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02may07


El Horror
Por Camilo González Posso


No ha sido indignación ni dolor, solo aflicción hasta el fondo del alma. Por lo menos eso se notaba en el rostro de decenas de personas con las cuales conversé esta semana sobre la crónica que publicó El Tiempo dedicada a las fosas comunes que han encontrado en muchos lados. Son más de 10.000 los desaparecidos, según la Fiscalía y las declaraciones de paramilitares desmovilizados y de familiares de las víctimas han permitido en un año que se localicen sitios donde se encuentran 2.440, la mayoría de ellos aún sin identificar. Ante semejante espectáculo el Doctor Mario Iguaran no pudo menos que sollozar su pensamiento: "Es un genocidio. No han pagado por su seguridad sino por sangre".

No han sido muchos los que han acompañado con lagrimas semejante espectáculo, pero parece que lo que nos ha tocado la fibra del sentimiento a miles han sido los testimonios de algunos perpetradores sobre la forma como eran entrenados para descuartizar a sus víctimas. En las versiones ante la fiscalía han contado que en campos de concentración y entrenamiento recluían a ancianos secuestrados en veredas vecinas y practicaban en grupo desmembrando paso a paso a la persona viva y volviéndola pedazos antes de amontonarla en la fosa común. En otros casos, como hizo hace dos décadas el monstruo de Tacuello con 100 de sus propios milicianos, les han obligado a cavar su propia fosa antes de la ejecución sumaria. Se han conocido historias de personas decapitadas ante la comunidad, de mujeres embarazadas ultrajadas y luego asesinadas por el vientre para tener certeza de que nada sobrevive; y vuelven a recordarse los testimonios sobre la práctica de algunos jefes de alimentar caimanes o cocodrilos con los desaparecidos.

Es tristeza y vergüenza lo que vi en los ojos de hombres y mujeres que comentaban sobre estas terribles imágenes. "Me hicieron recordar las fotos de los libros de la violencia de los años 50". "Ni en los campos de concentración de los nazis se llegó a métodos tan macabros de entrenamiento para matar". "Solo transformando en monstruos a esos sujetos pudieron asesinar 25.000 personas en masacres en 15 años". "Pero esos señores han sido solo los instrumentos de otros que los han promovido para hacer negocios y enriquecerse". "No se quienes son los autores intelectuales, ni los que han mantenido sus privilegios con más de 400.000 asesinatos desde 1948, pero lo que aterra es la insensibilidad de los colombianos".

¿Será verdad aquello que solo cuando la violencia organizada se espanta de sus propios actos y cuando la sociedad llega al límite del horror, existe posibilidad de rectificación histórica? Tal vez así haya sido en alguna parte, pero aquí no. Nadie es responsable. Los beneficiados con propiedades y negocios se sienten cómodos haciendo balances y afirmando que de otra forma hubiera sido peor. "Y ¿el resto, que pasa con el resto?" Me preguntó un diplomático poco diplomático. El resto, señor, parece anestesiado pero comienza a tener vergüenza… y a reclamar la verdad de tanto horror.

Bogotá, 01 de mayo de 2007

Camilo González Posso


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