Los Jinetes de la Cocaína
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Capítulo IV
Se arma el cartel

El secuestro de Martha Nieves Ochoa Vásquez, hermana de Jorge Luis, el jefe del Clan Ochoa, dividió la historia del narcotráfico en Colombia.

Martha Nieves, fue secuestrada por una célula del M-19 que veía en los narcotraficantes la fuente de ingresos fáciles para financiar su lucha.

Antes lo había hecho el mismo grupo en Cali con el rescate de tres personas; en Cundinamarca con otra, un hijo de Severo Escobar Ortega, y ahora golpeaba en la cúpula: un Ochoa.

Como todo parecía señalar que se trataba de una campaña orquestada, la mafia resolvió responder con su propio argumento: la creación de un grupo armado, identificado con el nombre de MAS, Muerte a Secuestradores.

El montaje de un aparato de justicia privada de las características del MAS requirió la presencia de los grandes capos del narcotráfico. La idea era tener su propio grupo de autodefensa, pero, ante todo, lograr el rescate, sana y salva, de la hija de Ochoa.

Fueron citados los jefes de las grandes organizaciones dedicadas al tráfico de cocaína en Cali, Medellín, Leticia, Bogotá Cartagena y Barranquilla. La cita se cumplió en el Estadero Las Margaritas, de propiedad de los Ochoa, situado en las afueras de Medellín.

Según lo poco que ha trascendido por la investigación de la Procuraduría General de la Nación que se inició en 1982 para identificar a los autores de una de las etapas más violentas de Colombia en sus últimos años -, la reunión en sí misma fue breve: se acordó que cada uno colocaría una millonaria suma, que podía ser en pesos, o su equivalente en armas u hombres; buscaría los contactos para identificar a los miembros del M-19 comprometidos en el secuestro, y transmitiría la información según el canal acordado allí mismo. Se decidió iniciar un gran despliegue publicitario (desde una avioneta lanzaron en Cali panfletos sobre la creación y objetivos del MAS). Carlos Lehder fue encargado de seguir con los ostentosos avisos en prensa, revistas y en su propio periódico, con el nombre de Los Secuestrables.

Luego de la reunión empezó una gran rumba. Muchos no se conocían, otros sólo por las referencias de cómo "coronaron" tal o cual cargamento, de quiénes son los agentes federales que los apoyan en Estados Unidos y de las perspectivas para seguir en el negocio.

Un mesero de Las Margaritas afirmó que todos, un grupo no superior a las 20 personas, acordaron nuevas reuniones, concentrarse en la finca Ganadería Horizontes, cercana a Medellín, provista de todos los mecanismos de seguridad personal. Sótanos camuflados y dotados con los elementos necesarios
para vivir allí sin necesidad de salir al exterior durante varias semanas; helipuerto, circuito cerrado de televisión y guardias personales en la cantidad que se requiera. Estos últimos, empleados de una sociedad que presta servicios de seguridad privada, controlada a través de testaferros de Pablo Escobar, Seguridad Nutibara.

La Ganadería Horizontes era de propiedad de Pablo Correa Arroyave. que figuraba ante los antioqueños como un comerciante, enriquecido a costa de buenos sementales importados.

A los pocos días de la reunión del Estadero Las Margaritas, empezaron a aparecer en toda la prensa avisos de Los Secuestrables, firmados por Carlos Lehder, en los que anunciaba que sus amigos no entregarían un solo peso a la guerrilla por los secuestrados y que librarían una batalla a muerte contra quienes intentaran apoderarse de sus riquezas.

Con este argumento buscaban la solidaridad de la clase dirigente empresarial del país, sometida periódicamente al flagelo del secuestro.

Frente a las instalaciones de los periódicos de Medellín fueron dejados miembros del M-19 atados con cadenas, inconscientes y con un letrero en el pecho: "soy del M-19. Soy un secuestrador"

Una decena de líderes encubiertos del M-19 fueron secuestrados y asesinados en Antioquia. Otros, sencillamente fueron delatados al Ejército, que en ese momento los buscaba para juzgarlos en Consejos de Guerra Verbales.

Algún cuadro muy importante del M-19 logró contacto con los narcos, para buscar una solución a lo que podría ser una guerra definitiva entre las dos facciones.

Celebraron entonces un pacto de tregua, y nunca más se volvieron a tocar.

En cambio, buscaron fórmulas de apoyo que no los comprometieran públicamente, como ya había sucedido en 1977 con Jaime Guillot Lara (un traficante de marihuana que traía armas al M-19 en los mismos barcos donde transportaba la yerba, y que terminó refugiado en un país tras la Cortina de Hierro)

Luego de múltiples "allanamientos" del MAS a casas de dirigentes de izquierda que se iniciaban siempre con un oficial del servicio de inteligencia del Ejército que exhibía su placa para lograr que abrieran la residencia, y luego dejaba que fue ran los delincuentes quienes ejecutaran el operativo -, Martha Nieves Ochoa fue dejada en. libertad.

Las autoridades colombianas afirman poseer indicios según los cuales el Clan Ochoa pagó al M- 19 la suma nada despreciable de US$12 millones por el rescate, pero ello parece improbable.

La investigación de la Procuraduría General de la Nación sobre el MAS no se reveló en la parte relacionada con la mafia. El juez de Instrucción Criminal de Medellín que la adelantó, Manuel Simón Velásquez, fue designado procurador regional de Manizales.

De una posterior reunión en Horizontes, se iniciaron los contactos de unión para conformar un Cartel, en el sentido técnico: una asociación de traficantes de cocaína que se conciertan para controlar mercados y precios de la droga.

También acordaron crear servicios adicionales: empresas de seguros, que responden por el 100% de la inversión en el cargamento, si es incautado. El asegurador sólo reclama un porcentaje si lo logra introducir en los Estados Unidos.

El alquiler de rutas garantizadas, para aquellas personas de su confianza que deseen entrar a participar en el tráfico.

Empresas de courier que transportan y entregan la cocaína en La Florida. En enero de 1986 fueron capturados en Bogotá cuatro sujetos encargados de recoger la cocaína para enviarla a Miami, con los respectivos distintivos, a través de las empresas Servicomercial y Arca Express.

En la reunión se asignó a cada narcotraficante un color, que le sirviera de distintivo ante algunas autoridades norteamericanas que "no ven" ciertos embarques de cocaína. El color azul, para el Chan Ochoa. El amarillo, para la organización de Escobar. Se distribuyeron los mercados, Nueva York para el Cartel de Cali. Florida para el Cartel de Medellín, California, y especialmente Los Angeles, para el que logre consolidar la mayoría, que termina en poder, de los Rodríguez Orejuela.

Luego vendrá un complejo de rollo de las claves con la combinación del color y las letras.

En teléfonos públicos de los centros comerciales de Miami, Nueva York y Los Angeles, se reciben llamadas desde Bogotá, o Medellín, en las que sencillamente se dice: "Rojo, FDR". Este distribuidor da la clave y le entregan su cocaína. En el teléfono público siguiente entraría otra llamada, hecha nuevamente desde Colombia de un teléfono que correspondía a una línea no asignada, y por lo tanto virtualmente imposible de localizar.

El Clan Ochoa fue el más listo en comprender la organización como factor de poder, y entró en contacto con la mafia ítalonorteamericana.

Esta alianza se detectó en el caso conocido como la "Pizza Connection" de Nueva York, una red de pizzerías controladas por la mafia de Estados Unidos para distribuir la cocaína de los Ochoa.

La fama de Jorge Luis Ochoa Vásquez era tal, que el animador Fernando González Pacheco dedicó dos programas de televisión para mostrar su hacienda La Veracruz.

A Lehder le correspondió el trabajo político, pero entró en crisis económica. Fue mantenido por el Cartel de Medellín, hasta cuando terminó de "cocinero" y supervisor de campo en los Laboratorios de Tranquilandia.

No abandonaron la idea de que el narcotráfico fuera controlado por un solo grupo, una mafia con un solo equipo que se encargara del lavado de dólares. El 9 de febrero de 1984, Jorge Ochoa sostuvo ante Max Merimestein que estaba en capacidad de enviar 2.000 kilos de cocaína semanales a Estados Unidos.

Para ese momento, Pablo Escobar tenía montado un sistema de distribución de cocaína a nivel internacional. Se asegura que podía entrar a los Estados Unidos un promedio mensual de 1.500 kilos del alcaloide y que una cantidad no despreciable era enviada a los mercados europeos, con puente en Caracas.

Si el precio de la cocaína ha oscilado entre los US$20.000 y US$45.000, según las cifras citadas antes, la ganancia de Pablo Escobar, cada mes, podría ser de $700 millones.

Con semejantes ingresos, Escobar podía darse el lujo de comprar obras sociales para buscar la simpatía popular que, evidentemente, llegó a alcanzar cuando lanzó su programa de Medellín sin Tugurios.

La red de la Phillip Morris, hasta entonces el mayor contrabandista de cigarrillos Marlboro hacia Colombia (así se sostiene en un informe del R 2 de la Aduana), fue tomada por Pablo Escobar, quien compró los dos buques en que se transportaban los cargamentos hacia nuestro país. Asumió de igual manera el control del muelle 3 de Ciudad Colón, de donde se afirma salen los buques con el cigarrillo, con destino a las playas colombianas.

Los cargamentos llegan por la ruta Maicao-Santa Marta-Bogotá, entre otros. La Aduana afirma haber detectado dos grandes bodegas de ese contrabando en Puerto Berrío (de nombre Grecia) y en La Dorada (Méjico).

El volumen de contrabando anual de cigarrillos hacia Colombia se estima en 186.9 millones de cajetillas.

Cada paquete de Marlboro que se vende junto a los semáforos de Bogotá y las otras capitales del país, lava un dólar de Pablo Escobar.

Entre los hombres importantes de este contrabando se encuentran Juan Abuchaibe, Carlos Hidalgo, Carlos García, Isaac Pitre, Neffer Ariza, Julio Nasser, Juan Pedroza, Enrique Byter Lizza, Alex Maldonado y Nasseres Daes.

También se asegura que Escobar invirtió una importante suma de dinero para convertirse en accionista del American Express.

El First Interamericas Bank, controlado por Gilberto Rodríguez Orejuela y Jorge Luis Ochoa, fue destinado durante cuatro años a lavar los dólares del narcotráfico, incluso a través de bancos oficiales colombianos, como el Cafetero.

En abril de 1985 se puso al descubierto una osada operación de lavado de dólares de los Rodríguez Orejuela, que involucró al Continental National Bank of Miami, de donde salieron órdenes de giro por unos US$40 millones, para el Banco Cafetero de Panamá, a través de una sociedad que operaba en Miami, la Irving Trust Co.

Esta firma no ordenaba trasladar directamente los dólares al FIB, sino que iniciaba la operación en Los Angeles, desde donde enviaba una nota-crédito, en la que disponía el registro contable de los recursos existentes en el Banco Cafetero de Panamá, para su remisión al First Interamericas Bank. Y este giraba los recursos al Banco de los Trabajadores o al mismo Banco Cafetero en Cali, a nombre de las empresas que operaban en el Valle como fachada para el dinero de los Rodríguez:' Alpacol Comercial S. A., Exportadora Caribe, Fernando Internacional y Hajasa S. A., entre otras.

En esa ocasión se llamó a declarar al gerente del Banco Cafetero de Panamá, Gustavo Arango Bernal, quien dio inmejorables referencias de Gilberto Rodríguez Orejuela, pese a que
estaba reclamado en extradición y se hallaba detenido en Madrid, España, en espera de ser entregado a la justicia colombiana: "El holding del FIB fue vendido en 1980 a un grupo de personas residentes en Panamá, que a su vez vendieron sus acciones a un grupo de inversionistas colombianos, entre los cuales se encuentra Gilberto Rodríguez. Rodríguez gozaba de excelente reputación como hombre de negocios colombiano. Se me informa que sus negocios en Colombia comprenden inversiones en el Banco de los Trabajadores, una red de estaciones radiales llamado Grupo Radial Colombiano, una empresa terrestre de pasajeros (Expreso Bolivariano) y Corporación Financiera de Boyacá".

Luego, los delincuentes de países vecinos empezaron a buscar un sitio en el negocio de la cocaína. Venezuela, Brasil, Chile, y Argentina, son los principales países involucrados hoy.

Existen rutas para todos, con el apoyo del Cartel de Medellín, a cambio de un porcentaje que determinan autónomamente en cada caso.

Quedaron desde entonces consolidados dos grandes Carteles: el de Medellín, dirigido por Pablo Escobar, el Clan Ochoa y Rodríguez Gacha, que ejercen control sobre toda la Costa Atlántica; y el de Cali, dirigido por los Rodríguez Orejuela y Santacruz Londoño, con dominio en la parte sur del país.

Pero la prensa empezó a revelar nombres, y a denunciar muchas de sus operaciones.

Escobar Gaviria debió huir hacia Australia, donde es propietario de una gigantesca finca, que durante varios años le administró un caballero de industria que abandonó el país por una orden de captura, dictada a raíz de la quiebra fraudulenta de una firma comercializadora de arroz.

Escobar era señalado cómo autor intelectual del asesinato de Rodrigo Lara. Los Ochoa, Juan David y Fabio, se refugiaron en sus fincas de Antioquia y el Atlántico.

Jorge Ochoa huyó a España, con la secreta esperanza de que sus dólares fueran bien recibidos.

Gilberto Rodríguez se encontraba en una situación similar, solicitado en extradición. Todo un grupo de agentes federales, reunidos bajo el indicativo de Centac-4, lo perseguía por todo el mundo.

Rodríguez Orejuela entró en contacto con Ulises Betancur, un oscuro transportador colombiano que tenía el control de Expreso Bolivariano, ahora en manos del Ajedrecista.

Betancur llevaba dos años huyendo de la justicia colombiana, que lo perseguía por el asesinato de su cuñado Jaime Barrete, y luego el del abogado Jorge E. Cipagauta, quien como parte civil en ese proceso, había evitado su absolución. Habitualmente residía en Venezuela o España, con documentos de identificación falsos.

Rodríguez Orejuela buscó a Ulises Betancur para consolidar una alianza que les permitiera vivir con sus enlaces en el exterior, sin ser molestados.

Ya había viajado a España el capo del Clan Ochoa, Jorge Luis, cuyos contactos se facilitaron por la cantidad de cocaína que contrabandeaba a ese país, pero ante todo por sus vínculos con las empresas ganaderas, varias de las cuales le habían vendido reses de casta, caballos finos e incluso le habían invitado a sus fincas.

Reunidos los tres en España, decidieron conformar una sociedad de mutua conveniencia, para llevar a cabo la estrategia que estimaban obvia en ese país: "si en Colombia no quieren sus dólares, inviértanlos en negocios en la península, donde no sólo serán recibidos, sino agradecidos". "Hay un régimen socialista, que no depende de los Estados Unidos, y que por lo tanto guarda independencia frente a ese país". Estos fueron algunos de los argumentos que les expusieron para convencerlos.

Ochoa Rodríguez y en menor grado Betancur, empezaron entonces una verdadera orgía de consumo, abrieron cuentas corrientes y de ahorros con importantes consignaciones en efectivo. Empezaron a correr la bola entre los abogados españoles de la necesidad de controlar, o por lo menos entrar a participar en las sociedades propietarias de las más importantes cadenas de hoteles. Quien lograra ese objetivo sería muy bien gratificado. Pero antes de consolidarse, los colombianos empezaron a despertar sospechas entre los banqueros, que veían depositar miles de dólares en sus cuentas.

Una agencia de la DEA acababa de abrirse en Madrid, ante el insistente rumor sobre narcotraficantes colombianos que viajaban a esa ciudad para establecer redes para la distribución de cocaína y lavado de dólares.

Jorge Luis Ochoa quien usaba el nombre de Moisés Moreno Miranda y estrenando cirugía plástica practicada por un médico griego residente en el Brasil, que le recomendó una animadora de la televisión colombiana --, fue denunciado por un banquero de Madrid.

Sabía que se trataba de un colombiano, pero figuraba como Miranda y sus rasgos habían sido cambiados, pues no lo pudo reconocer en varias de las fotografías que le exhibieron. Le delató el volumen de su cuerpo, la característica obesidad de la familia Ochoa. Se inició el seguimiento que lo habría de poner al descubierto.

Cuando fueron capturados, el 21 de noviembre de 1984 Jorge Luis Ochoa Vásquez y Gilberto Rodríguez Orejuel; (quien tenía papeles de venezolano, con el nombre de Gilberto González Linarez), junto con sus esposas María Luis. Posada Echeverry y Gladys Miriam Ramírez Libreros --, eran propietarios de una flotilla de diez carros Mercedes Benz ; BMW.

Ochoa tenía en una cuenta US$370.000, y Rodríguez en otra US$900.000. Unos tres millones de pesetas en efectivo fueron hallados en su residencia.

Acababan de comprar un chalet en las afueras de Madrid, Pozuelo de Alarcón, y contaban con la asesoría de importantes abogados españoles. Que les sirvió de poco, pues al momento de ser allanada su residencia, les encontraron importantes documentos, que mencionaban millonarias transacciones de cocaína a partir de Colombia.

A Rodríguez Orejuela le decomisaron una libreta de contabilidad con operaciones de contrabando de más de 4.073 kilos de cocaína a Estados Unidos en un período no superior a los dos años.

En Colombia, por una labor instantánea de persecución, prosiguió la paralización de avionetas y, bajo el mando del coronel Jaime Ramírez Gómez, jefe del Grupo Antinarcóticos de la Policía Nacional, parecía que la mafia empezaba a batirse en retirada.

Los mandos medios de las distintas organizaciones, casi no Identificados y por lo tanto con capacidad de movilizarse hacia cualquier país, viajaban a los Estados Unidos para tratar de apoderarse de los mercados.

Descubrieron entonces que el Cartel conformado en Cali y en Medellín tenía amarrada la distribución de la cocaína, con familias de bajos recursos, residentes en La Florida y California, a quienes les entregaban la droga en cantidades nunca superiores a los dos kilos.

Cada familia recibía precisas instrucciones de cómo esconder el alcaloide en sus viviendas, desarrollar una vida normal que no atrajera la atención de los vecinos y, ante todo, no derrochar dinero ni hacer las clásicas parrandas latinas, cuando estuvieran en posesión de droga.

A los dos o tres días pasaba un camión, que aparentaba ser distribuidor de electrodomésticos, cuyo conductor recogía la cocaína, la confrontaba contra una lista ya elaborada, les pagaba el servicio y anunciaba una próxima llamada para el nuevo cargamento que debía llegar en algunas semanas.

Horas negras le esperaban a Colombia, cuando fueron capturados Ochoa y Rodríguez en Madrid. Se les desbarataron por completo sus expectativas: el dinero no les había comprado la impunidad.

Los narcotraficantes descubrieron entonces que el único país del mundo donde podían vivir tranquilos era Colombia. Y decidieron empezar a labrar su permanencia allí.

En este momento se selló la muerte para los magistrados de la Corte Suprema de Justicia que se oponían a declarar inconstitucional el tratado de extradición con Estados Unidos; los pocos jueces que se atrevieran a detenerlos y los periodistas que quisieran denunciarlos.

Habían decidido comprar el país.


Editado electrónicamente por el Equipo Nizkor- Derechos Human Rights el 06oct01
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