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19may03
Más y más razones contra la "lluvia de glifosato"
Por Aurelio Suárez Montoya
Pese a los pronunciamientos reiterados de las comunidades del norte del Tolima y del oriente de Caldas contra la iniciativa oficial de hacer "llover glifosato" en la zona cafetera del país, tanto Álvaro Uribe Vélez como su ministro del Interior, Fernando Londoño Hoyos, en el "Consejo Comunitario" realizado el pasado sábado 17 de mayo en Manizales, se ratificaron en su decisión de "putumayizar" a las zonas de producción de café de Colombia. De nada valieron los pedidos de los alcaldes de los municipios afectados por esta triste circunstancia que no tiene más explicaciones principales que la combinación de todos los factores de crisis que vive el país y la industria del café con él y cuyos primeros responsables, en último término, antes que perjudicarse por el arbitrario procedimiento, al parecer inapelable, se beneficiarán de los desenlaces que de él se ocasionen.
Y, desde luego, es la embajadora Anne Patterson quien ejerce las mayores presiones para que la orden imperial, porque al fin y al cabo todo se reduce a eso, se ejecute sin chistar. En una declaración de esa funcionaria, a raíz del fallo de la Corte Constitucional sobre las fumigaciones con el herbicida en las zonas indígenas, señala que apenas el trece por ciento del glifosato que se usa en Colombia se destina a la llamada "lucha antidrogas". No es verosímil que la embajadora desconozca que los métodos de aspersión y los niveles de concentración del tóxico se tornan definitivos en las repercusiones que puedan tener las distintas formas de uso. No es lo mismo la aplicación foliar en una planta que un agricultor hace del veneno en su forma genérica o en la fórmula comercial en una concentración de un litro por hectárea con boquillas de baja descarga y con cortinas para impedir que la deriva lo lleve a otras plantas, incluso a los arvenses, aguas o a las personas que la aspersión del tóxico por vía aérea con concentraciones de diez litros por hectárea. Ni siquiera se asemeja a la práctica de los ingenios azucareros, bastante controvertida, con concentraciones de 1,5 litros por hectárea, en el máximo permitido por las autoridades sanitarias.
No es extraño que la señora Patterson recurra a este tipo de falacias; he ahí el estilo más utilizado por su gobierno cuando trata de imponer sus intereses, como el cuento de las "armas de destrucción masiva" en Irak, el que sólo creyeron los habitantes más cretinos del planeta. Y aunque los defensores de esa estrategia de fumigación, como la embajadora, sostienen que no amenaza la salud pública, un estudio realizado en 1993 por la propia Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos sobre el glifosato reveló que en California ese herbicida figura en tercer lugar entre las 25 causas de intoxicaciones por plaguicidas.
Este es un hecho tan conocido en la comunidad internacional, y esto lo omite la embajadora astutamente, que "en este momento Colombia es el único país que permite el rociado aéreo de la coca y la adormidera", así lo afirma una traducción extraoficial de la sección de Desarrollo de Políticas y Programas del Informe anual sobre Estrategia Internacional de Control de Narcóticos (INCSR 2003) emitido por el Departamento de Estado de Estados Unidos en marzo de 2003. No es raro, también fue el único país que respaldó el robo del petróleo del Medio Oriente.
Pero no sólo está en eso la "doble moral" norteamericana. En el Mecanismo de Evaluación Multilateral sobre Estados Unidos de la Comisión Interamericana para el Control de Abuso de Drogas de la OEA para 1999-2000 se dice que en ese país "existen cultivos de marihuana al aire libre y bajo techo pero no se ha estimado la magnitud de los mismos". De tal modo que el Tío Sam sabe cuántas hectáreas de coca y amapola hay en Colombia pero no de marihuana en su territorio. Con razón algunas publicaciones señalan a la década de Bush-padre como la del auge de ese cultivo allí, al pasar en 1980 de unos cientos de toneladas a más de 6.000 anuales en 1990. Ya en 1987 valía más que las cosechas de soya, maíz, trigo y heno juntas. Por eso su hijo George W. Bush respondió en 2000, como candidato presidencial, al ser interrogado sobre la legalización de "la hierba" en los Estados de la Unión: "a cada Estado le toca decidir". Algo que apenas Jimmy Carter había osado decir.
Los hechos aquí expuestos deben motivar a la comunidad del Eje Cafetero para no dejarse imponer esta afrenta de ver fumigados sus cafetales dentro de programas que van a estigmatizar más a la región, a causar afectaciones graves en la percepción de los consumidores del mundo sobre la calidad del café, a causar mayor deterioro ambiental, más desplazamientos y nuevas secuelas sociales y a subordinar más a Colombia en las políticas públicas sin posibilidad de decidir de manera autónoma la salida a sus problemas. Mientras el régimen actual convierte al país en caso único de obsecuencia, la sociedad debe levantarse a construir sus propias soluciones. ¿Dónde están los voceros regionales? ¿Dónde las facultades y academias en áreas ambientales? ¿Dónde la Federación Nacional de Cafeteros? Que los gringos se dediquen a resolver su problema de demanda por el cual el promedio de iniciación en la adicción a la marihuana es de 17 años y, en edades anteriores de los 12 a los 17, se da en 64 de cada mil jóvenes. Tienen una tarea grande, que Colombia haga la suya de modo soberano y sin perjuicio de los más débiles.
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documento ha sido publicado el 05jun03 por el Equipo
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