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11dic04


En el mercado de sicarios en Bogotá se consiguen matones desde $50.000 hasta $50 millones.


Si bien el fenómeno ha sido una constante en las últimas décadas en distintas ciudades de Colombia, en la Capital experimenta un renovado 'boom'.

Así lo indican las muertes del actor Luis Fernando Ardila, ocurrida el 17 de niviembre, en Chapinero, barrio céntrico de Bogotá, y la del modelo y actor Gustavo Adolfo Bermúdez, de 25 años, conocido como el ChicoMed 2001, baleado por un sicario dos días más tarde.

En ambos casos, los criminales, tras ser detenidos, confesaron a la Policía que les iban a pagar 5 millones de pesos por el 'encargo'.

También por esos días, Jaime Andrés Marulanda, 'El Chiquitín', admitió ante un juez haber asesinado a 137 personas en Cazucá, en límites entre Bogotá y Soacha, por pedido del bloque Capital de las Auc. Según el expediente, le pagaban 400 mil pesos "por cabeza".

Si bien el sicariato ha sido una constante en las últimas décadas en distintas ciudades de Colombia, los tres casos parecerían indicar que el fenómeno experimenta en Bogotá un renovado 'boom'.

Aunque Medicina Legal no tiene cifras de cuántas personas de las cerca de 1.700 que mueren baleadas cada año son víctimas de los sicarios, las bóvedas de los cementerios del sur y las que aún quedan del Central dan cuenta de la guerra silenciosa que Bogotá desconoce.

Investigadores de la Dirección Central de Policía Judicial (Dijín) y de la Policía Metropolitana aseguran que los contratos se concretan en barrios populares y en las llamadas 'oficinas de cobro', una modalidad de los carteles de Cali y Medellín transplantada a la capital.

La Policía Metropolitana tiene información de que en Bogotá hay por lo menos dos de estas oficinas, que tienen como fachada negocios legales y prestan seguridad a "traquetos" y comerciantes de dos grandes centros de ventas de la ciudad.

"Protegen el traslado de millonarios recaudos de dinero o cargas de droga", afirmó un investigador que pidió la reserva de su identidad.

La "oficinas", según las autoridades, cobran hasta 50 millones de pesos, de los cuales al pistolero le toca en promedio 5 millones de pesos.

Los sectores donde más se mueve el fenómeno, según las autoridades, son la parte alta de Ciudad Bolívar, la zona de Santa Fe -donde pandillas como los 'Cobras' también venden documentos falsos y apoyan secuestros-, algunos sectores de Suba y el llamado sector del Inglés, en el barrio del mismo nombre, donde han operado bandas legendarias como los R-15.

Según investigadores de las universidades Nacional y Javeriana, además de las 'oficinas' existe un mercado de sicarios en Bogotá que ha aprendido a adaptarse a la capacidad de gasto de quienes buscan el 'servicio'. Existen bandas que, según la Dijín, cobran "chichiguas", que pueden ir desde 50 mil pesos y pueden llegar a 300 mil, dependiendo del cliente y el 'paciente' (la víctima).

Se mudó de ciudad.

Juan Carlos Bonilla, sociólogo de la Universidad Nacional y quien en los últimos cuatro años ha seguido el comportamiento de bandas en la capital, dice que hay diferencias entre el sicariato como fenómeno en Bogotá y Medellín.

"En Medellín, el sicariato se movió en los años ochentas y noventas en torno a la mafia, los ajustes de cuenta de droga y los carteles. En Bogotá, dejar de pagar una letra de un préstamo por 200 mil pesos, puede ser causal de muerte", asegura.

Y según la sicóloga Liliana Vélez, del Inpec, quien ha trabajado en rehabilitación de pistoleros presos en la cárcel Bellavista de Medellín, el sicariato ha disminuido en la capital antioqueña y es posible que el fenómeno se haya trasladado.

"En los 80's y 90's, el porcentaje más alto por delitos contra la vida, relacionados con el sicariato, era de 70 a 75 por ciento. Ahora está en un 55 por ciento", asegura.

En su opinión, varios factores pueden explicar el hecho de que el péndulo se haya desplazado de Cali y Medellín hacia la capital. "La industria cambió de dueño debido a la persecución del Estado a los capos del narcotráfico y la consiguiente desarticulación de los grandes carteles".

En su opinión, en Bogotá puede estar ocurriendo un incremento del fenómeno debido a que los jóvenes lo tomaron como modelo social y a factores como la migración y el desplazamiento.

En medio de su investigación, Bonilla y sus compañeros encontraron un grupo del barrio Las Brisas, en los cerros del oriente bogotano, que empezó vendiéndose a las bandas grandes, luego creó su propia 'bolsa de empleos' y montó negocio en la céntrica plazoleta del Rosario.

"Aquí el negocio paga porque salen clientes, como algunos esmeralderos que no se quieren untar y necesitan quién les haga la vuelta", le dijo a Bonilla un joven conocido como 'Chuky', el 23 de mayo del 2002, justo cinco días antes de morir de siete impactos de bala en la cabeza. Apenas tenía 15 años.

En ese sector una reportera de EL TIEMPO logró ubicar a un sicario para 'contratarlo'.

A la hora de contratar un pistolero, hay opción hasta de escoger el arma y la hora de la muerte, claro está, por una suma más grande. El contacto se hace, la mayoría de las veces, en lugares de prostitución, clubes nocturnos, bares y sitios que frecuentan delincuentes.

"Por una buena cantidad de dinero le indicarán a dónde puede ir y por quién puede preguntar. O si es el caso, le consiguen, la misma noche, el primer contacto", afirma un detective que ha manejado múltiples casos.

Agrega que el intermediario es el que tiene contacto con una o dos de las personas encargadas del manejo de los sicarios. Se trata, dice, de una cadena en la que los eslabones no se conocen entre sí, sino que unos van llevando a otros.

"Por eso, asegura, llegar directamente a las cabezas de la organización de estas oficinas es casi un imposible. Y por eso muchos de ellos mueren asesinados por los otros eslabones de la cadena", concluye.

¿Por qué los contratan?

Son dos los factores por los que fundamentalmente son contratados estos sicarios: ajuste de cuentas y líos pasionales.

Un caso de ajuste de cuentas ocurrió, según explicó uno de los investigadores de la Policía consultados, con un comerciante de Corabastos a quien un colega le debía cerca de 250 millones de pesos y no le quería cancelar.

El afectado hizo llegar las letras de cambio que tenía de la deuda a un intermediario de estas "oficinas". Los delincuentes le dieron 24 horas para pagar. Pasó el tiempo y fue asesinado.

Otro caso, esta vez por infidelidad, ocurrió en el barrio Cultivos, en la localidad Rafael Uribe, sur de Bogotá. Un joven descubrió que su esposa le era infiel con uno de sus vecinos. Contrató a un muchacho con antecedentes criminales, quien asesinó al amante con un cuchillo por 50.000 pesos.

'Le hago la vuelta a su marido por 150 mil'

'Sangre Fría' es un muchacho de unos 17 años, estatura mediana, vestido como rapero y con las cicatrices de su agitada vida en la cara. Contactarlo fue fácil. Él hace parte de la bolsa de empleo de sicarios que se mueve clandestinamente en Bogotá.

Habitualmente su sitio de trabajo es en la plazoleta del Rosario, en la avenida Jiménez con carrera Sexta, en pleno centro de la ciudad.

Allí, como si fuera una prostituta que espera, 'Sangre Fría' se pasea entre universitarios, vendedores ambulantes, comerciantes y esmeralderos, esperando que un cliente cualquiera le encargue alguna 'vuelta'.

Un intermediario le ha dado las indicaciones a una periodista de EL TIEMPO para que lo localice y cierre el negocio. No fue fácil ubicarlo inicialmente, el único dato era que ese día llevaba un sweater Nike color naranja.

-¿Usted es 'Sangre Fría'?.
- Quién lo necesita...

- De parte de 'Ferney'.
- ¿Qué necesita, dama?

Así empezó un corto diálogo, que luego se desgranó en una serie de preguntas largas y respuestas demáximo tres palabras.

El caso que se le planteó no lo inmutó. Tenía la mirada fija en el piso y las manos en los bolsillos del pantalón. Al parecer no solo su apodo era frío: su forma de hablar, de moverse y de negociar, también lo eran.

"La chapa (apodo) del hombre no es porque tenga el azúcar bajito... lo que pasa es que no lo piensa dos veces a la hora de disparar, y es directo a la cabeza: ¡con sangre fría!", había advertido horas antes del encuentro 'Ferney', el intermediario.

De pie, en medio de la gente que transita, muy cerca del CAI que hay en la plazoleta, frente al Museo del Cobre, 'Sangre Fría' escuchó el requerimiento: "Mi esposo me está cachoniando con mi hermana...", antes de que pueda terminar, la clienta es interrumpida bruscamente por el joven:

"Le vale quinientas".
-¡¿Quinientos mil pesos?!
- ¡Sisas!, respondió sin levantar la mirada.

La clienta le replicó que no tenía tanto dinero. "Por favor entienda que tengo tres niños y vivo de lo que me da mi marido, porque yo trabajo en la casa haciendo costuras y...", vuelve a interrumpir con una frase seca y en voz alta: "¡Ahórrese la historia!".

Hay un largo silencio y la clienta retoma la palabra: "Bueno, pero no tengo 500 mil pesos".

Por primera vez 'Sangre Fría' levanta la mirada. "Nos vemos mañana a las cinco de la tarde, me trae en un papel el nombre y la dirección donde hay que buscarlo y 150 mil pesos. Por esa plata le hago la vuelta a su marido", se da media vuelta, cruza la Jiménez y se pierde por el callejón del Banco de la República.

La periodista no volvió a la siguiente cita. 'Sangre Fría' tal vez creyó que no tenía la plata.

"Los sicarios saben cuánto pueden cobrar, depende del cliente, así que no se vaya embambada, ni de tacón, ni con las uñas bonitas. Uno conoce a los clientes por las manos y los zapatos", esa había sido la única advertencia de 'Ferney'.

[Fuente: El Tiempo, Bogotá, Col, 11dic04]

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