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20feb18
Esperanza: el misterioso sistema de interceptaciones del caso Uribe - Cepeda
Desde la década de 1990, el sistema Esperanza ha sido protagonista tanto de grandes redadas contra el crimen, como de megaescándalos judiciales y políticos. Entre las operaciones contra el secretariado de las Farc y las chuzadas, muchas de las investigaciones y de los complots que marcaron la historia reciente del país se fraguaron al interior de las salas que componen esta red de inteligencia operada por la Fiscalía. Pese a su importancia, el sistema sigue siendo un misterio para la mayoría de ciudadanos.
La última noticia que sacó de la sombra del anonimato a Esperanza fueron las interceptaciones a Juan Villegas y a la familia de Juan Monsalve, en medio de una investigación que involucra al expresidente Álvaro Uribe Vélez y al senador Iván Cepeda, por la supuesta fabricación de testigos falsos en un caso que relaciona al exmandatario con la presunta conformación de grupos paramilitares en Antioquia.
La polémica pasa por el hecho de que el contenido de al menos 10 llamadas clave en el proceso no quedó registrado por supuestas fallas en el sistema, como reveló SEMANA en su última edición. A eso se le suma que, pese a la confidencialidad del trabajo que se hace en las salas de Esperanza, el expresidente se enteró de las interceptaciones a terceros en las que él quedó grabado. Por petición de la Corte Suprema de Justicia, la Fiscalía investigará ahora si el sistema fue manipulado.
Para entender el caso es necesario saber cómo funciona Esperanza. En sus salas de monitoreo convergen las distintas fuerzas. Por un lado, los agentes del CTI son los encargados de operar el sistema. Julián Quintana, quien dirigía ese cuerpo de Policía Judicial para el momento de las grabaciones, aseguró que nunca supo de las interceptaciones al expresidente y que la responsabilidad del sistema era de la Dirección Nacional de Fiscalías (a cargo en ese época de Orlando Ospitia), como efectivamente reza un decreto de enero de 2014 que organiza las funciones dentro del ente investigador.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que aunque el sistema está bajo la vigilancia de la Fiscalía, las salas pueden servirle a las distintas fuerzas de seguridad del Estado. Hay algunas que apoyan al Ejército, otras a la Armada... Por eso, una de las claves para aclarar esta parte del escándalo pasa por establecer en cuál de las casi 30 salas del sistema se ejecutaron las grabaciones a los interlocutores del expresidente, y de paso entender cómo funciona Esperanza.
Los antecedentes del sistema de interceptaciones de la Fiscalía se encuentran en la década de 1990, cuando arrancó su funcionamiento, auspiciado por los gobiernos de Estados Unidos y Reino Unido. Sin embargo, Esperanza se estructuró como funciona hoy hacia 2005. Según el informe 'Un Estado en la sombra' de Privacy International (PI), una ONG británica dedicada a "vigilar las invasiones de la privacidad por parte de gobiernos y corporaciones", fue entonces cuando se estructuró un convenio interadministrativo para que la operación del sistema involucrara a la Fiscalía, la Policía y al desaparecido DAS.
En esencia, lo que hace Esperanza es captar comunicaciones selectivamente -no de manera masiva, como otros sistemas más robustos- con el conocimiento y la ayuda del proveedor del servicio de telecomunicaciones. "Esperanza permite a la Fiscalía conectarse a los servidores de los proveedores para recibir y descomponer en paquetes información de llamadas en tiempo real a fin de transmitirla a una sala central de monitoreo", explica PI.
Esa señal llega a las salas de monitoreo, donde los investigadores la procesan y la analizan. Las escuchas, sin embargo, no se efectúan sin el control de la Fiscalía. Así es como PI explica el proceso: "Primero un analista debe presentar a un agente de la Fiscalía un documento de solicitud de interceptación de una determinada línea. En ese documento debe exponerse el motivo que justifica la interceptación. El agente de la Fiscalía debe autorizarla y solicitar el direccionamiento de la llamada a través del sistema Esperanza al centro principal de monitoreo de la Fiscalía, el Búnker, situado en su sótano, que debe direccionarlo entonces a cualquiera de las otras salas de monitoreo".
Privacy International se refiere a las casi 30 salas desde las que se opera el sistema, y que según su informe, se dividen en tres grupos: las 5 de monitoreo y análisis de la sede central de la Fiscalía, con nombres como Púrpura y Vino; las 15 que están ubicadas en las seccionales de distintas capitales del país, como Turquesa, la de Bogotá; y al menos cinco salas especiales, a las que se les asignan las misiones más complejas.
Cada una de las salas tiene un coordinador, un objetivo especial, casos específicos a cargo, ciertos cupos de interceptación y determinados investigadores para operarlos. Por ejemplo, en 2013, desde la sala Magnolia, ubicada en un lugar fachada al norte de Bogotá, trabajaban 2 operadores del CTI dedicados a investigar el tráfico de estupefacientes; tenía 260 cupos de interceptaciones, llevaba 4 casos y apoyaba al Ejército, con patrocinio de la Embajada Británica en el mantenimiento de los equipos y el software.
Para ese mismo tiempo, la Sala Gris, una de las especiales, disponía de 440 cupos de interceptación, estaba especializada en actividades antiterrorismo, tenía 11 funcionarios del CTI para las escuchas y adelantaba 31 investigaciones para apoyar la Central de Inteligencia y Contrainteligencia Militar (CIME) del Ejército. Todo eso con el patrocinio de la Embajada de Estados Unidos, pero especialmente con el auspicio de la CIA. Fue entonces cuando desde esa sala estalló uno de los mayores escándalos que ha sacudido a esa plataforma de inteligencia el cual fue revelado en exclusiva por SEMANA en febrero de 2014.
La Sala Gris era una de las joyas de Esperanza, desde donde se habían planeado operaciones exitosas en términos militares, como las que terminaron con la muerte de Alfonso Cano y el Mono Jojoy. Pero también había tenido puntos oscuros en su labor, como las chuzadas a Iván Velásquez, el magistrado investigador de la parapolítica, cuya línea había sido maquillada como la de un guerrillero para ser intervenida solapadamente.
Cinco años antes el sistema Esperanza ya había estado en el ojo del huracán. Esta vez por cuenta de las revelaciones que hizo SEMANA en febrero de 2009, sobre las escuchas y el espionaje ilegal desde el desaparecido Departamento Administrativo de Seguridad -DAS-. En ese momento, la revista contó cómo, desde varias de las salas del sistema asignadas a ese organismo, se interceptó ilegalmente a magistrados, periodistas y políticos de la oposición. El escándalo fue conocido como "las chuzadas del DAS", y tras una investigación de revelaciones durante más de dos años, en noviembre de 2011 esa agencia de inteligencia fue cerrada.
En 2014 el escándalo fue por cuenta de al menos 100 escuchas que los militares - y no los agentes del CTI, como indica la norma- habrían llevado a cabo irregularmente contra dirigentes políticos pero incluso contra altos miembros de la fuerza pública. Las revelaciones de SEMANA condujeron a que la Sala Gris fuera clausurada. Desde esos tiempos, Esperanza no había vuelto a estar en la palestra, hasta el pasado fin de semana, cuando se conoció que las interceptaciones que allí se adelantaron podrían darle un giro al caso de los falsos testigos que involucra a Uribe y a Cepeda.
Para la Corte Suprema de Justicia, la suspicacia la levantan las llamadas que recibió Óscar Monsalve, el padre de Juan Monsalve (un paramilitar condenado, testigo en el caso) el 24 de marzo de 2015, cuando desde el juzgado de Supía (Caldas) declaró ante la Corte Suprema de Justicia. Apenas terminó la diligencia se dispararon las llamadas a su celular. Entre las 2:18 y las 2:40 de la tarde recibió 10. Pese a que el sistema Esperanza suele ser efectivo, las interceptaciones fallaron y su contenido se perdió. Para la corte es extraño que si no se registró la llamada, el informe del CTI diga que el interlocutor de Monsalve tenía una voz masculina.
Otro asunto que será revisado por las autoridades son las conversaciones entre el expresidente Uribe y Juan Guillermo Villegas -ambos señalados por los testigos presentados por Cepeda como conformadores del Bloque Metro- quien, para la corte, habría intentado manipular a los testigos. En las grabaciones queda claro que los dos usaban un lenguaje cifrado, conscientes de la interceptación. Además, el 23 de diciembre de 2015, Uribe trinó que le habían informado de la intervención de sus comunicaciones.
Esta semana, el expresidente aseguró que conoció de las escuchas por Juan Gómez Martínez, amigo suyo y exalcalde de Medellín. Este, por su parte, dijo que supo del asunto por un escrito anónimo, y que no recuerda quién se lo entregó.
Ahora serán las autoridades las encargadas de establecer realmente lo que pasó dentro de las salas de interceptación. Una vez más, el sistema de inteligencia que ha sido clave en la lucha contra el crimen, está bajo la lupa por una posible manipulación. El pasado reciente ya ha mostrado que Esperanza es vulnerable.
[Fuente: Revista Semana, Bogotá, 20feb18]
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