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10jun15
Warner, el rey caribeño de la corrupción
La escena sucedió en Puerto España, la capital de Trinidad y Tobago. Allí, en aquel 2001, se disputaba el Mundial Sub 17. Eran tiempos en los que el Jack Warner -hoy uno de los principales acusados en el escándalo de la FIFA- alcanzaba votos de la CONCACAF para Jospeh Blatter y desde Zurich le devolvían otro tipo de favores, como aquella designación para la más pequeña de las Copas del Mundo; o como tantas facilidades en sus recorridos por las Eliminatorias de mayores, como las que permitirieron la clasificación para Alemania 2006; o como los repetidos beneficios del ahora cuestionado Proyecto Goal (entendido a esta altura como una suerte de coima encubierta). Ya era un personaje relevante en la construcción de poder dentro de la sede en Suiza. No le molestaba ostentar en aquel contacto con la prensa en el hotel Hilton. Sus accesorios mucho se parecían a una jactancia: tenía cuatro anillos enormes en sus manos. No hacía falta ninguna prueba rigurosa para advertir que eran de oro y que eran muy caros. Igual que su cadena gruesa, que se le envolvía en el cuello como si se tratara de un trofeo.
Warner, en esa ocasión también al lado Blatter -visitante ilustre de entonces- creyó que se encontraría con preguntas convenientes. Pero no. El entonces vicepresidente de la FIFA e impulsor de la realización del Mundial Sub 17 en en su país, se ofuscaba ante cada consulta incómoda. Se tocó -entre otros- un tema que no le convenía abordar: los derechos televisivos de "su competición" y los del Mundial de Corea-Japón 2002 para toda la zona del Caribe. Detrás de cada pregunta, había un dato que lo enterraba a este hombre de ojos negros, pelo negro y futuro oscuro. Nadie podía explicar cómo ni por qué un funcionario de la FIFA tenía esos derechos. Era negociar consigo mismo. Tampoco ofreció respuestas respecto del modo en el que los había obtenido. tras la quiebra de ISL, la empresa con sede en Suiza que ya había cerrado un acuerdo con la local CSTN. "Todo está en orden", dijo Warner antes de partir lo más pronto que pudo. El tiempo fue exhibiendo que no todo estaba en orden.
Sobre Warner, un personaje central en el entramado de corrupción denunciado en los Estados Unidos, pesa ahora una orden de arresto de Interpol. Y dentro de ese contexto, mientras aguarda el juicio de extradición en su país, decidió salir a hablar. Dijo, a modo de amenaza: "No tendré secretos sobre quienes buscan activamente destruir el país. Mantuve el silencio, pero ya no lo haré. Ya no guardaré secretos". Y comentó que tiene documentación para aportar: documentos y cheques que comprometen "incluso a Blatter". También hasta señaló una conspiración en su contra de la primera ministra de Trinidad y Tobago, Kamla Persad-Bissessar. Warner, alguna vez ministro del país caribeño, dice que ella -además- participó de acuerdos espurios con la FIFA.
El hombre aprovechó su poder interno para ofrecer su queja y su desafío: lo hizo durante 15 minutos a través de uno los canales de la televisión local, que es de su propiedad. Un puñado de horas antes, había salido de la cárcel luego de pagar 400.000 dólares de fianza. Estuvo preso apenas 24 horas. Y hasta se animó a una osada comparación: "Nelson Mandela estuvo en la cárcel. Gandhi estuvo preso. Castro estuvo preso..." Como si otras injustician expiaran su condición de corrupto empedernido.
Austin Jack Warner -el Tío Jack para muchos en Trinidad y Tobago- creció pronto dentro del fútbol de su país. En 1973, a los 30 años, ya era el secretario general de la Federación. Una década más tarde llegó al Comité Ejecutivo de la FIFA. Hacía tres años ya había tomado el mando en su sede de operaciones, la CONCACAF. Desde las sombras, convenciendo con promesas y billetes a federaciones como Antigua y Barbuda, Barbados, Islas Caimán o Bahamas, se hizo fuerte en el bunker de Zurich. Traía votos a precio de saldo y se quedaba con muchos vueltos. Negociado para todos.
En su largo recorrido por la FIFA tuvo denuncias a cada paso y hasta suspensiones. En aquel 2001 ya había quedado expuesto: sus empresas, a nombre de familiares y conocidos, se encargaron de la construcción de los estadios, del catering, de la seguridad y de todo lo vinculado con el Mundial caribeño. Y no fue por amor a la patria ni postergados sueños de niño. Claro, otra vez, se trató de una forma de hacer negocios. Puertas adentro de su país y en Zurich lo volvieron a proteger.
Siempre salía bien parado Warner. El crecimiento -en términos de poder y, claro, en lo patrimonial- siguió sin alteraciones hasta una torpeza impropia considerando los millones que manejó y razonable considerando su ambición desmedida: en 2006, el año de la única participación de los Soca Warriors en una Copa del Mundo, el programa de investigación de la BBC, Panorama, reveló que Warner había vendido entradas de la competición en el mercado negro. Desde entonces, su nombre alcanzó una visibilidad universal. Pero no cayó. Siguió caminando los mismos pasillos de siempre.
Su primer final sucedió en 2011. Uno de los hombres más corruptos de la historia del fútbol se vio obligado a renuncia en medio de una investigación por casos de soborno a los asociaciones del Caribe. Blatter lo había dejado solo esta vez. Ya no había más protección. En respuesta, Warner prometió "un tsunami" de denuncias. Como ahora.
Su segundo final está sucediendo ahora. Casi todos los días. Por lo que las denuncias cuentan y detalles Warner fue durante toda su extensa carrera un embajador itinerante de la corrupción. En Estados Unidos le adjudican los siguientes delitos en diversas ocasiones: conspiración de chantaje, conspiración de fraude electrónico, fraude electrónico, conspiración de lavado de dinero y lavado de dinero. Ahora, también se le adjudica un delito de lo más miserable: desviar fondos destinados a las víctimas del terremoto de Haití, en 2010. La maldad en su máxima expresión.
No es todo: un hijo de Warner, Daryan, confesó ante la justicia estadounidense ser responsable de montar una estafa con la venta de entradas de los Mundiales de 2006 y 2010. Y se declaró también culpable ante un juez federal de Nueva York en octubre y julio de 2013 de otros dos cargos: conspiración por fraude y por lavado de dinero. Lo involucró a su padre para acotar su condena. Era una cuestión hereditaria.
[Fuente: Por Waldemar Iglesias, Clarín, Bs As, 10jun15]
Informes sobre corrupción y crimen organizado
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