tras ser absuelto en un proceso judicial abierto por la quiebra del Ambrosiano, la mayor entidad financiera de la Santa Sede tuvo que iniciar una operación para limpiar su imagen.

El Papa Juan Pablo II nombró entonces una comisión de cinco cardenales para velar por el funcionamiento del IOR y pidió de inmediato a un grupo de expertos llegados de todo el mundo que dieran orientaciones sobre las finanzas de la Santa Sede.

Varias de las recomendaciones elaboradas por aquel "consejo de sabios" fueron rápidamente puestas en práctica con un objetivo doble: de un lado, salvar la economía de la Santa Sede; pero, al mismo tiempo, contribuir a la introducción de una mayor transparencia en sus manejos financieros.

Fue a raíz de aquellos episodios cuando se comenzaron a hacer públicas las cuentas del Vaticano y en 1992 el saldo de los balances empezó a ser menos negativo.

Gracias a las llamadas "entradas institucionales", una suerte de impuesto que pagan las diócesis y las órdenes religiosas de todo el mundo, reglamentadas por el código canónigo en 1991, la Santa Sede salió del "rojo" financiero recién luego de 23 años de déficit.

[Fuente: Clarin, Bs As, Arg, 22feb06]

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