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Capítulo II
Esnifando CocaínaEl descubrimiento de las rutas del tráfico de cocaína hacia Estados Unidos ha sido atribuido a grupos de delincuentes que empezaron a exportarla de manera aislada.
En Latinoamérica, el origen de este tipo de narcotráfico radica en Bolivia y Perú. La fama de los grandes capos que manejaban sumas increíbles de dinero alcanzó a trascender sus fronteras.
Leticia, la ciudad colombiana más cercana a esos países, es puente tradicional para el transporte de cocaína. Un informe oficial de 1973 decía que por su aeropuerto salían cada año 1.200 kilos del alcaloide. En esta ciudad operaban organizaciones de contrabandistas que ya traficaban con droga, como los hermanos Camilo y Wiison Rivera, señalados en unas ocasiones como colombianos y en otras como bolivianos.
En Bogotá, desde los primeros años del tráfico de cocaína, se conoció una familia peruana, los Cárdenas, cuyo jefe, Luis Cárdenas Guzmán, cayó preso el 11 de mayo de 1975 con un cargamento que tenía en su residencia.
Cárdenas debió quedar pronto en libertad, pues tres meses más tarde fue detenido en Mocoa, a bordo de la avioneta HK1141, con pasta de coca.
1. La DEA existe
Pero el primer indicio público que surgió en el país sobre las dimensiones que llegaría a tener el tráfico de cocaína fue el asesinato del jefe de la DEA en Bogotá. Se trataba de un cubano nacionalizado en los Estados Unidos, Octavio González, de 36 años. Semejante acto sorprendió por igual a autoridades y ciudadanos, acostumbrados a los altos niveles de seguridad de la legación estadounidense en Bogotá.
En realidad, se afirma ahora, a González lo mandó asesinar la propia DEA, al parecer porque entró en "contacto" con los narcotraficantes colombianos. Y analizadas las circunstancias en que se produjo el homicidio, la conclusión no puede ser otra.
A finales de noviembre de 1976 ingresó por Barranquilla, procedente de Miami, el norteamericano Thomas Charles Coley, de 25 años. Se alojó en un discreto hotel de Bogotá y trató en varias ocasiones de venderle información sobre traficantes de droga a González, se presume que con el objeto de tenderle una celada.
Como el jefe de la DEA no le prestara atención, el 15 de diciembre Coley llamó en varias ocasiones a la oficina de González y preguntó por sus nombres a los asistentes cercanos del jefe de la agencia norteamericana. Cuando le confirmaron que no se encontraba ninguno de ellos, se dirigió a la sede de la DEA, ubicada en el último piso del edificio Ugi.
Sin ser molestado por nadie, ni requeridos sus documentos de identificación, Coley llegó hasta la oficina de González, y tras un corto altercado, le propinó un primer disparo en la cara con una pistola de 9 milímetros. El impacto lo lanzó al piso, donde Coley lo remató.
Cuando el asesino salió de la oficina de González lo esperaba, oculto, un mariner que le hizo cuatro disparos. Coley murió instantáneamente.
A la oficina de González sólo se pod ía llegar por un ascensor destinado exclusivamente al piso donde funcionaba la DEA, o por un túnel que conducía de la embajada norteamericana al sótano donde se encontraba la puerta del ascensor, custodiada por un mariner.
Un testigo declaró a la prensa que, pocos minutos antes de los disparos, vio caer un paquete desde el piso 19 que se abrió en el aire. El testigo vio que se trataba de un vestido, que se aventuró a considerar como un uniforme.
Ese día, el embajador de los Estados Unidos en Colombia, Phillip Sánchez, había viajado a Barranquilla para solucionar problemas planteados a raíz del cierre del consulado norteamericano en esa ciudad. Al ser abordado por la prensa, el embajador restó toda importancia al atentado: "el crimen, a mi juicio, fue un típico acto de delincuencia común".
2. La French Connection se nacionaliza
Otro caso que habría servido de alerta a los colombianos sobre las proyecciones del narcotráfico, fue el protagonizado en Colombia por Laurent Charles Fiocconi, un subdito francés prófugo de la justicia de su país y de la norteamericana.
Fiocconi era un importante hombre en la organización europea dedicada al tráfico de heroína, conocida como "The French Connection a raíz de la película laureada.
El narcotraficante fue capturado en Marsella, hacia 1970, cuando entregaba 100 kilos de heroína a sujete, Marcel Boucan. Un juez francés lo condenó a 15 años de prisión.
Pero cuatro años más tarde, Fiocconi ingresó clandestinamente a Colombia por Barranquilla, con un pasaporte falso. El 22 de septiembre de 1974 escapó de una prisión de alta seguridad de Nueva York, donde purgaba una pena de 25 años por contrabandear heroína hacia Bostón.
A cambio de una ínfima suma de dinero, Fiocconi se hizo adoptar como hijo de un humilde anciano bogotano, Hernando Rojas Gooding, a quien luego asesinó. El 5 de agosto de 1975 se casó con una colombiana, Ligia Durango Bedoya, con quien tuvo dos hijos. Su estrategia conducía a adquirir la nacionalidad colombiana por adopción. En efecto, la Cancillería certificó en 1977 que "el señor Laurent Rojas Fiocconi es nacional colombiano, puesto que es hijo de padre colombiano, nacido en tierra extranjera y domiciliado en la República de Colombia".
Fiocconi entró en tratos con narcotraficantes y estafadores locales. El DAS poseía en 1978 el siguiente prontuario del francés:
- "Septiembre 16/75. Juzgado 13 Superior de Bogotá. Sumario por los delitos de estafa frustrada y falsedad. Auto de detención de fecha julio 10/75, detenido en la Cárcel Nacional Modelo.
- Septiembre 13/75. Interpol París. Buscado en Francia a causa de una condena a 15 años de prisión, por tráfico de drogas, así mismo comunica que es buscado en los Estados Unidos, sindicado de fuga, donde purgaba una pena de 25 años de prisión por tráfico de drogas.
- Octubre 25/75. A solicitud del director de la Cárcel Modelo, orden de recapturarlo por haberse fugado del citado establecimiento.
- Noviembre 25/75. Juez 55 de Instrucción Criminal, ambulante. Solicita captura, delito fuga.
- Junio 18/77. Informe detectives DAS sobre localización y captura.
- Julio/77. Juzgado Cuarto Penal del Circuito de Bogotá. Solicita dejarlo a su disposición por estár sindicado de infracción al Decreto 1188/74 (Estatuto Antínarcóticos).
- Septiembre 2/77. Interpol Washington entrega antecedentes:
Escapó de la prisión de Nueva York, el 22 de septiembre de 1974. Junio 10/71, arrestado por seguridad. Noviembre 11/71, violación leyes de narcóticos. Julio 25/72, no especifica. Octubre 14/72, violación leyes de narcóticos. Nueva York. Junio 6/73, violación leyes de narcóticos. Nueva York. Julio 2/74, violación leyes de narcóticos.- Noviembre 29/77, Juzgado 13 Superior de Bogotá, solicita fechas evadió cárceles, Estados Unidos, fin sobre proceso delito de falsedad".
Pero Fiocconi no fue detenido por ninguno de esos cargos. Las circunstancias de un mal arreglo (giró un cheque sin fondos para pagar una importante transacción), dieron lugar a que fuera denunciado en agosto de 1977. Se llamaba entonces Laurent Rojas, y fue capturado en posesión de varios elementos para el procesamiento de cocaína, junto con otros franceses de cuya suerte no se volvió a tener noticia: Simón Max Albert, Jean Michel Goiffon, y Claude Inocenci Paúl.
Cuando se conocieron sus antecedentes, Fiocconi pasó a órdenes de la Corte Suprema de Justicia para que estudiara la viabilidad de su extradición, que para entonces ya había solicitado la justicia francesa.
Luego de un dilatado proceso - del que se encargó un aprestigiado grupo de abogados, entre ellos un exmagistrado de la Corte Suprema de Justicia -, Fiocconi se enteró por algún medio del sentido del proyecto de decisión: la Sala de Casación Penal de la Corte consideraba que no había lugar a objetar su entrega a las autoridades extranjeras, pues era evidente que las maniobras que adelantó para adquirir la nacionalidad colombiana, tenían como único propósito evadir su extradición.
"Rojas" Fiocconi decidió entonces financiar la operación de fuga en masa de unos guerrilleros del M-19 y el ADO que, como él, se encontraban recluidos en la Penitenciaría de La Picota, en Bogotá.
Bastó una pequeña bomba para que se derrumbara la pared de la prisión. Por el boquete huyeron Fiocconi y los guerrilleros.
La noticia al otro día en todos los diarios, y dado el sensacionalismo militar con que se acostumbra alimentar la mente de los redactores judiciales, apareció titulada: "Fuga masiva de guerrilleros", y al final de todas las versiones, casi como nota marginal, se agregaba: "y también huyó otro delincuente, Laurent Rojas". De su suerte, obvio, no se ha vuelto a conocer nada.
Ese desinterés mostrado por la opinión pública fue propicio para que se consolidara la industria de la cocaína en Colombia. Muchos traficantes de marihuana se pasaron al negocio de la cocaína -- más rentable y menos voluminosa --, como se prueba con el hecho de que uno de los Dávila, Raúl Alberto Dávila Jimeno, tiene en su contra una orden de captura por distribución de cocaína, expedida el 30 de abril de 1979, por un juez del Distrito Sur de La Florida.
En 1973 habían sido detenidos en Bogotá 96 extranjeros con diferentes cantidades de cocaína. En ese mismo año, el 17 de mayo, las autoridades capturaron en el aeropuerto Eidorado de Bogotá al jefe del Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, de Leticia, Pablo Gómez García, quien tenía en su poder una tula en cuyo interior la policía descubrió 18 kilos de cocaína.
3. Del Mambeo al Apogeo
Pese a las evidencias, los colombianos tenían una idea bien diferente de la coca, asociada con ritos místicos como el "mambeo" de ciertas tribus indígenas. Por considerarlo
un elemento tradicional a su cultura, la ley incluso les tolera a los indígenas cultivos menores.
La siembra de coca se originó con las variedades criolla, peruana, y, en menor proporción, boliviana. Se cultivaba en departamentos como el Cauca, Chocó, Nariño, pero especialmente en la zona marginada conocida como los Territorios Nacionales, cuya mitad es región selvática.
Pero los nuevos cultivos, ahora intensivos, se encuentran en lotes de una a cinco hectáreas, conocidos con el nombre de "chagras", en plena selva pero cerca de caños o ríos de alguna importancia.
La hoja de coca se recolecta por primera vez a los diez meses de sembrada la planta, y luego cada 90 días. Una hectárea rinde 800 kilos de hojas, y 500 un kilo de cocaína. Con cuatro cosechas anuales se obtienen cinco kilos de cocaína por hectárea.
Una estadística oficial estimó en 1983 que sólo en la comisaría del Guaviare estaban sembradas con coca 20 mil hectáreas.
Junto a las chagras hay un pequeño laboratorio, que no es más que una choza recubierta con tela asfaltada conocida con el nombre de paroy, donde una máquina fragmentadora de hojas las reduce a partículas. Luego, por el método de extracción, con agua o gasolina, se consigue la pasta o base de coca. Esta se entrega al mayorista si el cultivo es de su propiedad, o se vende en las riberas de los ríos para ser utilizada como basuco, producto que ya se distribuye en todo el país.
Si el cultivo es de propiedad de un gran narcotraficante, la pasta o base de coca la llevan a un laboratorio, casi siempre mimetizado en una hacienda. Con gasolina, carbonato liviano, ácido clorhídrico, ácido sulfúrico, permanganato de potasio, amoníaco, acetona y éter, la convierten en clorhidrato de cocaína. El químico a quien se encarga de esta labor se conoce con el nombre de "cocinero".
El clorhidrato de cocaína es puesto a secar con potentes lámparas, que deben ser colocadas a una distancia determinada, para evitar que se queme, caso en el cual pierde su valor..
En la finca donde funciona el laboratorio se encuentra la pista de aterrizaje, disimulada con árboles sembrados en grandes canecas, las que son retiradas cuando la aeronave ha dado la contraseña previamente convenida, como dos sobrevueles altos y uno bajo.
Los laboratorios también se encuentran en las zonas urbanas, pero en estos casos se trata de personas que llegan al narcotráfico por sus propios medios, y que por lo tanto difícilmente están en capacidad de adquirir más de cinco kilos de base.
4. Del Avión a la Mula
Los territorios de concentración de cultivos son: Amazonas, Arauca, Casanare, Vichada, Guainía, Putumayo, Vaupés y Boyacá. La pasta de coca es almacenada y procesada en Meta, Valle, Cundinamarca, y Antioquia, donde se encuentran los laboratorios. Una vez refinada la coca, es enviada a Atlántico, Magdalena y la Guajira, para ser enviada a Estados Unidos o Europa, por vía marítima o aérea, con escala en Centroamérica, alguna isla del Caribe o Venezuela. Para el transporte marítimo, los puertos habituales de salida son Acandí y Turbo, en el Golfo de Urabá.
Para ese momento la cocaína ha sido embalada en bolsas cuyo peso casi nunca supera el kilo y medio. Cada paquete lleva dos distintivos: un color, que identifica a su propietario, y unas letras, que corresponden al lugar de destino, o a la clave que debe dar quien la habrá de recibir.
Cuando se trata de cargamentos que no son propiedad de los capos de la mafia del narcotráfico, sino de aventureros que quieren ingresar al negocio, utilizan personas de bajos recursos, desempleados o gente sin alternativas, a quienes pagan los pasajes de ida y regreso, una suma en dólares equivalente al millón de pesos y el valor de su estada en la ciudad norteamericana o europea a donde deben llevar la cocaína. Estas personas son llamadas "mulas", una referencia al tradicional animal de transporte de carga en Colombia.
Para cumplir con su triste misión, el ingenio colombiano se ha agudizado hasta niveles increíbles, que someten a prueba los más sofisticados detectores creados por las autoridades.
Se ha encontrado cocaína en maletas de doble fondo, en el interior de imágenes de santos y de obras de artesanía, a bordo de vehículos de carreras, en los caballos de pura sangre que envían para las ferias equinas, en tacones de zapatos de mujer, en imitaciones de los zapatos conocidos como suecos, caracterizados por tener una suela de madera de unos diez centímetros, en forma de almidón para camisas, en pintura de cuadros artesanales. Pero casi siempre en envolturas de papel aluminio, que se recubre con dedos de guantes quirúrgicos. Estos son lubricados con aceite, y los tragan como si fueran pastillas. Se trata del sistema que se conoce más difundido, pero también el que más muertes ha causado, por la acción de los ácidos estomacales sobre las paredes de los "dedos".
Como se descubrió que las autoridades llevan un riguroso control de las personas que salen habitualmente de Colombia hacia los países identificados como principales consumidores de cocaína Estados Unidos, España, Francia, Alemania y Holanda las "mulas", utilizan pasaportes adulterados o falsificados.
Para evadir el control de los perros entrenados para descubrir la cocaína en maletas de doble fondo, los paquetes con la droga son recubiertos con productos que tengan un olor concentrado, por ejemplo, la salsa de tomate de las sardinas enlatadas.
El sistema más sofisticado es el de los capos del Cartel de Medellín, pues ellos mismos elaboran la bolsa plástica donde se embala la cocaína. Es una versión bien difundida que los perros sólo temen a los animales de mayor tamaño, el cual identifican por el olor de su boñiga. Esta la obtienen de los tigres, los hipopótamos o los elefantes que mantienen en sus zoológicos, y las utilizan como uno de los insumos en la fabricación de las bolsas.
Las transacciones de cocaína se efectúan habitualmente en entrevistas privadas, y únicamente con personas conocidas. La cancelación del valor del embarque de droga se hace normalmente en efectivo, pero cuando la entrega es diferida, el pago se acuerda con cheques de gerencia o corrientes, extendidos a la fecha en que debe ser entregada en el país de consumo.
Los principales focos de negociación son: Bogotá, Medellín, Villavicencio, Leticia y Cali. Su precio es muy variable, pero oscila entre $1.2 millones y $750 mil el kilo. Si ese mismo alcaloide cuesta, al por mayor en Estados Unidos, US$25 mil (unos $7 millones), se puede concluir que la ganancia es para los capos colombianos y, en última instancia, para los dueños de las redes de distribución callejera en los Estados Unidos, empleados de la mafia italonorteamericana, que es la verdadera beneficiaría del gran lucro.
Colombia muestra de manera eventual altos niveles de transacción con metacualona, que es importada en polvo desde Alemania, transformada en pastillas de laboratorios de Pereira y Cali, y puesta para la venta en Barranquilla. El mayor comerciante conocido de metacualona es Carlos Humberto Gómez Zapata.
Desde Julio de 1983 las autoridades persiguen un nuevo cultivo de alucinógenos, conocido con el nombre de "opio llanero", que se ha empezado a sembrar en el Vichada, sobre los ríos Tomo y Tuparro. Según la descripción oficial, se trata de una especie de bejuco o enredadera con hojas palmirasgadas y longitud de dos a tres metros. En la época de cosecha. basta con recortar el tallo a 20 centímetros de la raíz para que retoñe, y madura cada 30 días. Su ciclo vegetativo es de tres meses.
Como su cultivo aún es incipiente, sólo se sabe que las hojas de la planta se depositan en un recipiente con gasolina, se le agregan ingredientes químicos, hasta lograr un kilo del alcaloide por cada 50 kilos de bejuco. El precio del kilo es de $2 millones.